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Palabras de vida

Del número de noviembre de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Crecí aprendiendo a salir de apuros. No, yo no crecí en las calles; crecí en los campos de golf, practicando para convertirme en una profesional de este deporte. El hombre que me enseñó a jugar golf era un genio en “jugadas difíciles”, jugadas para poder salir de terrenos arenosos, de terrenos escabrosos, de bosques, de agua, y así por el estilo. Como maestro tenía la extraordinaria habilidad de prepararnos para jugar bien en todo tipo de condición, no sólo en condiciones ideales.

A menudo he pensado sobre esto y lo he relacionado con lo que me ha preparado para enfrentarme con la experiencia humana. Tal parece que hay retos para los cuales no hemos sido realmente preparados. Nos enfrentamos con toda clase de problemas: temor a los cambios o a la enfermedad, falta de trabajo o exceso de éste, poco amor o una relación humana equivocada. A menudo es difícil saber cómo seguir adelante en tales condiciones.

Sin embargo, vivimos en una época que tiene más acceso que nunca al “equipo completo” de la Biblia. Ese es el término que usa J.B. Phillips en su traducción al inglés de un versículo de 2 Timoteo: “Las Escrituras son el equipo completo del hombre de Dios, y lo prepara totalmente para todos los aspectos de su obra”. 2 Tim. 3:17.

La Biblia ofrece un enlace directo para comprender la vida de Cristo Jesús, pero no simplemente en términos históricos. Las Escrituras ofrecen acceso directo al entendimiento del poder del Cristo. Este ejemplo del Cristo es el camino para salir de la esclavitud humana, la esclavitud de la cual realmente no nos vamos a liberar al morir, sino de la cual nos podemos liberar cada día al vivir de manera consecuente para reflejar a Dios, la Vida divina misma.

Sin embargo, si estamos acostumbrados a considerar que la vida es un proceso que consiste de dos partes (una historia temporal y material que nos lleva hacia un cielo espiritual cuya puerta de alguna manera se abre después de la muerte), entonces estamos propensos a abordar los retos humanos para obtener, simplemente, alivio temporal. Buscamos cómo enfrentar nuestros dolores y tristezas tan eficazmente como sea posible, hasta que, en algún momento, las cosas cambien con la muerte. Pero el hecho esencial para poder comprender la demostración que hizo Cristo Jesús de la curación cristiana, es que él estaba demostrando la irrealidad de la historia material, lo que ven los sentidos materiales, y la realidad de lo que el sentido espiritual sabe que es la única y presente verdad de la creación.

En otras palabras, la curación cristiana primitiva no fue de ninguna manera un proceso para salvar la materia, sino de rescatar a la humanidad de la materia y de sus flaquezas y falibilidades. La curación cristiana hace esto a través del Cristo, la influencia divina que libera la consciencia para que reconozca la naturaleza presente y espiritual de la creación, completa, armoniosa, libre de dolor y pura. El Cristo continúa revelándonos la realidad espiritual a través de la Palabra inspirada de la Biblia. La Palabra revela, identifica y hace real para nosotros lo que “ojo no vio”. 1 Cor. 2:9.

Por lo tanto, la Palabra de la Biblia no es simplemente una lectura amena o un estudio opcional para completar nuestro día o para escuchar un domingo por la mañana. Pierde con rapidez cualquier sentido “opcional” cuando empezamos a ver cómo nos prepara para entender, confiar y probar el hecho espiritual por el cual vencemos los desafíos que se nos presentan. Dado que los remedios materiales no pueden producir el entendimiento de nuestra verdadera identidad espiritual, no nos pueden dar vida ni temporal ni eterna. Sólo la comprensión espiritual puede concebir y manifestar la realidad actual de lo que San Juan describe en el Apocalipsis: “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor”. Apoc. 21:3, 4.

Tal posibilidad al principio puede parecer que está casi fuera de nuestra comprensión. Casi, si no fuera por la suma demostración bíblica del dominio que tenía el Maestro sobre la materia. En esencia, tal demostración es la razón primordial de la existencia de la Biblia: “El hecho central presentado por la Biblia es la superioridad del poder espiritual sobre el poder físico”.Ciencia y Salud, pág. 131. Estas palabras fueron escritas por una mujer, Mary Baker Eddy, cuya vida fue salvada mediante la demostración de la realidad presente y espiritual revelada a ella a través de la Biblia.

Es evidente que Jesús esperaba que sus palabras y sus obras no solamente perduraran, sino que también se multiplicaran y estuvieran accesibles a la multitud y al hombre común, al igual que en su época. El habló sobre el Consolador, a quien enviaría para que sus seguidores pudieran ser instruidos, protegidos y capacitados para sanar en su nombre, con su poder y autoridad. Sus enseñanzas, totalmente consecuentes tanto en el precepto como en la práctica, son claramente elucidadas en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Con sinceridad y confianza, ella escribe: “Puedes comprobar por ti mismo, querido lector, la Ciencia de la curación y así cerciorarte si la autora te ha dado la interpretación correcta de las Escrituras”.Ibid., pág. 547.

Un día, hace un año más o menos, yo había estado estudiando la Lección Bíblica Se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Las lecciones semanales están compuestas de versículos de la Biblia y pasajes del libro de texto, Ciencia y Salud. casi toda la mañana, sintiendo como nunca antes que el poder de la Palabra inspirada estaba en el poder que ésta tenía para dar prueba de la verdadera sustancia y vida. Esa tarde mi esposo se llevó nuestros dos perros grandes a correr por el bosque. Cuando regresó, estaba cargando uno de los perros cuya pata estaba sangrando profusamente de una herida profunda.

En cuestión de unos minutos habíamos usado dos sábanas completas para vendar la herida, tratando de detener la hemorragia. Los dos estábamos orando fervorosamente. Yo en mi oración afirmé confiadamente que las verdades espirituales reveladas a mí en mi estudio de la lección esa mañana eran las verdades del ser y, como tal, tenían el poder para corregir mi pensamiento y mi experiencia. Yo sabía que las verdades espirituales que llegaban a mi consciencia eran evidencia de la ley divina, gobernándome a mí, al perro y a la situación entera. De acuerdo con estas verdades espirituales, aquí no había que lidiar con dos creaciones. Había una sola creación, la espiritual, total, y completa.

En un momento dado miré el desorden increíble que había a mi alrededor. Nunca antes había experimentado una situación tal. Pero en vez de sentirme abrumada, de pronto me di cuenta de que las ideas captadas de la lección, y de la oración, eran más reales que lo que mis ojos contemplaban.

La frase bíblica “y aquel Verbo fue hecho carne” Juan 1:14. vino a mi pensamiento, dándome cuenta de que, en cierto sentido, esto era lo que estaba viviendo. La Palabra bíblica era simplemente más real, más creíble, más sustancial que el testimonio de los sentidos materiales.

En unos minutos le indiqué a mi esposo que yo sabía que el perro estaba sanado. Pudimos limpiar y cubrir la pata, y la hemorragia cesó. Acompañamos al perro durante la noche, y seguimos orando con inmensa gratitud por la curación. El entendimiento espiritual que había obtenido por medio de la oración era tan cierto y convincente, que no tenía duda alguna de que el animal estaba fuera de todo peligro. A pesar de haber dormido poco, pude ir a trabajar al día siguiente sin cansancio alguno. Esto para mí fue otra prueba de la cualidad sostenedora del estudio y de la oración.

Cuando regresé a casa esa noche, el perro me recibió en la puerta con una pelota de tenis en su boca, moviendo la cola y listo para su caminata nocturna. No había vendaje en su pata. Se lo había quitado durante el día. La herida apenas se notaba. Desde ese día en adelante, el perro continuó caminando con toda normalidad.

Dios nos revela en forma tangible Su perfecta creación a través de Su Palabra. De manera que deseamos conocer esa Palabra profundamente. Esto viene por medio del estudio. Verdaderamente, necesitamos estudiar. Saber acerca de Dios no es suficiente, de la misma manera que no es suficiente saber detalles de un vuelo que nos lleva a nuestro destino, si no subimos al avión. Conocer a Dios no es una actividad casual. El es nuestra propia vida, y cualquier racionalización que nos robe del estudio de la Biblia y su clave, Ciencia y Salud, es literalmente un argumento para robarnos de nuestra comprensión de Dios, robarnos de nuestra vida.

Al recurrir diariamente a la Palabra de Dios, encontramos palabras de vida. Hasta cierto punto, estudiar Su Palabra es como regresar a nuestro hogar. Es hospitalaria y familiar. Es donde pertenecemos y donde descubrimos quiénes somos verdaderamente. Entonces no debemos sorprendernos cuando nos encontremos diciendo: “¡Esto es exactamente lo que necesito!”

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