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¿Por qué cumplir con la norma cristiana de moralidad sexual?

Del número de septiembre de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Algunos opinan que en la sociedad de hoy no tiene sentido cumplir con la norma cristiana de moralidad sexual. Pero el cristiano sincero está convencido de que esta norma es tan válida ahora como lo era hace dos mil años.

La razón de esta convicción es simple, aunque profunda: la obediencia a la ley moral nos capacita para crecer espiritualmente.

El crecimiento espiritual es de gran valor. Sin él no podemos seguir el ejemplo de Cristo Jesús, y sin él no podemos sanar o progresar en la comprensión de la Ciencia Cristiana. Por medio del progreso espiritual, llegamos a conocer mejor a Dios, y a nosotros mismos como Su imagen y semejanza espiritual. Llegamos a una demostración más completa del reino de los cielos dentro de nosotros aquí y ahora, como Jesús lo enseñó. Además, la voluntad del Padre se cumple en mayor grado en nuestra vida.

La obediencia a la ley moral tendría muy poco o nada que ver con nuestro progreso espiritual si esta ley fuera meramente de origen humano. Pero la Biblia revela a Dios como la fuente de la verdadera moralidad, y las enseñanzas de la Ciencia Cristiana explican este hecho.

Dios es el Principio divino, el único legislador verdadero; y Su ley divina mantiene al hombre como Su imagen y semejanza espiritual, por siempre libre del materialismo ilusorio y esclavizante. La ley moral es el resultado de inspiradas vislumbres de la naturaleza de esta ley divina constantemente activa. La verdadera moralidad no es el resultado de la legislación humana, sino de la revelación divina.

La obediencia a la ley moral sostiene nuestros esfuerzos por descubrir y expresar nuestra verdadera identidad espiritual, por reflejar la naturaleza de Dios. Nuestra individualidad espiritual incluye la pureza, que es la expresión del Espíritu absoluto; el amor, que refleja al Amor divino e ilimitado; y, el correcto autogobierno, que es el resultado del Principio divino e infalible. El expresar estas cualidades nos pone en armonía con la naturaleza divina e impulsa nuestro crecimiento y progreso espirituales.

Por otra parte, el hacer caso omiso de la ley moral promueve la sensualidad, el egoísmo y la irresponsabilidad. Al ceder a estas actitudes erróneas, nos identificamos a nosotros mismos y a los demás como mortales y hacemos de la materia y de las sensaciones materiales el foco de nuestros pensamientos. Así es que somos presa de la materialidad y estamos ciegos a la espiritualidad. Perdemos el derecho a progresar espiritualmente.

El cumplir con la ley moral no significa privarnos de algo realmente bueno. Más bien, significa sacrificar actitudes erróneas, así como las acciones que las acompañan. Al esforzarnos por liberarnos de la esclavitud de la mentalidad material, y por ser fieles a nuestra identidad espiritual a semejanza de Dios, nos sentimos cada vez más libres para responder a Su gobierno y para crecer espiritualmente.

La pureza es esencial para el crecimiento espiritual. Jesús dijo a sus seguidores: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. Mateo 5:8. El mantener relaciones sexuales sólo dentro del matrimonio no es suficiente para garantizar esta pureza; hasta los cónyuges necesitan superar la sensualidad. En forma ideal, el matrimonio representa el amor duradero y la devoción desinteresada de ambos por la felicidad mutua; y esto es una protección para la pareja contra la sensualidad. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy escribe: “El matrimonio debiera mejorar la especie humana, convirtiéndose en una barrera contra el vicio, una protección para la mujer, una fuerza para el hombre y un centro para los afectos”.Ciencia y Salud, pág. 60.

Las relaciones sexuales extramaritales se oponen a la norma cristiana de moralidad sexual. Es imposible dejar de lado esta norma y seguir expresando pureza. La inmoralidad sexual no está apoyada por el Principio divino, así que carece de una ley que la sostenga, y va en contra del crecimiento espiritual.

A menudo, uno puede aceptar la prohibición moral de cometer adulterio sobre la base de que el adulterio viola el contrato matrimonial y puede ser devastador para uno de los cónyuges. Pero, puede que uno no esté tan dispuesto a entender por qué dos adultos solteros, y de mutuo acuerdo, no deberían tener relaciones sexuales. Sin embargo, el abstenerse de tener relaciones sexuales premaritales requiere de nosotros las mismas cualidades que el abstenerse de cometer adulterio: autocontrol, desinterés y sobriedad. Estas virtudes morales, que promueven el crecimiento espiritual al dominar la animalidad, son tan importantes para aquellos que son solteros como para quienes están casados.

Una vida que está en completo acuerdo con la ley moral puede ser muy gratificadora, rica en crecimiento y desarrollo espirituales, como lo demostró Jesús. Por ejemplo, la Biblia nos dice que en una ocasión Jesús fue tentado, por sugestiones diabólicas, a utilizar el poder espiritual en formas sutilmente inmorales. Si hubiera sucumbido, hubiera violado el primer mandamiento de adorar a un solo Dios. Jesús sabía esto, y su espiritualidad — su divinidad — lo forzó a resistir las tentaciones humanas. Entonces, nos dice la Biblia: “Vinieron ángeles y le servían”. Mateo 4:11. Esta experiencia del Maestro, ¿no nos está señalando el progreso espiritual y las bendiciones que nos vienen al cumplir con la ley moral?

El Cristo, que Jesús demostró tan cabalmente, se define en Ciencia y Salud como “la divina manifestación de Dios, la cual viene a la carne para destruir el error encarnado”.Ciencia y Salud, pág. 583. El papel del Cristo es despertar la consciencia humana para que ceda al gobierno de la Mente divina. Cuando nos sentimos impulsados a obedecer los preceptos morales y a resistir las sugestiones de la mente carnal, experimentamos el Cristo, o la influencia divina, en nuestra consciencia. Cuando cedemos a esta influencia podemos vencer las sugestiones erróneas, por más seductoras que parezcan. Entonces, nosotros también estamos preparados para recibir los mensajes — o ángeles — de Dios.

En algún momento, puede que nos sintamos tentados a creer que la materia proporciona placer. Pero esta creencia falsa no tiene base en la realidad; es ilusoria, y como toda ilusión, está sujeta a cambio y disolución en cualquier momento. De igual manera, la alegría y satisfacción aparentes que acompañan esta falsa creencia son inseguras y poco duraderas. La alegría y satisfacción verdaderas provienen del Alma, Dios, y están por siempre expresadas en el hombre espiritual. Al obedecer la ley moral entendemos con mayor claridad este hecho espiritual. Y, por consiguiente, obtenemos un sentido más real y duradero de la alegría y la satisfacción.

Las relaciones que se ajustan a la ley moral — lejos de ser aburridas y monótonas — son muy gratificadoras. No nos privan de sentir un profundo afecto ni de los medios legítimos para expresarlo. En efecto, es muy probable que nuestras relaciones estén imbuidas de un sentido cada vez más fuerte del amor verdadero, que refleja la naturaleza de Dios como Amor y Principio a la vez. Entonces conocemos no sólo la alegría del afecto, sino la paz y la libertad que derivan del autocontrol y la disciplina. La Biblia nos asegura: “Mucha paz tienen los que aman tu ley”. Salmo 119:165.

La norma cristiana de moralidad sexual no está pasada de moda. Arraigada en la revelación divina, es tan pertinente para esta época como lo fue para épocas anteriores, y cuando realmente apreciamos el progreso espiritual y las bendiciones que trae, vemos la necesidad de cumplir con esta norma moral.

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