¡Qué extraño fenómeno! Muchas veces aquello que con tan buenas intenciones nos proponemos honrar, termina siendo una rutina, algo con lo que estamos demasiado familiarizados.
La mayoría de los cristianos desean honrar a la Biblia. En muchos hogares ocupa un lugar de respeto, hasta de veneración. No obstante, demasiado a menudo no es una fuerza viviente.
Algunas personas en los Estados Unidos, genuinamente preocupadas por la creciente mundanalidad de la época, esperan restablecer la Biblia y la religión a un lugar prominente en la vida. Al igual que otras personas del mismo sentir en muchas partes del mundo, piensan que si de algún modo se pudiera lograr que el gobierno rindiera tributo a la religión, esto traería el cambio necesario. Pero aparentemente no es posible lograr que la Biblia cobre vitalidad mediante un sistema institucional. La lamentable verdad es que, probablemente, tal intento resultaría justo en lo opuesto, a saber, en reacciones, divisiones y, finalmente, en una insípida rutina.
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