¡Qué importante es este momento! Jamás podemos vivir de nuevo un momento, una hora o un día del pasado. Podemos pensar, hablar o soñar sobre él, pero no podemos vivirlo otra vez. Este simple hecho nos señala una verdad espiritual más profunda que puede ayudarnos a enfrentar los problemas cotidianos y a destruir los efectos miserables de un pasado infeliz.
En la Biblia leemos: “Amados, ahora somos hijos de Dios”. 1 Juan 3:2. Claramente, Juan, ese inspirado seguidor de Cristo Jesús, vio la necesidad de reclamar nuestra filiación con Dios en el eterno ahora.
La Sra. Eddy, al escribir en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, comenta: “Clamó el apóstol: ‘He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación’ — queriendo decir, no que los hombres tengan que prepararse ahora para la salvación o seguridad en un mundo futuro, sino que ahora es el tiempo de experimentar esa salvación en espíritu y en vida”. Ciencia y Salud, 39.
Podemos usar ese consejo de una manera práctica para eliminar la aflicción que sentimos por los pecados y errores del pasado, de los cuales nos hemos arrepentido; o para evitar la inercia paralizante que resulta de morar en los sueños, exagerados o sensuales, sobre el futuro.
Esto no quiere decir que debiéramos abandonar nuestro empeño inteligente para hacer planes sabiamente. El análisis concienzudo de nuestros talentos, capacidades y oportunidades, aporta un mejor enfoque para que hagamos pleno uso de ellos. Pero, algunas veces, nos viene la tentación de sentirnos afligidos por nuestra “inferioridad” o por nuestra incompetencia como seres humanos, o de recontar inútilmente eventos en los cuales hemos sobresalido.
Ambas actividades pueden ser rechazadas como infructuosas, y cesarán cuando aprendamos a evaluar nuestra verdadera valía. Para desechar esta vana divagación mental que adelanta o retrocede, es muy útil comprender y afirmar nuestra unidad real con Dios, la Mente perfecta, el Todo-en-todo. El hombre es el reflejo espiritual de Dios, y la comprensión de esta unidad es la base de la propia e invariable valía, ahora mismo. No hay tiempo ni lugar para el egotismo (sea vanaglorioso o despectivo de sí mismo) en el conocimiento humilde de nuestra eterna valía, como la imagen y semejanza misma de Dios. Tal reconocimiento puede traer cambios útiles e inmediatos tanto en nuestra atmósfera mental como en nuestra experiencia diaria.
En el libro de Job leemos: “He aquí yo iré al oriente, y no lo hallaré; y al occidente, y no lo percibiré”. Job 23:8. ¡Cuán cierto es que no podemos encontrar al Todopoderoso cuando miramos hacia el pasado o cuando deseamos obsesivamente que algo suceda!
Dios siempre está presente; El está disponible ahora mismo para satisfacer nuestras necesidades. Y podemos comunicarnos con El únicamente en el momento actual. El nos escucha ahora, en el momento de nuestra oración. La Sra. Eddy escribe: “Todo carácter individual, al igual que el individual Juan el Bautista, algún día ha de clamar en el desierto del gozo terrenal; y ser oída su voz divina y humanamente. En la desolación de la comprensión humana, el Amor divino oye y responde al llamado humano que pide ayuda; y la voz de la Verdad da a conocer las verdades divinas del ser que salvan a los mortales de los abismos de la ignorancia y del vicio. Esta es la bendición del Padre”. Escritos Misceláneos,
La experiencia me ha demostrado que el dejar de lado el pensamiento divagador acerca del futuro y del pasado, puede ayudarme a finalizar con éxito una curación demorada. Al afirmar que no puedo estar limitada por la autocondenación de un error cometido en el pasado ni por sueños egoístas acerca del futuro, y al comprender que ahora mismo, en este momento, soy la idea perfecta de Dios, Su imagen y semejanza espiritual, he encontrado paz, tranquilidad y un gozo satisfactorio.
No podemos pedir una mayor bendición ni encontrar una actividad más productiva que la de aceptar la gran verdad de que estamos eternamente unidos a Dios, ¡ahora mismo!