Hace varios años, empecé a tener serias dudas respecto a mi profesión. Si bien mi profesión era prestigiosa, y yo trabajaba para una firma de primera clase y aparentemente tenía éxito, sentía que mi vida se hallaba fuera de control. Para mantener lo que había logrado trabajaba por las noches, los domingos y los días feriados. Me quedaba poco tiempo para participar activamente en mi iglesia, y sólo concurría los domingos. Durante el tiempo "libre" que pasaba con mi familia, sólo pensaba en el trabajo. La persistente sensación de que me hallaba fuera de lugar en mi profesión, aumentaba la opresión y frustración.
Finalmente, al cabo de varios años, recurrí totalmente a Dios, anhelando obtener aunque sólo fuera un tenue sentido de un verdadero conocimiento propio y de orientación. Prometí a Dios que sacrificaría cualesquiera de mis éxitos mundanos para obtener una idea más clara de quién era yo y de lo que El quería que hiciera. Empecé a darme cuenta de que estaba sufriendo debido a que me sentía atraído por un modelo popular de éxito superficial, mientras persistía en una carrera que no era apropiada para mí. La mayoría de los avisos publicitarios y de las diversiones mundanas presentan este modelo común de éxito: la riqueza, las profesiones de rápido avance, los cargos fascinantes y de influencia. En realidad, por más brillante que sea, la gente ambiciosa puede arruinar su vida al obsesionarse con ese mismo modelo.
¿Qué anda mal en tales casos? Uno de los puntos débiles podría ser el modelo mismo. Transacciones de valores basadas en información confidencial, negociaciones gubernamentales ilícitas, investigaciones científicas fraguadas, todo esto indica un modelo de éxito basado en metas superficiales y materialistas, como la riqueza y la aprobación de los demás.
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