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Un camino donde arden los corazones

Del número de septiembre de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Los dos hombres van caminando por el polvoriento camino. Ese día, llevan una pesada carga en sus corazones mientras caminan. Anhelan comprender lo que ha ocurrido, por qué ocurrió. Deben de estar sintiendo una frialdad de espíritu. La esperanza de todas las esperanzas ha sido frustrada. Su Maestro ha sido crucificado.

Y ahora, tres días más tarde del terrible acontecimiento, unas mujeres hallaron vacío su sepulcro. Las mujeres dicen que está vivo. Pero los once discípulos no lo han visto. Y, tal vez, los dos hombres piensen, nosotros no lo hemos visto. Lo mataron; todos saben eso. ¿Qué creer?

A medida que los dos hombres dejan atrás Jerusalén y siguen camino hacia un pequeño poblado conocido como Emaús, un extranjero se les une. Es Jesús. Pero ellos todavía no están listos para reconocer a un Salvador resucitado. El les reprocha su falta de fe; no obstante, con compasión empieza a enseñarles las Escrituras y revela todas las profecías que su vida y ministerio han cumplido.

Más tarde, se detienen para comer. El Maestro, como lo ha hecho en otras ocasiones, parte el pan y ofrece una bendición. Los hombres han sido preparados. Lo conocen. Es Jesús. Luego, los deja. “Y se decían el uno al otro: ¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y cuando nos abría las Escrituras?” Ver Lucas 24:13–32.

¿Queda alguna duda de que la vida de esos dos hombres jamás iba a ser la misma? Sus corazones habían ardido. El espíritu vital del discipulado cristiano había sido encendido en ellos. Iban a ser parte de una nueva Iglesia, una nueva manera de vivir, una nueva visión del poder transformador de Dios en la experiencia humana.

Aunque no pueda ser identificado el lugar exacto de ese camino que pasaba por una pequeña aldea indescriptible de Palestina, todavía hay un “camino a Emaús” que siempre está abierto a cada uno de nosotros. Hoy, la Ciencia del Cristo revela el significado espiritual, la luz, de las Escrituras, a quienquiera que busque, ore y escuche en humildad. El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, enseña con compasión el poder del mensaje inspirado de la Biblia, y muestra cómo la gracia de Dios abarca a la humanidad con curación y redención.

La Sra. Eddy, autora de Ciencia y Salud, escribe: “En el camino a Emaús, los amigos de Jesús lo reconocieron por sus palabras, las cuales hicieron arder sus corazones en ellos, y cuando partió el pan. El Espíritu divino, que así identificó a Jesús hace siglos, ha hablado por medio del Verbo inspirado, y por medio de éste hablará en toda época y en toda región. Se revela al corazón receptivo y se ve de nuevo que está expulsando el mal y sanando a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 46.

El Espíritu divino y único, que habla “por medio del Verbo inspirado”, nos habla del bien más grande que podemos conocer, porque este bien es infinito, el único bien. Es permanente, indestructible, el bien imperecedero, la Vida eterna misma. Es el bien que nutre, que sostiene y que es omnímodo: el Amor omnipresente mismo. Es el bien inteligente: la Mente que todo lo sabe. Es el único bien verdadero, el único Dios verdadero.

Cuando vislumbramos en cierta medida la realidad de este bien divino y el hecho de que el hombre refleja a Dios como Su semejanza espiritual, Su creación suprema, empezamos a sentir que la bondad de Dios tiene que constituir la verdadera sustancia de nuestro ser. Cristo Jesús comprendió que la sustancia del hombre es la manifestación de Dios; que es espiritual y no material. Demostró esto cuando sanó la ceguera, la lepra, la fiebre, la parálisis y “toda enfermedad y toda dolencia”. Mateo 4:23. Demostró plenamente la indestructibilidad de la sustancia perfecta del hombre en su propia resurrección y ascensión.

Después de la resurrección, cuando Jesús reveló el verdadero significado de las Escrituras a esos dos hombres en el camino a Emaús, ellos tuvieron que haber sentido el poder de la Biblia que verdaderamente los estaba cambiando. La gran bondad de Dios revelada en el plan de salvación del Amor es indiscutible. Cuando empezamos a ver lo que la Biblia nos dice acerca de lo que realmente somos — lo que es el hombre — jamás podemos volver a ser lo que creíamos que éramos. No somos mortales desesperanzados e indefensos, privados de nuestro Salvador. Somos el resultado inmortal de Dios, y Su Cristo siempre está con nosotros.

¡Qué bendición gloriosa! Este mensaje de luz penetrante, de la Verdad divina, está disponible para quienquiera que humildemente busque el significado espiritual de la Biblia y escuche en la quietud de la oración. Los hombres que iban a Emaús ciertamente habían conocido con anterioridad las palabras de las Escrituras, pero no fue sino hasta que el espíritu del Cristo brilló a través de la letra que sus corazones ardieron dentro de ellos. Como la Sra. Eddy escribió a los miembros de su Iglesia en 1902: “Nuestros pensamientos acerca de la Biblia expresan nuestras vidas”. Y también declara: “La Ciencia Cristiana alivia toda angustia en cuanto a las interpretaciones dudosas de la Biblia; enciende los fuegos del Espíritu Santo e inunda al mundo con el bautismo de Jesús”.Message to The Mother Church for 1902, págs. 4–5.

La Palabra inspirada revelada en la Ciencia Cristiana, nos muestra el profundo significado que hoy tiene la misión salvadora que Cristo Jesús puso en movimiento hace cerca de dos mil años. El camino donde los corazones arden siempre está abierto para nosotros. Y, recordemos, que cuando andemos por ese camino, jamás seremos los mismos nuevamente. Nuestra vida es hecha nueva en Cristo.

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