Hoy en día, el mundo de los adultos parace carecer de alegría. Es difícil encontrar una cara sonriente entre la multitud de una ciudad. Si pidiéramos que nos dieran una explicación, probablemente lo atribuirían a circunstancias adversas, enfermedades o desdichas que han oscurecido la felicidad despreocupada de antaño con tanta facilidad. Pero la alegría no depende de las circunstancias.
Jeremy Regard, quien era soldador en un pueblo al pie de las Montañas Jura, al parecer sabía esta verdad. Jeremy fue enviado a un campo de concentración en enero de 1944, con otros seis mil franceses. Allí encontró alegría, aún en medio del horror. A Jeremy le encantaba contar historias, pero la que repetía más a menudo era cuando había visitado los Estados Unidos para reunirse con otros Científicos Cristianos.
Jacques Lusseyran, sobreviviente de ese campo, cuenta la impresión indeleble que le dejó este hombre: “Jeremy era un ejemplo: encontraba alegría en el Bloque 57. Encontraba esta alegría en momentos del día en que nosotros sólo encontrábamos miedo. Y la encontraba en tal abundancia que cuando estaba con nosotros sentíamos que nuestra alegría aumentaba. Era una sensación inexplicable, hasta increíble, allí mismo donde estábamos: la alegría nos colmaba.
“¡Imagínense este regalo que Jeremy nos daba! No lo comprendíamos, pero se lo agradecíamos una y otra vez.
“¿Qué alegría?... la alegría de estar vivos en ese momento, en el siguiente, y cada vez que nos dábamos cuenta de ello... Era un perdón, un alivio, allí, de repente, a sólo unos pocos pasos del infierno. Conocí este estado de ánimo gracias a Jeremy. También otros lo conocieron, estoy seguro.
“La alegría de descubrir que la alegría existe, que está presente en nosotros, tal como lo está la vida, sin condiciones, y que ninguna condición, aun la peor, puede matar”. Jacques Lusseyran, Le monde commence aujourd'hui (París: Editions de la Table Ronde, 1959). Traducido por Noelle Oxenhandler en Parabola, mayo de 1986, pág. 26.
Este es un tributo conmovedor a un hombre humilde y bondadoso que vivía su cristianismo con tanto gozo que llegó a muchos que estaban con él, y nos da una vislumbre del hombre como totalmente espiritual, la imagen de Dios.
En la Ciencia Cristiana aprendemos que Dios y el hombre son inseparables como Principio e idea. El ejemplo de Cristo Jesús nos enseña que cuando vivimos en consciente unidad con Dios, el Padre, jamás puede faltarnos ningún bien. En su Sermón del Monte les enseñó a sus discípulos cómo encontrar una felicidad duradera, y sus enseñanzas también son aplicables hoy en día. Demostró que las cualidades del Cristo que ejemplificó tan perfectamente — humildad, mansedumbre, misericordia, pureza, apacibilidad y compromiso con la rectitud aun frente a la persecución — son siempre bendecidas por nuestro Padre. Y podemos ver que vivir con estos preceptos, como él lo hizo, sería descubrir el reino de Dios dentro de nosotros mismos, dentro de nuestra consciencia momento a momento.
Uno de los comentaristas de la Biblia habla de las Bienaventuranzas de Cristo Jesús de esta manera: “La beatitud es más elevada que la felicidad. La felicidad viene de afuera y depende de las circunstancias; la beatitud es una fuente interna de alegría en el alma misma, que ninguna circunstancia externa puede afectar seriamente. La beatitud consiste en conservar una relación correcta con Dios y así darse cuenta de la verdadera ley del ser del hombre”. J. R. Dummelow, The One-Volume Bible Commentary (New York: The Macmillan Company, 1936), pág. 639.
Estos conceptos son lo opuesto a la arrogancia y la ambición, y son considerados por el pensamiento mundano como esenciales para el éxito y la felicidad. La alegría puede parecer frágil y fácil de destruir cuando está muy centrada en una persona o hecho. Pero la autora del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud muestra cómo la transición de los placeres materiales y de los sufrimientos consecuentes a menudo puede llevarnos a un gozo espiritual más elevado. La Sra. Eddy escribe: “¿Quién que ha perdido la paz humana no ha deseado más vivamente el gozo espiritual? La aspiración al bien celestial nos viene aun antes que descubramos lo que pertenece a la sabiduría y al Amor. La pérdida de esperanzas y placeres terrenales ilumina la senda ascendente de muchos corazones. Los dolores de los sentidos no tardan en informarnos que los placeres de los sentidos son mortales y que el gozo es espiritual”.Ciencia y Salud, pág. 265.
Desde los primeros tiempos que Jesús declaró que estaba cumpliendo la misión del Mesías prometido, fue puesto en ridículo y sufrió el odio y la persecución. Y, sin embargo, su obediencia a Dios y su amor por la humanidad nunca se tambalearon. Sólo tenemos que leer las curaciones que realizó, para intuir el gozo que trajo a la vida de aquellos que liberó del peso de enfermedades que incapacitan y del pecado.
Poco antes de la traición, el juicio y la crucifixión que amenazaron con extinguir su misión otorgada por Dios, Jesús les aseguró a sus discípulos que estaba consciente de que el amor de Dios estaba siempre con él y con ellos. Dijo: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido”. Juan 15:10, 11.
El Maestro enseñó que, en obediencia a Dios y en compasión cristiana por los demás, encontramos nuestro propio amor satisfecho. ¡Este es el verdadero secreto de la alegría!