Algunos opinan que en la sociedad de hoy no tiene sentido cumplir con la norma cristiana de moralidad sexual. Pero el cristiano sincero está convencido de que esta norma es tan válida ahora como lo era hace dos mil años.
La razón de esta convicción es simple, aunque profunda: la obediencia a la ley moral nos capacita para crecer espiritualmente.
El crecimiento espiritual es de gran valor. Sin él no podemos seguir el ejemplo de Cristo Jesús, y sin él no podemos sanar o progresar en la comprensión de la Ciencia Cristiana. Por medio del progreso espiritual, llegamos a conocer mejor a Dios, y a nosotros mismos como Su imagen y semejanza espiritual. Llegamos a una demostración más completa del reino de los cielos dentro de nosotros aquí y ahora, como Jesús lo enseñó. Además, la voluntad del Padre se cumple en mayor grado en nuestra vida.
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