La historia de nuestro planeta desgraciadamente nos muestra con mucha frecuencia que hay muy poco respeto por el valor de la vida individual. En muchas ocasiones, los intereses egoístas de unos pocos que tenían poder, o de muchos que procuraban tenerlo, trajeron como resultado la denigración y destrucción de quienes fueron usados para promover esos intereses o de quienes se interpusieron.
Algunas veces, la destrucción fue tremenda. Por ejemplo, al escribir sobre los males del mercado de esclavos africanos, el autor Richard Wright calcula que más de catorce millones de negros fueron traídos a la fuerza al Nuevo Mundo entre los siglos diecisiete y diecinueve, y que tal vez el cuádruple de esa cantidad perecieron al cruzar el Atlántico. En su libro 12 Million Black Voices (12 millones de voces negras), el Sr. Wright dice algo que parece resumir el insensible desinterés por la vida y dignidad individual que era característico del mercado de esclavos. Escribe: “... cuando nos enfermábamos, nos arrojaban vivos al mar, y el capitán, peregrino del progreso, hacía una cuidadosa entrada en el diario de navegación con lo que suscintamente saldaba todas las cuentas terrenas: ‘carga echada al mar’ ”. Ver 12 Million Black Voices (New York: The Viking Press, 1941), págs. 14–15.
Por supuesto, hoy en día pocos considerarían que tener esclavos es moralmente aceptable, aun cuando otras formas de esclavitud económica, tiranía política y egoísmo personal mantienen todavía a muchos en esclavitud. Además, hay ocasiones en que la gente se mantiene a sí misma atada por desesperados sentimientos de falta de mérito e insuficiencia.
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