María y su hermanita nunca habían ido a un circo. Por eso, María se puso muy contenta cuando supo que su abuela había hecho planes para llevarlas al circo. Comenzó a preguntar qué vería en el circo: ¿Habría payasos y osos, trapecistas y tigres? Llegó el día, y el abuelo, la abuela, la mamá, el papá y las niñas fueron en automóvil hasta el Coliseo y ocuparon sus asientos.
Pero María no se sentía bien, de modo que su abuela le dijo que se sentara en su falda, y empezaron a hablar en voz baja. —¿Qué aprendiste en la Escuela Dominical? — preguntó la abuela.
María estaba muy contenta de que su abuela la llevara a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Quería mucho a su maestra de la Escuela Dominical, le gustaban las historias de la Biblia que ella le contaba, y le encantaba lo que estaba aprendiendo acerca de Dios. En realidad, María ya había aprendido que Dios es Amor.
Por eso, mientras estaba en el circo sentada en la falda de su abuela, María le respondió: — Aprendí que Dios está en todas partes. María movió la mano describiendo un círculo para mostrar el significado de en todas partes.
— Sí, querida, eso es verdad. Pero, ¿qué más has aprendido? — preguntó la abuela.
— Aprendí que Dios me ama. Su abuela sonrió. — Eso también es verdad.
Después de pensar unos minutos, María siguió diciendo: — Y Dios me ama, y El está aquí mismo conmigo, ¿verdad? Así que todo está bien.
La abuela sabía que lo que María pensaba del amor de Dios era realmente una oración. Dio gracias a Dios por la confianza llena de inocencia que María estaba expresando. Sabía también que el hijo de Dios está siempre bajo Su cuidado, y que, en realidad, siempre estamos reflejando a Dios, nuestro Padre-Madre.
— Sí querida, Dios está aquí y El te ama siempre, y tú estás bien, — dijo la abuela.
María apoyó la cabeza en su abuela y se quedó dormida por un ratito. Cuando despertó, se sentía perfectamente bien y se reía mirando el espectáculo del circo. Había cinco payasos muy graciosos, y cuatro caballos blancos que, parados sobre sus patas traseras, bailaban alegremente al compás de la música, y un perrito vestido de payaso hacía pruebas divertidas. Se parecía mucho a Rolito el perrito de María. Era realmente divertido mirarlo y pensar que quizás Rolito podría aprender a hacer lo mismo.
Al salir del Coliseo, María y su abuela estaban muy contentas por la curación. Su mamá comentó qué contenta y qué bien estaba María. María miró a su mamá y alegremente dijo: — Mamá, no estoy enferma, Dios me sanó. Y estoy muy agradecida a la abuela y al abuelo por habernos traído al circo. Luego, María y su hermana comenzaron a charlar sobre lo que habían visto en el circo.
— Lo que más me gustó fueron los cinco caballos blancos, — dijo María. —¿Y a ti?
Nota a los padres:
Hace muchos años cuando María era niña, la abuela tuvo varias curaciones por medio de la oración, también tuvo muchas otras posteriormente. Ella comprendía la inocencia con que María aceptaba el amor de Dios, y se sentía muy agradecida por ello. La verdad de que Dios nos ama y nos sostiene con Su ley de amor, reemplaza el falso sentido de enfermedad. Sabiendo que Dios, el Amor, es el único poder y presencia, podemos negarle poder o presencia a todo aquello que es desemejante a Dios, el bien. Esta es la verdad sanadora que revela la Ciencia Cristiana.
La curación de María fue la evidencia de que Dios, el Amor, es el único poder. La enfermedad no tiene cabida en la creación de Dios, pues Dios es Todo, y El ama a cada uno de Sus hijos, siempre.
