Un amigo mío tenía un trabajo que incluía la nueva decoración de una clínica. El proyecto requería extenso trabajo en un pabellón de la clínica donde vivían hombres y mujeres quienes, ante toda apariencia humana, habían caído en una severa senilidad.
A todos los trabajadores les pareció ésta una difícil situación en la que trabajar cerca de los pacientes exigía mucho cuidado y gran atención. Una mañana mi amigo, que es Científico Cristiano, estaba pensando en las palabras de un himno del Himnario de la Ciencia Cristiana:
La colina, di, Pastor,
cómo he de subir;
cómo a Tu rebaño yo
debo apacentar...Himnario, N.° 304.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!