Por regla general no me atraen los actos de magia, pero había algo que me gustaba mucho en el joven que aparecía en la pantalla del televisor. Expresaba tanto gozo y amor verdadero por su público. El anfitrión que lo presentó, comentó que no sólo era un ser humano excepcional, sino que se encontraba entre los mejores magos actuales. Pero el joven animador lo corrigió diciendo que prefería ser llamado ilusionista. Para él la magia no existe. El "prepara el escenario" para una ilusión, luego induce a que el público vea lo que éste quiere y espera ver.
Mi pensamiento se remontó a una conversación en una de mis clases de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana cuando era adolescente. El tema de la Lección Bíblica Las Lecciones Bíblicas se publican en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. de esa semana era "La materia". Estábamos hablando sobre la definición de materia que da la Sra. Eddy en el Glosario de Ciencia y Salud (ver pág. 591). Cuando llegamos a la palabra ilusión en la definición, la clase realmente se animó. "Si esta mesa es ilusión, ¿cómo es que nuestros codos no se hunden en ella?" "Si la materia no es real, ¿cómo es que estamos sentados en estas sillas sin caernos al suelo?"
Naturalmente, sabíamos que ésa no era la lección que estábamos aprendiendo en la Escuela Dominical. Estábamos aprendiendo a reconocer lo que es la verdadera sustancia y cómo expresarla en nuestra vida diaria. Estábamos descubriendo que el Espíritu, Dios, es sustancia; el Espíritu es lo que crea, sostiene y mantiene todo. Por esa razón la materia tiene que ser una ilusión. Cristo Jesús vino a demostrar el poder y la sustancia del Espíritu, por eso no se dejó impresionar por la ilusión de que la materia pueda tener sustancia o poder. Y como sus seguidores, nosotros también debemos progresar en nuestra habilidad para expresar el poder del Espíritu.
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