Escribo para expresar mucha gratitud a Dios por la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Por medio de mi comprensión de estas enseñanzas, me sobrepuse al temor durante un severo desafío, y, como resultado, tuve una maravillosa curación.
Un domingo por la mañana, justamente antes de salir para la iglesia, me estaba ondulando el pelo sosteniendo la cabeza sobre el vapor que salía de una tetera eléctrica. Súbitamente, la tetera explotó con un estruendoso estallido. La cara se me cubrió del sedimento hirviente que se había depositado en el fondo de la tetera con el curso de los años. (Evidentemente, el agua se había gastado y el interruptor de seguridad no había funcionado.) Intenté sacar el sedimento de los ojos echando mucha agua, pero esto era muy doloroso. La vista estaba borrosa y me atemoricé mucho.
Mi esposo y uno de mis hijos acudieron en mi ayuda. Les pedí que telefonearan a una practicista de la Ciencia Cristiana, para que me ayudara por medio de la oración, y me llevaron al sofá para recostarme. Ya era hora de salir para la iglesia. Como me sentí imposibilitada de ir, nuestro hijo, Scott, se quedó en casa para leerme. Yo quise que mi esposo y el resto de la familia fueran a la iglesia. Como el temor continuaba aumentando en mi pensamiento, sentí la necesidad de hablar con la practicista, cuyas declaraciones fueron firmes, reconfortantes y consoladoras.
Durante la siguiente hora y media, Scott me leyó en alta voz la Lección Bíblica para aquella semana (delineada en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana). Leyó y releyó las citas de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy. Scott se mantuvo muy firme en sus afirmaciones de la verdad espiritual, y me recibió en sus brazos y pensamientos mientras oraba para ayudarme. Acostada allí, con los ojos cerrados, lo escuchaba atentamente. Las sugestiones de que el temor pudiera apoderarse de mi pensamiento fueron descartadas en unos minutos. Yo sabía que el temor no podía anular el bien que se estaba desarrollando.
Aquella tarde, nuestra familia se iba a reunir con unos amigos Científicos Cristianos para una merienda y una caminata por las montañas. Cuando todo indicaba que yo no iba a poder ir con ellos, algunos no quisieron ir sin mí; y parecía que una agradable excursión quedaría arruinada. Decidí que era mejor ir con ellos, en lugar de quedarme en la casa pensando en el problema.
Y nos fuimos; aunque nunca vi el magnífico escenario durante este paseo, la curación se estaba realizando. En el camino, llamé por teléfono a la practicista, quien expresó mucha alegría al oír que yo había decidido ir al paseo. Ella me recordó que era mi espiritualidad, y no el paisaje montañoso, lo que yo necesitaba ver, y que nuestros amigos serían testigos de la curación. Nuestros amigos no mostraron ni curiosidad ni interés morboso; compartieron pensamientos útiles y expresaron mucho amor.
Mientras los otros daban su caminata, yo me quedé atrás, sintiendo mucha paz, y mi corazón y pensamientos receptivos a la verdad. El día ciertamente no fue una decepción, y regresé a casa con el pensamiento muy elevado.
A la mañana siguiente, mi hijo con mucho amor leyó la lección. Pero como yo no podía usar los ojos, y quería y necesitaba estudiar, una amiga me trajo una grabadora con varias cintas magnetofónicas publicadas por La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana. Durante el resto del día, escuché las cintas, regocijándome por los mensajes que transmitían.
El Himno N.° 64 del Himnario de la Ciencia Cristiana fue muy reconfortante e inspirador. Mientras lo escuchaba, realmente sentí “la calma... de inmortales cosas”. Mi pensamiento se inspiró, y oré por mantenerlo “en libertad”. Ciertamente, la voluntad humana no podía detener mis pasos de progreso.
Pasé muchas horas con los ojos cerrados, pero con mis pensamientos en armonía con las verdades expresadas en las cintas. La limpieza de los ojos se logró en forma natural cuando lágrimas brotaron de los ojos. Pronto el residuo del sedimento salió, y pude abrir los ojos con facilidad. Esto último ocurrió esa noche, cuando asistí a una reunión de nuestra iglesia filial en preparación para nuestra próxima conferencia de la Ciencia Cristiana. Las verdades expresadas por los miembros al ellos compartir su inspiración, fueron maravillosas. Cuando salí, pude mantener los ojos abiertos.
El próximo día, pude leer la lección por mí misma. Aunque la apariencia externa de los ojos, y el área alrededor, no era normal, no me dejé impresionar.
Para el miércoles, con mucha gratitud dije a la practicista que no la necesitaba, y serví aquella noche en nuestra Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana, antes y después de la reunión de testimonios de nuestra iglesia filial. En menos de una semana después del incidente, no había señal alguna de inflamación o quemadura.
Estoy muy agradecida a los solistas y narradores en las cintas por la calidad y excelencia en sus cantos y narraciones. En cada uno de los himnos hubo un mensaje especial que me reconfortó. El estar a solas, escuchando las palabras sanadoras, me proporcionó un feliz y precioso tiempo de crecimiento. Los himnos continúan siendo cada vez más parte de mi feliz estudio de la Ciencia Cristiana.
Mi esposo y yo hemos dependido con gratitud de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana para criar a nuestros cinco hijos. Nos hemos mudado muchas veces en el transcurso de los años, pero los contratiempos relacionados con los cambios, en realidad, han parecido fáciles. Esto es porque siempre hemos confiado en Dios para que nos ayudara, e inmediatamente hemos comenzado a asistir a la iglesia filial de la localidad, en donde nos hacíamos miembros activos. El año pasado, viajé a Inglaterra; fue maravilloso, al visitar las iglesias filiales, sentirme como si estuviera en casa. Esta fue otra prueba más de que la comprensión espiritual de iglesia está con nosotros dondequiera que vayamos.
Calgary, Alberta, Canadá
Soy el hijo al que se hace referencia en el anterior testimonio, y tengo mucho gusto en verificar las declaraciones y sucesos que mi madre ha descrito.
Justo antes de este tiempo de prueba, tuve el privilegio de asistir a la reunión para las Organizaciones de la Ciencia Cristiana en las Universidades, que se celebró en Boston, Massachusetts, E.U.A., en 1985. Las verdades espirituales compartidas en esa reunión fueron maravillosas e inspiradoras. Como resultado, mi comprensión de las enseñanzas de la Ciencia Cristiana aumentó y se afianzó más. Estoy muy agradecido de que en momentos de necesidad, me fuera posible compartir algunas de las verdades que aprendí mientras aún estaban frescas y claras en mi pensamiento.
