Cuando estaba en cuarto grado me encantaba jugar al béisbol con los muchachos. En el callejón donde jugábamos, no teníamos tierra donde marcar las bases, así que usábamos cualquier cosa que pudiéramos sacar de las pilas de desperdicios que había en los alrededores. Ese día usamos unas maderas, aunque tenían algunos clavos en los bordes. Cuando me tocó el turno de batear, le pegué a la pelota y corrí hacia la primera base. Llegué allí muy bien, pero resbalé y caí encima de una de las maderas que tenía un clavo hacia arriba. El resultado fue un agujero en una mano, entre el segundo y el tercer dedo.
Corrí a mi casa a buscar a la señora que estaba cuidándome. Ella tuvo temor y quiso llevarme a un hospital. Mis padres me habían permitido asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Por lo que estaba aprendiendo, sentí que Dios podía cuidarme. No dejé que la señora hiciera nada; sólo que lavara la herida.
Cuando mis padres llegaron a casa, tenían prisa porque íbamos a salir de vacaciones. Esa misma tarde debíamos viajar en tren a otra ciudad. La señora y yo olvidamos mencionar el "agujero".
En el tren yo tenía una litera superior para mí sola. Traté de dormirme, pero el brazo, que estaba muy hinchado, me molestaba. Llamé a mi madre y lo que vio la inquietó mucho. Sabía muy poco sobre la Ciencia Cristiana, pero dijo: "Querida, vas a tener que usar lo que has aprendido en la Escuela Dominical y sanarte". De manera que comencé a orar.
Pero ¿cómo? Bueno, todos los domingos al finalizar las clases en la Escuela Dominical, el superintendente leía algo llamado "la exposición científica del ser",Ciencia y Salud, pág. 468. por la Sra. Eddy. Yo la sabía de memoria, y estaba de acuerdo con la conclusión: "Por lo tanto el hombre no es material; él es espiritual". Yo sabía que yo era espiritual; en realidad, todo es espiritual, y Dios es Todo. Me sentí segura de que la materia no tenía ninguna vida, ninguna verdad, ninguna inteligencia para hablarme, y, por cierto, que no era mi sustancia. Repetí esta declaración por lo menos tres veces, tratando de extraer el significado de cada palabra. Comencé a tranquilizarme. Ya no estaba asustada y me pude dormir.
Debo haberme dado cuenta claramente de que Dios era mi Vida y de que la materia no tenía poder ni presencia para confundirme o asustarme. El dolor y la hinchazón simplemente desaparecieron. Por la mañana el brazo estaba normal; mi madre me saludó con una sonrisa agradecida, y no se habló más del asunto.
Siempre pensaba mucho en el joven pastor, el israelita llamado David. La Biblia nos cuenta cómo peleó contra un gigante, un filisteo de casi tres metros de alto. Goliat gritaba tan fuerte y sus amenazas eran tan aterradoras, que todo el ejército de Israel estaba temeroso. No sabían qué hacer. Entonces apareció el joven David. El ya había confiado en Dios para que lo salvara a él y a su rebaño de un león y de un oso. Así que los gritos, el gran tamaño y la fuerza de Goliat no amedrentaron en absoluto a David. Era tal su confianza en el poder de Dios, que dijo: "Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo". 1 Sam. 17:37. Las armas de David no fueron ni la armadura, ni la espada, ni el escudo de un soldado. El eligió su honda de pastor y cinco piedras lisas que recogió de un arroyo que atravesaba el valle. Y, por supuesto, David venció a Goliat, utilizando sólo una de las piedras.
A veces he pensado en estas cinco piedras que David puso en su bolsa de pastor. Para mí son como cinco verdades, quizás como algunas en "la exposición científica del ser". Pienso tenerlas conmigo todo el tiempo: 1) "Todo es Mente infinita"; 2) "Dios es Todo-en-Todo"; 3) "el Espíritu es Verdad inmortal"; 4) "El Espíritu es Dios"; 5) "y el hombre es Su imagen y semejanza".
Estas verdades son siempre las mismas. Podemos confiar en ellas y no sentir miedo. El conocer estas verdades puede vencer el dolor y el temor, ya sea que estemos como David, con un ejército en algún lugar, o viajando en un tren, sintiéndonos solos como yo.
Quizás tú tengas que enfrentar grandes temores. Temor a un bravucón, a un maestro, a enfermarte o a las sombras debajo de la cama, todos estos temores pueden parecerte que son como enormes gigantes. Pero si estás realmente seguro de una sola realidad espiritual, puedes derrotar a un gigante. Puedes probar realmente que "Dios es Todo-en-todo" al confiar en El.
