Los puntos de vista teológicos cambian. La preocupación acerca de la eternidad, especialmente cuando está relacionada con un cielo e infierno lejanos, con frecuencia disminuye ante los tremendos placeres y castigos terrenales.
No obstante, hombres y mujeres están profundamente influidos por sus ideas en cuanto a la vida eterna. El ideal de justicia y el tener que responder por la naturaleza y las decisiones de nuestra vida, todavía yace en el fondo de nuestra lucha por un mundo mejor.
Si pudiera manipularse la vida de alguna manera para que el cielo y el infierno meramente se volvieran una reacción retardada de las acciones u omisiones terrenales, entonces daría lo mismo relegar a la oscuridad nuestra preocupación por la vida futura, y dejar que "la naturaleza siguiera su curso".
Pero si nos damos cuenta de que la vida sobrevive y excede las limitaciones de la materia, entonces empezamos a percibir espiritualmente algo de la naturaleza de la Vida divina, o Dios. Es esa Vida la que sustenta la habilidad misma de pensar, amar y actuar con valentía. El comprender que la Vida divina, nuestra Vida misma, no termina, abre nuestro pensamiento a la fuerza espiritual que debilita primero y, finalmente, vence al mal.
Por supuesto, podemos ver este poder en acción en la vida de Cristo Jesús. La Vida divina preservó su vida incluso cuando fue inmensamente odiado y atacado. La vida divina lo facultó para curar incluso cuando la enfermedad parecía irremediable. Tenemos que conocer y poner en práctica esta Vida divina, aquí y ahora, o no lograremos comprender la realidad divina que es la fuente de ese poder.
Una epístola de San Juan nos dice: "Dios es amor". El también es Vida. Dios es Vida omnipresente. Su totalidad es lo que da a nuestra vida sustancia y excelencia. La Biblia dice que el hombre es Su linaje, Su imagen y semejanza espirituales. A medida que empezamos a sentir la inmanencia y la urgencia de esta verdad, empieza a ocurrir algo en nuestra vida diaria que no se puede detener. Nuestra existencia se vuelve menos finita, nuestra perspectiva menos limitada y, conscientemente, empezamos a entrar en el reino de los cielos donde la ley divina gobierna aun los detalles exteriores y aparentemente insignificantes de la experiencia humana.
Esta acción espiritual nos cambia, cristianiza el propósito de nuestra vida, y nos muestra que no estamos sumergidos, de manera irremediable, en la materia, prisioneros de la cruel ley material.
El Apóstol Pablo fue transformado radicalmente cuando se manifestó la realidad en su pensamiento de que Dios era su Vida. Más tarde escribió: "Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta". Esta fue su explicación metafísica de la nueva vida que estaba descubriendo en Cristo. Su visión espiritual tuvo consecuencias prácticas en sus acciones y decisiones de cada día. "El amor", dijo, "sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.. . No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.. . No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal". Los breves veintiún versículos del capítulo doce de esa carta a los cristianos de Roma son un compendio de lo que es la vida eterna—la vida futura—, como se manifiesta en los asuntos terrenales aquí y ahora.
Para el sentido espiritual, que da testimonio del valor permanente del hombre como hijo de Dios, la pregunta acerca de la vida futura es un tema de mucha importancia. La manera en que respondemos a esa pregunta da forma a nuestra existencia.
El límite de la existencia humana llamado muerte, que según el sentido material nos acosa rodeando todo cual muro amenazante, se puede superar tendiendo sobre él un puente de vida dedicada totalmente a Dios, Vida y Amor divinos. La fuerza espiritual de esta manera de vivir es lo que siempre ha dado al cristianismo vital su fuerza para prevalecer sobre la oposición y la debilitante materialidad. Con este puente viene la vida incluida en Cristo que sana la enfermedad y vence el mal con el poder del bien que se practica.
La Ciencia del Cristo preserva el conocimiento de la vida que es eterna y que no puede ser destruida. Tal comprensión espiritual desarrolla el ánimo espiritual el cual es atraído por las cosas de Dios: vidas espiritualmente dedicadas, amor desinteresado, sed por una mayor comprensión espiritual, y el deseo de curar y servir el santo propósito de Dios.
Ciencia y Salud por la Sra. Eddy explica las consecuencias prácticas de aferrarse a la vida perdurable: "Un momento de consciencia divina, o de la comprensión espiritual de la Vida y el Amor, es un goce anticipado de eternidad. Esa elevada visión, obtenida y retenida al comprenderse la Ciencia del ser, tendería un puente de vida percibida espiritualmente sobre el intervalo de la muerte, y el hombre estaría en la plena consciencia de su inmortalidad y armonía eterna, donde no se conoce pecado, enfermedad y muerte".Ciencia y Salud, pág. 598.
¿Tiene importancia esa verdad espiritual aquí y ahora? Claro que tiene importancia, hace que hombres y mujeres sean servidores de Dios y aliados de la humanidad, y revela que nuestra verdadera naturaleza es Su imagen espiritual, libre para expresar y experimentar Su bondad. Esta vida jamás muere, y trae renovación de propósito, de afecto, de esperanza, de salud, aquí en la tierra, ahora.
