Un hermoso día de sol fui a caminar por un hermoso jardín. Cuando llegué al lago vi un conjunto de blancas flores de loto que crecían bajo un puente decorativo. A fin de obtener una vista mejor de las flores, me paré atrás del puente y miré el agua. El sol resplandecía y el agua estaba absolutamente tranquila. Con gran sorpresa vi una inmensa cantidad de flores de loto, el doble de lo que había visto del otro lado del puente. Entonces me di cuenta de que estaba viendo a las flores y su reflejo. Por supuesto que no había una doble cantidad de flores, pero la sustancia, forma y contorno de las flores estaban reflejados en el agua. Estaba viendo un bello reflejo.
Esto me trajo al pensamiento el cuadro espiritual del hombre que presenta la Biblia en el primer capítulo del Génesis, donde leemos: “Creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó”. Vemos, en este magnífico desarrollo de la creación, que Dios está mostrando Su propia perfección, pues más adelante leemos: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera”. Gén. 1:27, 31.
El relato en el Génesis presenta a Dios, la Mente, como el creador supremo. Dios produce ideas, ideas que manifiestan la sustancia, vitalidad, inteligencia, belleza y grandeza que expresan Su naturaleza. Mary Baker Eddy a menudo usa la palabra reflejo cuando describe al hombre espiritual creado por Dios. En su obra principal, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, explica: “La sustancia, la Vida, la inteligencia, la Verdad y el Amor que constituyen la Deidad son reflejados por Su creación; y cuando subordinemos el falso testimonio de los sentidos corporales a las realidades de la Ciencia, veremos esa semejanza y reflejo verdaderos en todas partes”.Ciencia y Salud, pág. 516.
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