Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Un día, cuando era alumna mayor de la Escuela Dominical de una...

Del número de enero de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un día, cuando era alumna mayor de la Escuela Dominical de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, mi maestra observó que yo estaba mirando fijamente una profunda quemadura que tenía en mi mano, que fue resultado de que me cayera aceite caliente. Cada vez que la herida comenzaba a sanar, se abría de nuevo. La maestra me habló brevemente acerca de la verdad espiritual de mi relación con Dios. A partir de ese momento, la curación progresó constantemente, dejando la carne y la piel completamente normal y sin cicatrices.

Cuando era niña, rara vez dejé de asistir a la Escuela Dominical, tampoco a los cultos, dominicales (que se celebraban a una hora diferente), ni a las reuniones de testimonios de los miércoles. Al principio, me negaba a tener que usar mi tiempo “libre” en esta forma, pero, con el pasar del tiempo, la asistencia a la iglesia se hizo más agradable e importante para mí. Considero que mi continua participación en las actividades de la iglesia, conjuntamente con el estudio sistemático de la Lección Bíblica, han sido factores cruciales en mi desarrollo espiritual durante un período de más de cuarenta años.

Un domingo por la mañana, mientras me apresuraba para que nuestras niñas estuvieran listas para la Escuela Dominical, me di cuenta de que en la cara de una de ellas había brotado una erupción. Inmediatamente recordé este pasaje en Escritos Misceláneos por Mary Baker Eddy (pág. 229): “Un estado de ánimo pacífico y cristiano es mejor preventivo contra el contagio que un medicamento o cualquier otro posible método curativo; el 'perfecto Amor' que 'echa fuera el temor' es una defensa segura". Me di cuenta de que al apresurarme lo menos que había hecho era estar en calma, e inmediatamente empecé a rectificar esto con la oración. Cuando mis pensamientos se calmaron, claramente afirmé la innata perfección espiritual de la niña. El resto del tiempo que pasamos “preparándonos” fue de alegría para cada uno, y cuando llegamos a la iglesia, la cara de la niña estaba completamente limpia.

Iniciar sesión para ver esta página

Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / enero de 1989

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.