Estoy muy agradecida de que la Ciencia Cristiana* haya venido a mi experiencia temprano en mi vida, antes de casarme y tener familia. Ha habido muchas curaciones en el transcurso de los años. Nuestros tres hijos han llegado hasta la edad adulta sin usar drogas o medicinas; cuando ha sido necesario comprar o vender casas, se ha hecho armoniosamente; y la correcta actividad ha sido demostrada con gratitud.
Una experiencia que ha significado mucho para mí, sucedió durante la Segunda Guerra Mundial. Yo estaba en una reunión de testimonios de los miércoles en una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, cuando sonó la alarma antiaérea. Mi esposo estaba en la casa con nuestros tres hijos pequeños. Vivíamos en el último piso del edificio. (Mi esposo y yo — ambos estudiantes de Ciencia Cristiana — nos turnábamos los miércoles para ir a las reuniones de testimonios de nuestra iglesia filial, mientras el otro se quedaba en la casa con los niños.) Fue la noche del ataque aéreo en Clydebank. Una amiga y yo preferimos irnos para la casa para estar con nuestras familias, en lugar de refugiarnos en las instalaciones que tenía la iglesia para casos de ataques aéreos. De modo que nos fuimos, orando y agradecidas porque los miembros de la iglesia nos estaban apoyando con sus oraciones. Llegamos a nuestras casas sanas y salvas. Mi esposo estaba muy contento de verme llegar a casa aquella noche, ya que él había estado orando muy sinceramente en busca de dirección.
Al llegar a nuestro piso, el ruido era aterrador; los cuadros y espejos golpeaban contra las paredes. Sin embargo, los niños seguían durmiendo. No estando seguros de lo que deberíamos hacer, abrí un ejemplar del The Christian Science Journal, buscando inspiración. No puedo recordar lo que leí, pero mientras leía, sentí una gran calma, y tuve un maravilloso sentido de unidad con La Iglesia Madre. Me vinieron al pensamiento estas palabras: “No tengas miedo porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos” (2 Reyes 6:16). El clamor cesó de inquietarme, y no me perturbó aquella noche, ni en ningún momento durante el resto de la guerra. Mi esposo también logró un sentido de paz, y por mutuo acuerdo, decidimos permanecer en nuestro hogar el resto de la noche, y no fuimos a un refugio. Nuestro edificio nunca sufrió daños.
Recibimos un beneficio adicional de esa experiencia. Antes de esto, algunas veces yo me sentía molesta en las reuniones de la iglesia, cuando los miembros expresaban fuertes y opuestos puntos de vista. Pero de ahí en adelante, el saber que el poder que nos unía era más grande que cualquier temor o diferencia de opiniones que quisiera dividir, me consolaba y me daba seguridad.
Al trabajar como bibliotecaria en la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana de nuestra iglesia filial, he tenido muchas pruebas del poder de Dios. Una vez, dos muchachos entraron actuando en forma amenazadora. Finalmente, se marcharon, pero casi inmediatamente descubrí que mi bolsa de mano había desaparecido. Llamé por teléfono a la policía, y entonces me senté a orar. Me vino al pensamiento: “Amado Padre, no permitas que esos muchachos hagan nada que pueda dañar sus reputaciones, porque esto es sólo una acción tonta”.
Al rato, vino un policía y puso mi bolsa mojada sobre el escritorio, y me dijo que comprobara su contenido. Nada había sido tocado. El policía dijo que un hombre había visto a los dos muchachos abrir la bolsa, mirar dentro (donde había una considerable suma de dinero), y entonces, inexplicablemente, tiraron la bolsa. Los muchachos fueron arrestados más tarde, se declararon culpables, y recibieron una amonestación.
Muchas de las curaciones que he tenido en el transcurso de los años, han venido con las dedicadas oraciones de practicistas de la Ciencia Cristiana en diferentes oportunidades. Una vez, me sentía muy agobiada a causa de la enfermedad de un miembro de la familia. De pronto, un día me desmayé y perdí el conocimiento. Mi hija llamó por teléfono a un practicista por mí. Esto fue un viernes por la noche, y no recuerdo los dos días siguientes. Pero el lunes, ya estaba haciendo las tareas de la casa, estaba activa, feliz y completamente sana. Nunca más he vuelto a tener esta dificultad. La sensación de agobio también desapareció entonces por completo. Esta experiencia ocurrió hace cerca de diez y ocho años.
No puedo poner en palabras el profundo agradecimiento que siento por el ejemplo de Cristo Jesús, y por los escritos de Mary Baker Eddy, especialmente, por el gran consuelo que he hallado en sus siete poemas adaptados para música como himnos.
Helensburgh, Strathclyde, Escocia
* Christian Science (crischan sáiens)