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Meditemos sobre la ternura de Dios

[Original en español]

Del número de septiembre de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes de su ascensión — antes de desaparecer a la vista humana, luego de haber padecido persecución y muerte a causa de que el mundo no comprendió su mensaje de salvación — Jesús nos dio una idea del gran amor que Dios tiene para con nosotros. Al hablar del Cristo, la naturaleza divina que él había demostrado para toda la humanidad, declaró: “He aquí yo estoy con vosotros todos los días...” Mateo 28:20. Dijo estas palabras de consuelo sin rencor, sin un átomo de resentimiento, a pesar de haber sido abandonado, momentáneamente, hasta por sus discípulos. El demostró Vida eterna presentándose ante sus discípulos físicamente inalterado luego de su crucifixión. Con gran amor y ternura les dejó aquel maravilloso mensaje: el Cristo, la Verdad, está con nosotros todos los días.

¿Cómo podemos realizar esta promesa del Cristo en nosotros, que nos resucita a la buena y verdadera vida? ¿Cómo podemos percibir el bien en nuestra propia vida?

Pongamos atención a lo que dice el libro de Isaías cuando describe al siervo de Jehová, o sea, al Mesías o Cristo, quien es nuestro modelo de ternura y de fortaleza moral y espiritual: “No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oir en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia”. Isa. 42:2, 3.

Es una hermosa promesa para detenerse y escudriñarla. Allí está la misericordia de Dios, la ternura que Dios tiene para con todos; nada ni nadie queda fuera de Su cuidado. El está protegiéndonos continuamente; y por medio de la operación del Cristo en nuestra consciencia, respondemos siguiendo la dirección de Dios aun cuando nuestra fe sea muy débil. Respondemos, aunque estemos resquebrajados por la injusticia y la inmoralidad del mundo; aunque nuestros corazones se hayan entibiado a causa de sufrir o de pecar. Aun así, la ternura de Dios nos está rodeando, y la oportunidad para despertar a Su presencia nos está esperando.

Querido lector, este mensaje proviene de mi corazón, pues en mi propia experiencia he visto la ternura de Dios y Su gran misericordia rodeándome.

Cuando apenas tenía diecisiete años, y a pesar de haber concurrido durante toda mi niñez a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, comencé a trabajar en una fábrica donde la moral y las buenas costumbres eran prácticamente desconocidas. El sexo, el tabaco y el alcohol eran el fuerte de aquella vida, ¡y yo me pasaba allí trece horas al día! Pero, a nadie le echo la culpa por mis propias acciones. Es sólo el mal que aceptamos como real y que susurra dulces palabras en nuestros oídos y a nuestra debilidad. Quisiera aprovecharse de nuestra falta de madurez cuando tratamos de distinguir entre el bien y el mal. Eso me pasó a mí: las dulces palabras del mal sobre la libertad sexual, el sabroso gusto de los cigarrillos y de las bebidas alcohólicas, y el deseo de estar a la moda, tuvieron su efecto; así que me encontré con que quería abandonar todo lo que era moral y correcto. Mi familia y el buen novio que tenía nada sabían de mi estúpida doble vida.

Pero la voz de Dios estaba gritando en mi interior; la “caña cascada” y el “pábilo que humeare” estaban allí, ¡aún con vida! Gracias a nuestro Dios, la luz apareció en medio de una tormenta de error, y me encontré casada con ese buen muchacho y viviendo en una casita en el campo. Entonces, me di cuenta de la oportunidad que tenía de cambiar de vida, y, caminando miles de veces por el campo — por ese mundo tan sencillo y puro — encontré la ternura de Dios en todas las cosas. Se me había dado la oportunidad, y tenía que aprovecharla. Comencé a concurrir nuevamente a la iglesia; yo, que no veía más allá de mis narices, comencé a ver un horizonte lleno de las esperanzas de un porvenir completo en santidad y libertad.

Dios se estaba revelando a Sí mismo en mi vida, en mi comprensión creciente de El y de Su gran amor. A través de Su amor y cuidado, tuve tres hermosos hijos, aunque la ciencia médica había predicho que no podría tener hijos; y por medio de esta curación, mi esposo, que era casi ateo por educación, comenzó a concurrir a la iglesia. El es ahora un trabajador más en la gran Causa de la Ciencia Cristiana.

Querido lector, la ternura de Dios que a mí me envolvió está también con usted, quizás haciéndose evidente en la sonrisa de un amigo; en un ramo de flores; en el mismo sol que nace cada día. La oportunidad para cambiar de vida está aquí, ¡ahora!

No es fácil, no. La lucha contra el pecado es hermosamente dura; hermosamente, porque así nos vamos templando y descubriendo, mientras vencemos las tentaciones, la gloriosa libertad de la vida espiritual. Esta nueva vida nos da la libertad de gozar y expresar la naturaleza pura de Dios, ese mismo Dios que llegamos a conocer por medio de nuestra oración y nuestro estudio de la Biblia, y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.

Hagamos como Elías; venzamos el pensamiento temeroso que es creador de tantos males. En épocas de aflicción, Elías percibió que Dios no está en el viento, el terremoto o el fuego, sino que está en el “silbo apacible y delicado”, Ver 1 Reyes 19:11, 12. que nunca deja de guiarnos cuando prestamos atención.

¡Las criaturas de Dios están siempre intactas y perfectas! “El reino de Dios está entre vosotros”, Lucas 17:21. dijo Jesús, y allí podemos encontrarlo — en nuestro verdadero ser espiritual — aun cuando el viento de la enfermedad, el terremoto del pecado y el fuego de la ira y la injusticia estén pasando a nuestro lado. Aun así, con fortaleza y paciencia, tratemos de restablecer, por medio de la oración, nuestra consciencia del reino de Dios. Y, gradualmente, como cuando se abre una flor, aparecerá en nosotros, más y más, nuestra pura identidad espiritual.

Cristo Jesús es el Mostrador del camino hacia la demostración de nuestro ser verdadero. La bondad, honradez y bendición eran su fortaleza. Dios, el Amor divino, era su Padre. El bebió de la fuente del Amor, y Amor fue lo que demostró. El conoció a Dios cara a cara; nosotros también podemos conocerlo a El, al orar y al seguir al Maestro.

Ciencia y Salud describe la maravillosa ternura de Dios, de esta manera: “Dios modela todas las cosas conforme a Su semejanza. La Vida se refleja en existencia, la Verdad en veracidad, Dios en bondad, las cuales imparten la paz y permanencia que les son propias. El Amor, fragante de generosidad, baña todo en belleza y luz. La hierba bajo nuestros pies silenciosamente exclama: 'Los mansos heredarán la tierra'. El modesto madroño exhala su dulce fragancia al cielo. La gran roca da sombra y abrigo. La luz del sol destella desde la cúpula de la iglesia, penetra en la celda de la prisión, se desliza en el aposento del enfermo, ilumina la flor, embellece el paisaje, bendice la tierra. El hombre, hecho a Su semejanza, posee y refleja el señorío de Dios sobre toda la tierra. El hombre y la mujer, coexistentes y eternos con Dios, reflejan eternamente, en calidad glorificada, al infinito Padre-Madre Dios”.Ciencia y Salud, pág. 516.

Busquemos en nuestro pensamiento, en serena quietud — aunque sea por un instante — la protección de la roca que da sombra y abrigo en Aquel que “con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro”. Salmo 91:4. Oremos con la seguridad de que Dios nos dará la sabiduría para que percibamos el hecho maravilloso de que somos, aquí y ahora, hijos de Dios, perfectos, individuales y eternos. Comprenderemos, entonces, cuán grande es la ternura de Dios; ternura jamás medida ni retenida, que está siempre a nuestro alcance. Tenemos la oportunidad. ¡Aprovechémosla!

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