El examen de la vista requerido había terminado. Había presentado la solicitud para obtener mi licencia de conductor en el estado al que nos habíamos mudado, pero no pude leer las letras satisfactoriamente. El médico me dijo: “Usted tiene cataratas”. Después de una pausa, agregó: “Está en su familia”.
Hice un lento gesto de desaprobación con la cabeza y en silencio afirmé que la única familia que ha creado Dios, la Mente infinita, era una familia de ideas divinas. No obstante, el médico notó mi gesto y dijo con cierta impaciencia: “¿No se da cuenta? Lo heredó de su familia. Piense en ello”. Luego agregó: “Tendrá que operarse en el término de un año”.
Parecía que el médico se había imaginado que yo rehusaba “enfrentar los hechos”. Pero yo estaba “pensando en ello”: estaba pensando sobre mi verdadera familia, mi verdadera herencia espiritual, la cual no incluye cataratas. La creencia de que somos mortales y que recibimos tanto lo bueno como lo malo de otras personas, es una mentira. Al negar con la cabeza, conscientemente me negaba a aceptar la mentira de falsas herencias familiares.
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