Cuando nuestros hijos eran pequeños, hubo un momento en que apenas cubríamos el presupuesto de la casa. Después de haber estado sin empleo durante mucho tiempo, mi esposo recibió su primer pago semanal y me entregó el dinero para que lo administrara. Estaba tan ansiosa por pagar cuanto antes las cuentas atrasadas, que no reservé suficiente dinero para la comida de la semana. ¡Ni pensar en pedir dinero prestado! Todavía teníamos muchas cuentas para pagar. Mis padres, que vivían cerca, se hubieran sentido felices de ayudarnos si hubiesen podido, pero a duras penas podían cubrir sus gastos.
Era martes, y no había suficiente comida para nosotros cuatro; teníamos que esperar hasta el sábado que era el día de pago. El miércoles de mañana, me levanté mucho más temprano que de costumbre para estudiar la Lección-Sermón del Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Oré a mi Padre-Madre Dios. Sentí la necesidad de alimento renovado para mi pensamiento. La lección de esa semana no podía ser más apropiada. Contenía el relato de cómo el profeta Elías había encarado el hambre y la sequía. Ver 1 Reyes 17:1–16.
Cuando hasta el arroyo, del cual Elías había tomado agua, se secó, la Biblia declara: “Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete a Sarepta.. . y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente”. Después de su largo viaje, Elías debe de haber tenido hambre cuando llegó a Sarepta. Vio a una mujer viuda que estaba recogiendo leña, y la Biblia dice que él le pidió algo de comer. “Solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir”.
Elías respondió: “No tengas temor; vé, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra”. Ella hizo como le dijo Elías, y los tres fueron alimentados durante “muchos días”.
¿Podría haber una prueba más clara del amor de Dios y de Su habilidad para responder a las necesidades de mi familia y las mías? Pero, — me pregunté— ¿cómo oyó Elías la voz de Dios? ¿No fue porque conocía a Dios y confiaba en El lo suficiente para buscar Su dirección y, después, obeceder Su mandato? Percibí que mi mayor necesidad en ese momento no era una bolsa de comestibles, sino un entendimiento más claro de mi verdadera identidad como reflejo de Dios. Como imagen y semejanza de Dios, creado por El para manifestar Su naturaleza, el hombre tiene que ser completo, perfecto, satisfecho, sin que le falte nada. “Todo lo que Dios hace será perpetuo”, Ecl. 3:14. dice la Biblia. Entonces, ¿cómo podía yo carecer de algo o necesitarlo?
Estaba segura de que Dios me amaba tanto como a Elías y a la mujer de Sarepta. Al igual que ella, no tenía que preguntar “¿por qué?” o “¿cómo?” Sabía que mi provisión provenía de El, no de recursos materiales; que siempre ha sido así y siempre lo será.
Vislumbré en cierto grado lo que quiere decir el Salmo 91 cuando declara que moramos “bajo la sombra del Omnipotente”. Vi que ninguna plaga de carencia podía tocar mi morada. Ver Salmo 91:1, 10. El temor a la carencia y la duda de que Dios pudiera ayudarme se disiparon. Me sentí llena de gozo y gratitud por lo que Dios nos da.
Decidí buscar todos los sobrantes de comestibles que pudiera encontrar en mi despensa — harina, manteca, alimentos envasados, cajas de preparados para postres — y los combiné en comidas adecuadas. Después del almuerzo del jueves, la despensa quedó vacía. No había con qué poder improvisar; sin embargo, me sentía llena de expectativa, confiando con gozo y gratitud en la habilidad de Dios para proveernos de lo necesario. Tenía plena confianza en que nuestro amado Padre no nos permitiría pasar hambre.
Al caer la tarde, mi madre, que no sabía nada de nuestra necesidad, vino a visitarnos y trajo una bolsa grande de comestibles. Esa mañana, mi padre había recibido un cheque por una cantidad de dinero considerablemente mayor de la que esperaba en reconocimiento de un trabajo que había realizado. La gratitud y el amor que sentían por mí y por mi familia hicieron que mis padres quisieran compartir con nosotros lo que habían recibido.
Los comestibles que mis padres nos proporcionaron nos abastecieron por varios días, pero la lección que aprendí de esa experiencia aún permanece vívida en mi memoria. Percibí y comprobé que realmente somos alimentados por ideas espirituales. En Ciencia y Salud, la Sra. Eddy explica: “El Espíritu alimenta y viste a su debido tiempo todo objeto a medida que se evidencia en la línea de la creación espiritual, así expresando tiernamente la paternidad y maternidad de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 507.
Si no estamos demostrando el tierno amor que Dios imparte al responder a nuestras necesidades cotidianas, bien puede ser que no estemos recogiendo y utilizando el alimento espiritual que Dios nos da. Quizás nuestro estudio de la Biblia se haya convertido en rutina y nuestra oración sea demasiado estereotipada. El orgullo, el temor — y aun la mezquindad y la autocompasión — pueden ocultarse en la consciencia de quien se siente abrumado por creer que tiene grandes deudas y escasos recursos. Nuestra inspiración puede verse disminuida por la duda y la decepción que resultan de confiar en esfuerzos humanos para superar la carencia. Una nube de “¿por qué?” y “¿cómo?” puede oscurecer nuestra percepción de que la bondad de Dios está siempre a nuestro alcance.
Ni un “¿por qué?” ni un “¿cómo?” salió de los labios de la mujer de Sarepta. Quizás una renovada fe en Dios la impulsó a compartir su escasa comida. En un artículo titulado “Fidelidad”, la Sra. Eddy escribe: “Calentados por la luz solar de la Verdad, regados por el rocío celestial del Amor, brotan los frutos de la Ciencia Cristiana y se desprenden del sórdido suelo del yo y de la materia”.Escritos Misceláneos, pág. 343.
La luz de la Verdad y el Amor es la esencia de las ideas espirituales. Ellas brillan y se desarrollan en la consciencia de quienes se nutren de la Palabra de Dios y viven a la luz de la Verdad. El despertar al amor siempre presente de Dios, a Su omnisciencia y Su poder, acrecienta nuestra fe en la ley de la Verdad y el Amor y destruye la creencia de escasez, de enfermedad, de discordancia; y así nutriremos nuestro pensamiento con alimento espiritual fresco que podremos compartir con toda la familia humana.
El progreso espiritual que me trajo esta experiencia me dio la convicción de que jamás podía estar fuera del tierno cuidado de Dios. Durante los años subsiguientes he tenido que comprobar esto infinidad de veces. Y he podido comprobarlo, ya sea que nuestra necesidad haya sido de vivienda, de trabajo para mi esposo cuando se acercaba el momento de jubilarse, o de sabiduría y amor al dejar que Dios guiara a nuestros hijos en sus estudios, profesiones y matrimonios. También tuve que aprender economía y sabiduría — y cómo distinguir entre necesidades y deseos — antes de obtener un completo dominio sobre nuestras deudas. Eso no lo logré hasta que aprendí que la total libertad de la creencia de escasez y el temor a ella, no se logra mediante un sueldo, jornales, ganando la lotería, recibiendo una herencia, o por otros medios materiales. Sólo se puede lograr a través de la comprensión de que la imagen y semejanza de Dios, el hombre, refleja la plenitud de Dios. El dejar de lado las teorías humanas sobre la forma de proveer a nuestras necesidades tal vez no parezca fácil, pero es verdad que la carencia cede a nuestra creciente expresión del Amor omnipotente.
¿Cómo progresamos en nuestro entendimiento de la abundancia del Amor? Si alguna vez han tenido oportunidad de recoger fresas frescas de la planta, ustedes saben que la fruta que se recoge temprano en la mañana es la mejor. Me agrada pensar en las ideas espirituales del Amor como fruta fresca para el desayuno. Cada mañana, el alimento fresco del pensamiento está maduro para ser recogido por quienes reclaman la verdad que Cristo Jesús vivió, comprobó y enseñó. La lección semanal, con sus pasajes bíblicos tan oportunos y las citas correlativas de Ciencia y Salud, proporciona una abundancia de ideas espirituales que nos ayudan a hacer frente a los desafíos de hoy, y traen curación.
Durante los momentos de quietud que dedicamos cada día a la oración y al estudio, las ideas espirituales florecen y crecen en nuestra consciencia. El hábito de recoger y atesorar los frutos del Espíritu nutre nuestra confianza en el poder, la presencia y el amor de Dios y nuestra habilidad para comprobar Su bondad en nuestra vida. Sentimos así el amor de Dios de manera tangible. Tal como Cristo Jesús prometió: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Mateo 5:6. Saciados ¿con qué? Con las ideas espirituales que nos capacitan para expresar la abundancia, el gozo y la paz del Amor divino.
