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Nuestro éxodo del dilema moral

Del número de febrero de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Variadas fuentes condenan hoy lo que se conoce como la decadencia del mundo occidental, su absorción en la materialidad, especialmente la sensualidad, y su desprecio por lo que es moral y espiritual. Gran parte de la culpa por este deterioro recae en la “revolución sexual”.

Si uno de los aspectos de la revolución sexual libera a las mujeres y a los hombres de los estereotipos — dando a la mujer la libertad de ser tratada con ecuanimidad en sus actividades profesionales, y al hombre la libertad de desarrollar sus cualidades educativas en la familia y el hogar — esto es progreso en el orden social. Pero, si otro de los aspectos de la revolución sexual trae consigo el quebrantamiento de los valores morales — que, para muchos implica la libertad de hacer lo que les complace en lugar de complacerse en hacer lo que es bueno — lo que resulta es un dilema moral.

Oímos que la gente dice: “Usted no aprobará la manera en que vivo”, o “Yo no apruebo el estilo de vida de mi hijo o mi hija”. Mucha gente no escogería deliberadamente vivir fuera de las normas establecidas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento si comprendieran verdaderamente el fundamento espiritual de esas normas. Pero la creencia ampliamente difundida en presiones sicológicas y biológicas ha contribuido al intento de justificar las relaciones sexuales fuera del matrimonio.

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