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Debilidad y enfermedad: su causa y curación

Del número de septiembre de 1987 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La Descubridora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Mary Baker Eddy, usó ilustraciones tomadas de distintos aspectos de la experiencia humana para ayudarnos a entender cabalmente la influencia del pensamiento sobre el cuerpo. En Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras ella relata la experiencia, que se había publicado en una revista médica, acerca de una joven que sufrió una decepción amorosa.

Transcurrieron los años, pero el tiempo se detuvo para esta mujer que se pasaba esperando el regreso de su amado. Aunque tenía mucho más de setenta años, la gente suponía, por su aspecto, que todavía era joven. La Sra. Eddy llegó a esta conclusión: “No podía envejecer mientras se creía joven, porque el estado mental gobernaba al físico”.Ciencia y Salud, pág. 245.

De manera similar, un diario publicó recientemente un artículo sobre una investigación actual llevada a cabo por varios siquiatras, la cual relaciona el estado de salud de una persona con su estado mental. Evidentemente, como parte del esfuerzo para ayudar a quienes sufren de la llamada personalidad múltiple, estos médicos empezaron a observar y a explorar de qué manera distintos estados de pensamiento y acción, representados por varias personalidades que compartían un cuerpo, afectaban ese cuerpo.

Casos como esos demuestran “fenómenos médicos extradinarios”, según el investigador principal del Instituto Nacional de Salud Mental, a quien se citó en el mismo artículo del diario. Otro médico dijo que algunos pacientes “usan distintos pares de anteojos porque su visión cambia con cada personalidad que asumen”. Mencionó a una mujer que fue “admitida en un hospital porque tenía diabetes”, según dicho diario. “Desconcertó A sus médicos al no mostrar síntomas de esa enfermedad en momentos en que dominaba una personalidad que no era diabética”. El artículo también mencionaba a un joven que “era alérgico a la fruta cítrica en algunas de sus personalidades, pero no en otras”.The New York Times, 21 de mayo de 1985.

Ahora bien, naturalmente que todo lo expuesto hasta ahora no tiene el propósito de alentarnos a perder la noción del tiempo para evitar envejecer, ni de desarrollar los síndromes de personalidades opuestas para substituir un conjunto de enfermedades por otro. Citamos estos informes con el propósito de mostrar que la senilidad y toda la gama de las llamadas dolencias corporales no son los efectos de una ley natural o física, como muchos creen.

La Ciencia Cristiana cuenta con un largo historial de casos de curaciones realizadas por medios espirituales, que son resultado de la oración solamente, para validar la deducción de que la decadencia y la enfermedad, de hecho, nunca son inducidas biológicamente, ni siquiera cuando así lo parecen. Dios, el Espíritu, es Todo, como lo revela la Ciencia, por eso la materia misma no es sino un sentido material equivocado. En vista de que las pretensiones de la edad y el sufrimiento se basan en la creencia errónea de que la materia es sustancia y vida verdaderas, la conclusión a la que puede llegarse es que los trastornos físicos no sólo son causados mentalmente, sino que son totalmente mentales, aun cuando parezca que son enteramente físicos. Puesto que Dios, la única Mente, es completamente bueno, realmente no hay mente que cause o sufra decadencia o enfermedad. Por tanto, estos errores acerca de Dios y Su creación, la cual no incluye edad ni enfermedad, son ilusiones horribles.

No obstante, la Ciencia Cristiana no condena a quienes están debilitados o enfermos por aferrarse a su propia miseria. La creencia en la decrepitud y la enfermedad ya era general antes que, a cualquiera de nosotros, se nos hubiera enseñado a aceptarla. Siempre podemos optar por no creer en ella. La Ciencia Cristiana enseña que aun si los demás aceptan totalmente una ilusión, esto no la convierte en verdadera. Ni tampoco pueden las convicciones del pasado impedirnos aprender y probar que la ilusión del error, una vez que se la ha reconocido por lo que es, puede ser reemplazada con la verdad.

La verdad es que la Vida es Dios, y, por lo tanto, la Vida es perfecta eternamente; la Vida es Amor, incapaz de crear o permitir la creación de algo que pueda limitar o amenazar la inmortalidad y la armonía del hombre, es decir, la amada semejanza de Dios. Y Dios envía a Su Cristo, la Verdad — Su mensaje sanador y salvador demostrado completamente por Cristo Jesús y cabalmente explicado en la Ciencia Cristiana — para exponer el engaño del mal y así sanar a la humanidad de la creencia en la mortalidad y el sufrimiento.

Si alguien se cree achacoso o enfermo, necesita la clase de cambio que efectuó Jesús en su obra sanadora y redentora. Esto va más allá de un cambio exterior, en el que un mortal decrépito y enfermo llega a ser un mortal animado y saludable. Es un despertar espiritual para percibir la naturaleza inmortal y perfecta del hombre, la imagen espiritual de Dios. ¿Cómo se produce un cambio como ése? Jesús, el sanador más eficaz que jamás haya conocido el mundo, dijo: “Os es necesario nacer de nuevo”. Juan 3:7.

El volver a nacer espiritualmente incluye la regeneración mental, moral y física. Para despojarse de lo que Pablo llama “el hombre viejo” y revestirse del hombre nuevo o real, se requiere un cambio radical en la perspectiva y acción, un cambio del concepto egoísta de recibir por el concepto basado en lo divino de dar. La regeneración nos conduce naturalmente de la materialidad insaciable a la espiritualidad que satisface; de la separación, discordia y disensión a la unidad, armonía y paz con Dios y con nuestro prójimo. Esto requiere comprensión y obediencia absoluta a Dios y Su ley.

Los preceptos cristianos nos exigen que no tengamos más que un solo Dios, el Amor, y que expresemos nuestra lealtad a Dios amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Los cambios que se producen, a medida que actuamos de acuerdo con estas enseñanzas, llegan tan alto como nuestros ideales y tan profundo como nuestras convicciones, tienen un efecto sanador de largo alcance que abarca toda nuestra experiencia, corrigen la ignorancia, sanan el temor, reprenden al pecado, restauran el vigor, la belleza y la salud.

Jesús dijo: “Yo he vencido al mundo”. Juan 16:33. Y todo aquel que quiera tener parte en la curación cristiana debe vencerlo también. El hecho de que Jesús haya vencido al mundo implica e incluye el vencer la mundanalidad. Por tanto, aun cuando la Ciencia Cristiana enseña, en las palabras de su Descubridora, que “la enfermedad es una cosa del pensamiento, manifestándose en el cuerpo...”, ofrece, con la compasión del Consolador, la tierna y misericordiosa ley de Dios de salvación para todos. Y como continúa diciendo la Sra. Eddy: “Su ley de la Verdad, cuando es obedecida, extirpa todo estado erróneo, físico o mental”.Rudimentos de la Ciencia Divina, pág. 10.

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