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La espiritualidad y el éxito

Del número de enero de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace varios años, empecé a tener serias dudas respecto a mi profesión. Si bien mi profesión era prestigiosa, y yo trabajaba para una firma de primera clase y aparentemente tenía éxito, sentía que mi vida se hallaba fuera de control. Para mantener lo que había logrado trabajaba por las noches, los domingos y los días feriados. Me quedaba poco tiempo para participar activamente en mi iglesia, y sólo concurría los domingos. Durante el tiempo "libre" que pasaba con mi familia, sólo pensaba en el trabajo. La persistente sensación de que me hallaba fuera de lugar en mi profesión, aumentaba la opresión y frustración.

Finalmente, al cabo de varios años, recurrí totalmente a Dios, anhelando obtener aunque sólo fuera un tenue sentido de un verdadero conocimiento propio y de orientación. Prometí a Dios que sacrificaría cualesquiera de mis éxitos mundanos para obtener una idea más clara de quién era yo y de lo que El quería que hiciera. Empecé a darme cuenta de que estaba sufriendo debido a que me sentía atraído por un modelo popular de éxito superficial, mientras persistía en una carrera que no era apropiada para mí. La mayoría de los avisos publicitarios y de las diversiones mundanas presentan este modelo común de éxito: la riqueza, las profesiones de rápido avance, los cargos fascinantes y de influencia. En realidad, por más brillante que sea, la gente ambiciosa puede arruinar su vida al obsesionarse con ese mismo modelo.

¿Qué anda mal en tales casos? Uno de los puntos débiles podría ser el modelo mismo. Transacciones de valores basadas en información confidencial, negociaciones gubernamentales ilícitas, investigaciones científicas fraguadas, todo esto indica un modelo de éxito basado en metas superficiales y materialistas, como la riqueza y la aprobación de los demás.

¿Cuál es, entonces, el modelo acertado del éxito? Ciertamente es algo más que un conjunto de circunstancias externas o el logro de una meta humana. El éxito tiene que ver con la consciencia, una consciencia de integridad espiritual, la convicción de que estamos utilizando nuestros talentos constructivamente.

Es notable que los héroes bíblicos, cuyas vidas podrían considerarse como "historias de éxito en lo espiritual", experimentaron momentos en que comprendieron inspiradamente la identidad espiritual definida por Dios y el propósito divino que los impulsó a vivir de acuerdo con esa identidad. Al escuchar a Dios, Moisés aceptó su misión de sacar a los israelitas de la esclavitud de Egipto y conducirlos a la Tierra Prometida. Ver Ex., caps. 3–4. La comprensión que alcanzó Jeremías de su individualidad y finalidad ordenadas por Dios, le vino como un convencimiento proveniente de Dios, que le decía: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones”. Jer. 1:5. Lo más concluyente fue la comprensión específica y firme que Cristo Jesús tenía de su misión, de “dar testimonio a la verdad”. Juan 18:37. El cumplimiento de su misión era totalmente diferente del modelo político y mundano de un mesiazgo “éxitoso” que prevalecía en la clase religiosa influyente en su época.

La tensión y frustración de mi situación se sanó cuando comprendí que Dios ha delineado una individualidad e identidad precisas y espirituales para cada uno de nosotros. Esta comprensión vino a ser mi orientación. Dios — la Mente incorpórea, suprema e infinita — creó al hombre a Su imagen y semejanza. El hombre es la idea de la Mente, Dios, totalmente espiritual y buena. Cada uno de nosotros somos una expresión específica de Dios. Esta comprensión es de suma importancia en nuestra estimación verdadera del éxito. Podría decirse que la medida de nuestro éxito depende del grado en que pongamos esta comprensión en práctica.

El sentido espiritual de la precisa naturaleza del hombre como idea de Dios, contrasta con las concepciones humanas. Cuando empezamos a comprender o a conceptuar un asunto humanamente, decimos que tenemos una “idea general” de él. Pero Dios no tiene ideas parcialmente formadas. El jamás tiene una “idea general” de algo. Sus ideas reflejan Su anchura, profundidad e infinitud, pero también están completa e individualmente definidas por El. La Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Mary Baker Eddy, escribe en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras: “El Espíritu da nombre a todo y lo bendice. Sin naturalezas bien definidas, objetos y sujetos serían oscuros, y la creación estaría llena de vástagos sin nombre — descarriados de la Mente paterna, forasteros en un yermo enmarañado.Ciencia y Salud, pág. 507.

En otra declaración acerca del progreso del hombre hacia el Espíritu, nos asegura: “Ese concepto científico del ser, que abandona la materia por el Espíritu, de ningún modo sugiere la absorción del hombre en la Deidad y la pérdida de su identidad, sino que confiere al hombre una individualidad más amplia, una esfera de pensamiento y acción más extensa, un amor más expansivo, una paz más elevada y más permanente”.Ibid., pág. 265.

Esas verdades me permitieron comprender y apreciar con mayor claridad mi individualidad espiritual. Comencé a pensar acerca de las cualidades espirituales asociadas con cada uno de los sinónimos de Dios, que se hallan en la página 465 de Ciencia y Salud. En un período de varios meses pensé en, más o menos, doscientas cualidades espirituales específicas. Comenzaba muchos días contemplando, tranquila y profundamente, la naturaleza espiritual de Dios y Su idea, el hombre. Algunas mañanas, una o dos cualidades espirituales me llamaban más la atención, y ese día hacía un esfuerzo sincero para ponerlas en práctica más a fondo. Esta oración y práctica metódicas me ayudó a reconocer, a explorar y a vivir mi identidad espiritual más confiadamente. Al cabo de un período de cerca de un año, comencé a darme cuenta de que una “profesión exitosa" consiste en vivir esas cualidades a través de toda la gama de nuestras actividades, incluso en nuestro trabajo, nuestra familia y nuestra iglesia. Mi concepto de lo que es una "profesión" empezó a ampliarse.

Durante ese período ocurrió un cambio radical en mi profesión. En la superficie pareció como si estuviera cambiando de un empleo fascinante y de elevado nivel social a un puesto común y corriente. Pero cuando ocurrió el cambio, me di cuenta de que mi profesión estaba conformándose más a las cualidades espirituales que había empezado a adoptar y a demostrar. Pasé de un ambiente de ética dudosa a uno de principios más elevados; de una organización que ponía el éxito comercial por sobre todas las cosas a una que complementaba mis responsabilidades como esposo, padre y miembro activo de la iglesia. Este cambio mejoró fundamentalmente el nivel de vida que tenía nuestra familia.

Aparte de liberarme del mero sometimiento a las normas populares humanas, la experiencia fue una lección en el verdadero significado del éxito. Me ayudó a comprender más plenamente la identidad manifiesta del hombre como el reflejo de Dios.

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