Un día, cuando era alumna mayor de la Escuela Dominical de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, mi maestra observó que yo estaba mirando fijamente una profunda quemadura que tenía en mi mano, que fue resultado de que me cayera aceite caliente. Cada vez que la herida comenzaba a sanar, se abría de nuevo. La maestra me habló brevemente acerca de la verdad espiritual de mi relación con Dios. A partir de ese momento, la curación progresó constantemente, dejando la carne y la piel completamente normal y sin cicatrices.
Cuando era niña, rara vez dejé de asistir a la Escuela Dominical, tampoco a los cultos, dominicales (que se celebraban a una hora diferente), ni a las reuniones de testimonios de los miércoles. Al principio, me negaba a tener que usar mi tiempo “libre” en esta forma, pero, con el pasar del tiempo, la asistencia a la iglesia se hizo más agradable e importante para mí. Considero que mi continua participación en las actividades de la iglesia, conjuntamente con el estudio sistemático de la Lección Bíblica, han sido factores cruciales en mi desarrollo espiritual durante un período de más de cuarenta años.
Un domingo por la mañana, mientras me apresuraba para que nuestras niñas estuvieran listas para la Escuela Dominical, me di cuenta de que en la cara de una de ellas había brotado una erupción. Inmediatamente recordé este pasaje en Escritos Misceláneos por Mary Baker Eddy (pág. 229): “Un estado de ánimo pacífico y cristiano es mejor preventivo contra el contagio que un medicamento o cualquier otro posible método curativo; el 'perfecto Amor' que 'echa fuera el temor' es una defensa segura". Me di cuenta de que al apresurarme lo menos que había hecho era estar en calma, e inmediatamente empecé a rectificar esto con la oración. Cuando mis pensamientos se calmaron, claramente afirmé la innata perfección espiritual de la niña. El resto del tiempo que pasamos “preparándonos” fue de alegría para cada uno, y cuando llegamos a la iglesia, la cara de la niña estaba completamente limpia.
El perro que tuvimos en la finca, y que estaba hermosamente entrenado, un día saltó una cerca y cayó en frente de una segadora de heno. El perro no vio las cuchillas movedizas de la segadora debido a la alta alfalfa que todavía no había sido cortada, y la pata delantera del perro fue severamente lesionada. En ese tiempo mi esposo no era Científico Cristiano, y frecuentemente usaba los servicios de un veterinario para nuestro ganado. En esta oportunidad, él no intentó llamarlo, porque pensó que la situación sería considerada como un caso perdido; me dijo que yo orara por el animal.
Después de lavarle la pata, usamos un vendaje y le entablillamos la pata. Sin embargo, dos días después, era aparente que la condición del perro había empeorado. Mi corazón estaba apesadumbrado cuando acudí a la reunión de testimonios del miércoles aquella noche, pero uno de los testimonios me dio gran esperanza. Uno de los testificantes comentó que aunque el error se presente como una pequeña serpiente parlante o como un dragón rugiente, aún así es solamente una mentira.
Al regresar a casa, empecé a estudiar las referencias de serpiente y dragón en la Biblia y en los escritos de la Sra. Eddy. Me absorbí completamente en este estudio. A medida que estudiaba, mi pensamiento se elevó, y sentí inspiración por declaraciones de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, entre ellas la siguiente de la página 529, que hace referencia a un pasaje de Génesis: “No tenemos nada en el reino animal que represente a la especie descrita — una serpiente que habla — y debiéramos regocijarnos de que el mal, en cualquier forma en que se presente, se contradice y no tiene origen ni apoyo en la Verdad y el bien. Comprendiendo eso, debiéramos tener fe para comprender todas las pretensiones del mal, porque sabemos que no tienen valor ni son reales”.
Cuando terminé mi estudio, cerré los libros sintiéndome enteramente libre de temor. La próxima vez que cambiamos el vendaje de la pata del perro, la condición había mejorado notablemente. La curación completa tuvo lugar en un mes después del accidente. Sin cuidar de la pata en forma alguna, el perro corrió otra vez, y saltaba cercas normalmente. Mirando al perro, no se podía determinar cuál de las patas había sido lesionada.
¡Cuán agradecidos estábamos de que esta fiel criatura había sanado hermosamente mediante el poder de la Verdad! Una bendición que debo agregar es que mi esposo se dio cuenta de que podía confiar solamente en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) para sanar todas las dificultades del ganado. Y eso fue lo que hizo desde ese momento en adelante.
La Ciencia Cristiana fue una herramienta básica que nos permitió establecer un segundo negocio. El comienzo del negocio fue modesto, pero creció hasta tal punto que nosotros éramos uno de los mayores empleadores en la pequeña comunidad vecina a la nuestra. Pero en una ocasión, un súbito cambio en este negocio nos dejó en apuros, y apenas podíamos mantenernos al día con nuestros acreedores. Se rumoraba que estábamos en bancarrota, aunque tal pensamiento no se nos había ocurrido ni a mi esposo ni a mí. Sobrecogida por el temor, llamé a una practicista de la Ciencia Cristiana para que me ayudara a través de la oración. Inmediatamente ella llamó mi atención a este versículo de la Biblia (Isaías 59:1): “He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír”.
Un mayor reconocimiento del poder de Dios era exactamente lo que yo necesitaba. Me di cuenta de que por más desesperadas que estuvieran las cosas, esta declaración de las Escrituras era indudablemente verdadera, y he tenido prueba de ello muchas veces. Ciertamente, yo no podía deshonrar a Dios creyendo que nuestra situación estuviera fuera de Su control. Mi esposo y yo nos dispusimos a demostrar esto. No fue fácil; las cosas estuvieron muy precarias por varios meses. Pero siempre que le temor aumentaba, volvía al hecho de que una comprensión del poder salvador de Dios satisfaría todas nuestras necesidades. Solamente teníamos que mantenernos firmes.
En el término de un año, las cosas cambiaron por completo. Hasta estuvimos en una posición de ampliar nuestro negocio, y ofrecimos comprar totalmente a nuestro competidor. Para sorpresa nuestra, él nos hizo una contraoferta, la que después de una debida consideración, nos sentimos guiados a aceptar. Esto resultó en nuestra completa liberación de las exigencias de un negocio que crecía rápidamente, y fuimos guiados hacia nuevas oportunidades para nosotros y nuestros hijos. Casi veinte años después, el negocio aún continúa beneficiando a la comunidad donde originalmente nosotros lo establecimos, así como a una mayor zona donde los productos son distribuidos.
No hay lugar a dudas de que la Ciencia Cristiana ha hecho que podamos resolver todos los problemas de nuestra vida diaria. Doy gracias a Dios repetidamente por los muchos desafíos que me han asegurado mi continuo crecimiento espiritual y han traído tantas ricas bendiciones.
Washington, D.C., E.U.A.
