Esta es la forma en que hago pública mi gratitud para dar a conocer, en parte y algo tarde, lo que la Ciencia Cristiana ha hecho por mí. Agradezco a Dios que mis padres conocieron la Ciencia Cristiana, y tenían cierto conocimiento de ella antes que yo naciera. Me han dicho que cuando era niña, no podía retener el alimento. Al cabo de seis semanas pesaba menos que al nacer. Una prima de mi madre sugirió que se pidiera ayuda a una practicista de la Ciencia Cristiana. Mi madre se comunicó con una practicista, quien oró por mí. Como resultado, a los diez días, había sanado completamente.
A través de los años, he tenido tantas curaciones mediante la confianza total en Dios que encuentro difícil saber por dónde empezar este testimonio. Quiero expresar mi gratitud por lo que, para mí, fue una curación importante que ocurrió hace unos diez años. Espero que pueda ayudar a otros a confiar firmemente en Dios en momentos de prueba.
Llegó un momento en que, de repente, dejé de tener evacuaciones intestinales. Después de orar por mí misma, según se enseña en la Ciencia Cristiana, y al no haber tenido un éxito evidente, decidí llamar a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara. Temía que si no me sanaba iba a morir. Esta querida practicista oró por mí diariamente, y cada día aportó a esta experiencia renovación e inspiración.
En esa ocasión, ya había estado dedicando mis horas al estudio y oración en la Ciencia Cristiana. Durante este período inspirador, fui liberada de falsos rasgos de carácter y de problemas asociados con características hereditarias. Estaba adquiriendo una comprensión mejor acerca de Dios, y aprendiendo que todos mis pensamientos verdaderos provienen de Dios, la única Mente. El hombre no tiene una mente separada de Dios.
Nadie, ni siquiera mi esposo, sabía de este problema, excepto la practicista. Continué alimentándome adecuadamente y trabajando como de costumbre. Aun cuando no evacuaba los intestinos, no tuve ningún dolor durante ese tiempo.
Después de haber orado sinceramente durante dos meses, una mañana empecé a sentirme desalentada. Incluso, pregunté a la practicista si debía relevarla y pedir a otra practicista que me ayudara. Puesto que, a través de los años, había tenido muchas curaciones mediante la Ciencia Cristiana, era la única forma de tratamiento en la que había pensado. No tenía fe en los medios materiales. Esa mañana, después de hablar con la practicista, me recosté sobre la cama, y hablé con Dios. “Dios mío”, dije, “he estudiado y orado sinceramente, y también lo ha hecho la practicista. Ahora, no voy a hacer ninguna otra declaración; sólo voy a prestar atención a lo que Tú tengas que decirme”.
Me quedé recostada, escuchando, durante lo que me pareció haber sido un largo tiempo. Entonces, vino muy claramente a mi consciencia un pensamiento atronador: “Yo te levantaré”. Y supe que así sería. Salté de la cama. Sabía que Dios no me había abandonado. Sabía que El estaba conmigo como siempre lo había estado. Llamé a la practicista, y nos regocijamos juntas. ¡Canté de alegría!
Al cabo de dos semanas, empecé a evacuar los intestinos normalmente. Durante varios meses después de eso, me invadía el temor y sufría de estreñimiento por corto tiempo. Pero sabía que Dios me había sanado y que nada podría anular la curación. Gradualmente, desapareció todo temor de que la condición volvería. Estaba completamente libre y he continuado así desde entonces.
Mi gratitud por esta Ciencia del Cristo que nos proporciona una mejor comprensión de lo que es Dios, no tiene límites. Doy gracias a Dios por La Iglesia Madre y por todas sus actividades, que incluyen las publicaciones periódicas de la Ciencia Cristiana. Dios es sumamente bueno.
Seattle, Washington, E.U.A.
