He estudiado y practicado la Ciencia del Cristo durante treinta años. Durante este tiempo, mi vida ha mejorado continuamente. He tenido muchas curaciones físicas y una gran regeneración espiritual. Estoy profundamente agradecido a Dios.
Hace algunos años, cuando nuestro hijo estaba terminando la escuela primaria en un internado, había venido a casa para pasar las vacaciones de verano. En cierta oportunidad nos pidió que lo lleváramos a nadar a una de las tantas playas que tenemos en Bombay. Yo estaba poco dispuesto a hacerlo, pues la estación del monzón acababa de comenzar y se consideraba que el mar era peligroso debido a las corrientes opuestas y a las traicioneras corrientes submarinas. Pero nuestro hijo insistió en que lo llevásemos, y al final mi esposa y yo decidimos que si éramos cuidadosos y no nos internábamos demasiado en el agua, podríamos nadar sin peligro. (Más tarde, después de lo acontecido, nos dimos cuenta de que no había sido prudente nadar ese día, especialmente porque el público había sido prevenido sobre los peligros durante esta estación.)
Entramos en el agua hasta que nos llegó a las rodillas. Mi esposa y mi hijo empezaron a jugar, y lo estaban pasando muy bien. Yo me metí un poco más adentro hasta que el agua me llegó a la cintura, para poder dar algunas brazadas. De pronto, oí gritar a mi esposa y a mi hijo pidiendo ayuda. Me di vuelta para mirar, pero no los vi por ninguna parte. Luego vi sus cabezas por un momento, pero se sumergieron de nuevo. Velozmente fui hacia ellos y tomé a mi esposa con una mano y a mi hijo con la otra.
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