He sido miembro de La Iglesia Madre por más de treinta años, y durante este tiempo he experimentado el poder sanador de Dios en muchas ocasiones.
Hace unos años, mientras me encontraba viajando en el extranjero en una excursión en autobús, de repente me quedé casi sordo. Podía oír los sonidos fuertes, pero no podía oír lo que decía la gente que estaba sentada en la misma mesa en donde yo estaba.
Durante las dos semanas siguientes estuvimos muy ocupados. Yo oraba diariamente por mí. Llamé por teléfono a una practicista de mi pueblo para que me ayudara por medio de la oración. Estuve a punto de sentirme muy desalentado, pero pude disfrutar del viaje y participar en las actividades que habían sido programadas.
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