Nos dice Mateo que, una vez, cuando los discípulos de Jesús no pudieron curar un caso que les fue traído para sanar, Jesús reprendió su incredulidad diciendo: “Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”. Mateo 17:20. ¿Hubieran tenido sus palabras la misma importancia si, en lugar de “un grano de mostaza”, hubiera dicho “un grano de arena”? Ambos símiles podrían implicar que aun una diminuta cantidad de fe es suficiente para lograr grandes resultados. Pero su elección de un grano de mostaza, ¿no podría acaso estar relacionada con la calidad así como con la cantidad?
Es interesante considerar esa pregunta a la luz de la parábola en la cual Jesús habla del reino de Dios “como el grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; pero, después de sembrado, crece, y se hace la mayor de todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra”. Ver Marcos 4:30–32. Aquí tenemos una referencia, no sólo al diminuto tamaño del grano de mostaza, sino al hecho de que, en sí mismo, incluye el potencial de crecimiento, expansión y plenitud. Encierra todo el potencial de una planta que ha alcanzado su completo crecimiento.
¿Acaso no podría decirse que una semilla simboliza la fe con plena expectativa de los resultados? Un grano de arena, por otra parte, es inerte y no tiene potencial de desarrollo. Por tanto, tener fe como un grano de arena sería muy diferente a tener fe como un grano de mostaza.
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