Alrededor del 1.º de marzo de 1884, un médico de New Hampshire me envió a una joven a quien él había estado atendiendo, para que le diera tratamiento en la Ciencia Cristiana, ya que los médicos no la habían podido curar. A los nueve días, la joven volvió al médico en perfecto estado de salud, permaneciendo dos semanas en la casa del médico. Cuando él y los que habían conocido a esta joven vieron lo que la Ciencia Cristiana había hecho por ella, se mostraron sumamente interesados.
Aunque no tenían ninguna comprensión de la Ciencia, muchos inválidos crónicos y otros que necesitaban ayuda estaban deseosos de recibir tratamiento y me pidieron que fuera a ese lugar para ocuparme de sus casos. Cuando me invitaron por escrito, les respondí que no podía ir porque tenía muchas ocupaciones en el Colegio. Pero no quisieron aceptar una respuesta negativa, e insistieron en que fuera, hasta que, finalmente, le pregunté a la Sra. Eddy qué se podía hacer. Me respondió: “Escríbeles diciéndoles que irás por una semana”. Y así lo hice. También les manifesté que les daría una charla sobre Ciencia las dos primeras noches luego de mi llegada, siempre que consiguieran una sala para tal fin y que tuvieran el deseo de hacer algo por sí mismos suscribiéndose al The Christian Science Journal por un año. Mi objeto al hacer esto se debía a que el Journal les sería de gran ayuda una vez que yo me fuera de allí, ya que comenzaban a tomar un nuevo camino, desconocido para ellos. Además el Journal estaba en su primer año de crecimiento, y necesitaba de nuestros mejores esfuerzos para apoyarlo y aumentar su circulación. Se empezaba a percibir, en forma gradual, lo valioso que éste era, pero había que trabajar para que se evidenciara.
Me di cuenta de que estas personas estaban dispuestas a hacer lo que se les pidiese, y las dos noches que hablé en público, la sala estaba llena. Cuando terminé, la gente comenzó a aglomerarse pidiendo entrevistas para el día siguiente, y no me quedó ni un sólo minuto libre. Cuando llegó el momento, se presentaron puntualmente, comenzando por la mañana temprano, y continuando durante todo el día hasta avanzada la noche. La sala estaba llena de gente esperando; a veces tenían que aguardar hasta dos o tres horas para poder tener una entrevista.
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