La vida de Cristo Jesús ofrece un innegable ejemplo de fidelidad a la misión que Dios le encomendó. Con una fidelidad inquebrantable a su misión de revelar la creación perfecta de Dios para la salvación de la humanidad, realizó curaciones sin paralelo y venció a la muerte en otros y en sí mismo. En él tenemos al Fundador del cristianismo y el ejemplo de amor cristiano verdadero que debemos seguir.
Diecinueve siglos después, la historia registra la fidelidad de una mujer a su descubrimiento de la Ciencia del Cristo, la y la ley que Jesús enseñó. Fielmente, ella recibió de Dios, y dio al mundo, el Consolador prometido por el Maestro, Ver Juan 14:26. que revelaría a la humanidad la ley divina que consuela, sana y salva. Esta fidelidad a las enseñanzas de Jesús permitió a esa misma mujer, la Sra. Eddy, llegar a ser la Descubridora de la Ciencia Cristiana y Guía de este movimiento. A través de la vida y enseñanzas del Maestro, y por medio de la obra de la Sra. Eddy y de las curaciones que ella efectuó siguiendo el ejemplo de Jesús, vemos que es indispensable la fidelidad a lo que el Cristo, la Verdad, revela a la consciencia humana. Por medio de esta obediencia, descubrimos la creación espiritual de Dios y Su voluntad, que incluye salud y santidad.
Semejante fidelidad implica más, mucho más, que estar dispuestos a obedecer los requerimientos de Dios meramente en forma externa. Implica una labor paciente para resolver el problema del ser. Requiere una constante negación de todo aquello que sugiera que la vida es material, además de perseverancia en reconocer que Dios es Todo-en-todo, la única Mente que existe. Esta Mente divina no crea la enfermedad, el pecado, la muerte o cualesquiera de las otras miserias que desafían a la humanidad. Es necesario el crecimiento espiritual para resistir y vencer con éxito estos desafíos.
Jesús hizo ver a sus discípulos con toda claridad la necesidad de crecer espiritualmente si uno ha de sanar por medios espirituales solamente. Cuando algunos de sus discípulos le preguntaron por qué no habían podido sanar un determinado caso, Jesús respondió: “Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno”. Marcos 9:29.
¿Qué es este “ayuno” al que Jesús se refiere, junto con la oración, como un elemento indispensable para lograr una total eficacia en la curación espiritual? Veamos cómo explica la Sra. Eddy este requerimiento de nuestro Maestro: “El espíritu de estas palabras fue: Silenciad los apetitos, la pasión, y todo aquello que batalla contra el Espíritu y el poder espiritual”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 339.
Esta declaración de nuestra Guía nos hace ver con claridad que para que esto nos llegue al corazón y lo purifiquemos, tenemos que estar en guardia contra los pensamientos que tratarían de alejarnos de Dios y, de ese modo, ocultarnos nuestra identidad real como Su linaje, identidad creada espiritualmente a Su semejanza. El estar en vigilancia científica contra las sugestiones mentales agresivas para reemplazarlas con la verdad del ser, requiere un estudio a fondo de la Biblia junto con el libro de la Sra. Eddy Ciencia y Salud, que elucida su significado espiritual. Estos dos libros son inseparables en la Ciencia Cristiana y ambos deben ser estudiados persistentemente. Esta perseverancia no es fanatismo religioso. Es fidelidad; es obediencia. Necesitamos esta perseverancia para descubrir nuestro ser real, que se percibe mediante los sentidos espirituales. Y los sentidos espirituales se desarrollan no sólo a través de la letra de la Biblia, sino a través de su significado espiritual.
¿Es fácil andar el camino que nos lleva a comprender quiénes somos realmente? No, no para los sentidos materiales, que no ceden sin luchar por mantener su atractivo para aquellos que puedan ser atrapados por sus falsas promesas. Pero Dios nos sostiene en esta lucha por mantenernos fieles a la Ciencia Cristiana. Jesús debe de haber sentido inmensamente este poder sostenedor de nuestro Padre celestial. A pesar del odio, la indiferencia, la ingratitud y la calumnia que enfrentó, pudo decir: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Y más adelante añade: “Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”. Mateo 11:28, 30.
Estas sagradas palabras son un aliciente para aquellos que sienten que la copa que han bebido durante toda su vida ha sido demasiado amarga para tan siquiera tratar una mejor manera de vivir que los libere de sus miserias. Pero hay una gran diferencia entre trabajar del lado del Espíritu, Dios, y luchar del lado de la materia. La materia no ofrece recompensa; sólo decepciones. No lleva a ninguna parte; gira alrededor de sus propios fracasos y decepciones. Quisiera impedirnos que sigamos al Cristo, la Verdad, y que resolvamos el problema del ser como se nos enseña a hacer en la Ciencia Cristiana. Quisiera despojarnos de nuestras demostraciones graduales de dominio, el dominio que en realidad está incluido en nuestra verdadera identidad como idea de Dios, creada para reflejar Su naturaleza. Expresar más de nuestra naturaleza real requiere una inquebrantable fidelidad a la Vida, Dios, la única Vida que existe, la única fuente de existencia verdadera, en la cual no hay enfermedad, ni pecado, ni muerte.
El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, nos dice: “El magnetismo animal, el hipnotismo, el espiritismo, la teosofía, el agnosticismo, el panteísmo y la incredulidad son antagónicos al ser verdadero y funestos para su demostración — como también lo son algunos otros sistemas”. Y continúa en el siguiente párrafo: “Debemos abandonar la farmacéutica y emprender el estudio de la ontología, —‘la ciencia del ser verdadero’. Debemos examinar profundamente la realidad en vez de aceptar sólo el significado exterior de las cosas”.Ciencia y Salud, pág. 129. El aferrarse a este mensaje inspirado por Dios es ser fiel, y ser fiel del lado de Dios nos trae una recompensa segura.
Si esta fidelidad lleva a un Científico Cristiano a ser catalogado por otros como fanático, esta es una oportunidad inapreciable para regocijarse en el apoyo de Dios, en la fortaleza de Dios, y en la recompensa de Dios: crecimiento espiritual. Esto a su vez se manifiesta en curación moral y física, así como en mejores condiciones en cada esfuerzo correcto que hagamos.
Cobramos ánimo al saber que nuestra fidelidad al seguir la dirección de Dios y aceptar humildemente la operación de Su Cristo en la consciencia humana no es en vano. Adquirimos una fortaleza inquebrantable al comprender espiritualmente que la Ciencia Cristiana no es una secta religiosa cuya finalidad es hacer mejores mortales de mortales enfermos, pecadores o infelices. La Ciencia Cristiana lleva a sus estudiantes a comprender que la existencia mortal es un sueño, y que el hombre no es mortal, sino inmortal. El hombre es la idea espiritual de Dios, y esta realidad debe ser traída a la luz paso a paso aquí y ahora, así como en lo que llamamos el más allá. El aferrarse a esta revelación, que llega a la consciencia fiel, requiere consagración al seguir al Cristo, la Verdad, no sólo en tiempos de necesidad, sino también en la vida normal de todos los días. ¿Cómo podría ser de otro modo cuando percibimos que nuestra vida debe ser consagrada a reflejar a Dios, que es Vida?
Percibir la correlación espiritual que existe entre la Biblia y el libro de texto de la Ciencia Cristiana nos ayuda a ser fieles a las enseñanzas de la Ciencia Cristiana. Tomemos, por ejemplo, la maravillosa, innegable coincidencia que existe entre la declaración de 1 Juan 3:1–3 y “la exposición científica del ser” dada en Ciencia y Salud. Ver ibid., 468:10–16. Estas dos profundas declaraciones traen a la consciencia humana el poder que nos sostiene cuando somos tentados por los sentidos materiales a emplear medios de curación opuestos a Dios, el Espíritu. Sabemos que estamos trabajando para la eternidad; que estamos esforzándonos por demostrar lo que realmente somos: hijos de Dios. Nos damos cuenta de que no estamos trabajando para mejorar una existencia temporaria que empieza en la materia inanimada y termina con la desintegración de la materia.
¿Se puede hacer de forma superficial o espasmódica esta tarea de hacer lo mejor que podamos para saber más y más de la verdadera naturaleza de Dios, y así descubrir lo que realmente somos? Más bien, requiere una vigilancia imperiosa y constante para detectar los pensamientos que niegan la perfección de la creación de Dios, y para reemplazar esas sugestiones destructivas con la verdad de Dios y del hombre a Su semejanza, Su testigo eterno.
Somos los hijos de Dios ahora mismo, perfectos, inmortales, completos. Pero tenemos que demostrar este hecho. Si no estamos dispuestos a trabajar hacia esa meta, continuamos cautivos, ignorando nuestro afiliación y herencia divinas y permaneciendo sometidos a todas las falsedades de los sentidos materiales. La demostración gradual de nuestro ser real exige de nosotros perseverancia, valor moral, y un profundo y sincero amor a Dios, a nuestros semejantes y también a nosotros mismos. Merecemos la misma tierna compasión que estamos dispuestos a expresar hacia los demás. Sin embargo, muy a menudo no logramos expresarlo hacia nosotros mismos, o descuidamos hacerlo, olvidando que nosotros también somos parte integral de la humanidad. Finalmente, la demostración de nuestro ser real inspira una profunda gratitud a Dios por Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino; y también por la Sra. Eddy, su fiel seguidora, por todo lo que ha hecho por la humanidad.
En el Manual de La Iglesia Madre, la Sra. Eddy señala muy claramente en “Alerta al deber” lo que espera de cada miembro de su Iglesia.
¿Nos preocupa que al obedecer esas sagradas exigencias en momentos de enfermedad o de salud, en momentos de abundancia o de carencia, podamos ser catalogados como fanáticos religiosos por aquellos que no alcanzan a entender la razón de nuestra fidelidad? Si es así, debemos comprender que lo que realmente cuenta es nuestra propia consciencia de la Verdad, no lo que otros puedan, o no, pensar de nosotros. Podemos descansar en la dulce seguridad de que estamos trabajando para la eternidad y que durante todo este esfuerzo, estamos sostenidos por el mismo poder espiritual que movió a nuestro Mostrador del camino, el Fundador del cristanismo, a decir humildemente: “Mi yugo es fácil, y ligera mi carga”.
Entonces, cobremos ánimo y descansemos en la labor fiel.
