Los dos hombres van caminando por el polvoriento camino. Ese día, llevan una pesada carga en sus corazones mientras caminan. Anhelan comprender lo que ha ocurrido, por qué ocurrió. Deben de estar sintiendo una frialdad de espíritu. La esperanza de todas las esperanzas ha sido frustrada. Su Maestro ha sido crucificado.
Y ahora, tres días más tarde del terrible acontecimiento, unas mujeres hallaron vacío su sepulcro. Las mujeres dicen que está vivo. Pero los once discípulos no lo han visto. Y, tal vez, los dos hombres piensen, nosotros no lo hemos visto. Lo mataron; todos saben eso. ¿Qué creer?
A medida que los dos hombres dejan atrás Jerusalén y siguen camino hacia un pequeño poblado conocido como Emaús, un extranjero se les une. Es Jesús. Pero ellos todavía no están listos para reconocer a un Salvador resucitado. El les reprocha su falta de fe; no obstante, con compasión empieza a enseñarles las Escrituras y revela todas las profecías que su vida y ministerio han cumplido.
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