No siempre es fácil definir la ética. Aún así, es de esencial importancia tener claro lo que deberíamos hacer y lo que podemos esperar unos de otros. Si tenemos alguna duda sobre la importancia de la ética, y en qué medida este tema se está discutiendo hoy en día, basta con tomar un periódico o cualquier revista. Prácticamente no hay una publicación que no tenga un artículo, una crónica o un editorial sobre alguna fase del comportamiento ético.
No siempre fue así. Cuando existe un consenso general sobre las normas que rigen una actividad determinada, no hay necesidad de discutir reglamentos. Por ejemplo, recuerdo que cuando era niño había normas muy claras con respecto al comportamiento mutuo. Determinadas conductas éticas formaban parte aun de las cosas más sencillas. Si jugábamos a las bolitas, por ejemplo, el ganador no se quedaba con ellas a menos que esto se hubiera acordado de antemano. Por supuesto que no hablábamos sobre ética o acuerdos en sí; simplemente sabíamos que lo que esperábamos unos de otros era importante.
Sin embargo, cuando entre la gente comienzan a producirse cambios profundos, a menudo es necesario procurar nuevos consensos. Eso es parte natural de la vida. El noviazgo formal entraña un conjunto de reglas diferentes a las del casamiento. Retractarse de un acuerdo no es tan importante cuando uno está cambiando figuritas de papel, pero es indudablemente importante cuando se está negociando una casa, un negocio, o los términos de comercio internacional.
Pero el punto principal en estas cosas es la confianza. Un simple concepto, pero que es el centro mismo de nuestra vida. Desde las actividades primaverales de la juventud hasta el infatigable anhelo de saber cuál es el significado eterno y último de nuestra vida, la confianza sigue siendo el punto central.
No podemos envasarla, cuantificarla en planillas comerciales, ni tocarla con las manos; pero reconocemos la confianza así como reconocemos nuestro propio nombre; cuando la encontramos, no hay nada más valioso. La confianza es lo que da cohesión al matrimonio, la base de los negocios, la fortaleza del gobierno, y más poderoso aún, es la parte esencial de nuestro entendimiento espiritual de Dios. Donde existen sólidas bases para la confianza siempre hay motivo para la fe y la esperanza. Y si la Vida, la Verdad y el Amor divinos resumen la trinidad que es el único Dios, podría decirse que la confianza, la fe y la esperanza resumen las virtudes que establecen nuestra vida, nuestras relaciones y nuestras profesiones, sobre fundamentos espirituales y sólidos.
La Ciencia Cristiana nos da una razón para confiar en la realidad de Dios y en la invariabilidad de la ley divina. La Ciencia Cristiana revela que Dios no está alejado de nuestra vida, y que El no exige que lo adoremos con fe ciega, con tímida confianza o corazones quebrantados por promesas de redención no cumplidas.
La curación en la Ciencia Cristiana surge de una confianza muy profunda en la naturaleza eterna del bien. La fe espiritual en Dios y la comprensión de Su ley divina no pueden ser separadas. El hombre, en un sentido espiritual y profundo, es el hijo de Dios. El hombre es el linaje de la Verdad y el Amor divinos. Y cuando comenzamos a subordinar todos los otros conceptos sobre la divinidad y la vida a este lazo de unión espiritual — llamémosle confianza incondicional en el bien — comenzamos a darnos cuenta de que nuestra vida no es frágil, ni está irremediablemente sujeta a las terribles acometidas del pecado y la enfermedad. Estas verdades espirituales son las realidades salvadoras que sacan a hombres y mujeres de la esclavitud, de los desiertos de la duda y del temor, hacia la promesa de conocerse a sí mismos como hijos de Dios, espirituales y completos.
Esta profunda confianza en la naturaleza de la Vida divina y de nuestra santa relación con Dios es lo que genera dentro de nosotros la habilidad espiritual y moral para resistir y vencer el mal. Cuando la Sra. Eddy descubrió la Ciencia Cristiana, la consideró como una revelación del ser mismo de Dios manifestándose a la humanidad. El entendimiento espiritual de la ley divina que relaciona a Dios con el hombre y al hombre con Dios, es la brújula de esta Ciencia de la curación. Y tal entendimiento espiritual desarrolla en nosotros la fuerza, la estabilidad y el propósito que nos capacitan para vivir libres de la depravación de la esclavitud mental y física.
Cristo Jesús dijo: “Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado”. Y la siguiente declaración contiene una liberación irreversible: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. Juan 8:34, 36. La confianza espiritual y moral, que es el elemento vital de la ética, no es una invención humana ni una actividad optativa. Es el umbral a través del cual se entra a una vida que está ceñida por la seguridad y la promesa de la divinidad, de la ley divina.
El sanador en la Ciencia Cristiana es alguien que se esfuerza por vivir bajo la ética de la ley de Dios; y tiene éxito en la curación si obedece esa ley. Cuando la Sra. Eddy habla en sus escritos acerca de seguir el ejemplo y la dirección de Cristo Jesús en la obra sanadora, dice claramente que la ética inamovible de la Ciencia Cristiana es la obediencia al “mandato celestial: ‘Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos’ ”. Y luego escribe: “En este ordenado y científico sistema los sanadores vienen a ser una ley para sí mismos. Sienten menos sus propias cargas, y pueden así llevar las cargas de otros, puesto que es sólo a través del lente de su desinterés que la luz solar de la Verdad irradia con tal eficacia que disuelve el error”.Retrospección e Introspección, pág. 87.
El código moral de la Ciencia Cristiana, que se demuestra viviendo cada día completamente en obediencia a la ley de Dios, nos quita de encima el peso de la mortalidad. Cuando nos liberamos de la oscuridad espiritual de creer que el hombre está separado de Dios y que es una mezcla inevitable de bien y mal, comenzamos a entender la magnífica realidad del Amor infinito, en la que no hay mal, enfermedad ni fin para el hombre ni para la bondad de Dios.
En la tierra, la ética puede llegar a ser nuestro nexo con la divinidad y con la liberación de todo lo que pretenda dañar o destruir. Bajo esta luz, los problemas éticos nos conciernen a todos, sea cual fuere nuestra edad, nuestra profesión o posición en la vida. Pero más allá de lo que simplemente opinemos sobre lo que está bien o mal, la Ciencia Cristiana realmente nos capacita para vivir rectamente y para comprender lo que verdaderamente significa conocer a Dios como nuestra misma Alma, para descubrir al hombre como la idea espiritual verdadera, o expresión, de Dios.
