Muchos han viajado una larga distancia para adquirirla. La anhelan. Tienen sumo interés en darle toda su atención. Se abren nuevas vías de pensamiento para ellos, nuevas formas de enfoque, una devoción más sagrada hacia Dios, una comprensión renovada de la naturalidad de la curación cristiana, y, por sobre todo, un gozo espiritual luminoso.
La mayoría de los Científicos Cristianos que han tomado instrucción en clase consideran que el día de su asociación ha sido todo eso y más.
Algunos sentimos que es como volver a encontrar lo que siempre hemos sabido y creído, pero que lo vemos de una manera más intensa, más profunda y mejor de lo que recordamos. Las palabras de Isaías expresan muy bien este sentimiento: “Os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado; porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo”. Isa. 65:18.
Dondequiera que esta clase de genuina educación espiritual prosiga, es seguro que habrá curación. Y la naturaleza misma de la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens) es educar; en efecto, reeducar drásticamente el pensamiento humano.
Mary Baker Eddy explica que realmente vendrá el tiempo en que la educación en general tenga una base espiritual. Escribe: “La educación del futuro será la instrucción en la Ciencia espiritual, opuesta a las ciencias materiales simbólicas y falsificadas. Todos los conocimientos y vanos esfuerzos de la mente mortal, que conducen a la muerte — aun cuando imiten la sabiduría y magnitud de la Mente inmortal — serán absorbidos por la realidad y omnipotencia de la Verdad sobre el error, y de la Vida sobre la muerte”.Escritos Misceláneos, pág. 61.
Lo que la Sra. Eddy describe que vendrá en el futuro para la humanidad, ya está aquí para quienquiera que opte por empezar. Los que ahora se llaman a sí mismos Científicos Cristianos sólo son la vanguardia de muchos que eventualmente aprenderán más sobre la naturaleza espiritual del ser mediante la Ciencia.
La enseñanza, aprendizaje y demostración de la verdad espiritual en la curación siempre han sido la esencia de la religión verdadera. Cristo Jesús no tenía interés en devociones rituales o teología dogmática. Pero este modelo único de la Verdad esperaba que sus discípulos aprendieran a hacer lo que él hizo. Es interesante que su fiel seguidora, María Magdalena, en la mañana de la resurrección lo llamó “Raboni”, Juan 20:16. que literalmente significa “mi Maestro”. Mediante sus parábolas, sus explicaciones y sus propias ilustraciones de curación, él estaba enseñando que Dios está con nosotros.
Desde el comienzo de su obra, la Sra. Eddy, cuya misión fue restablecer el cristianismo primitivo en esta era científica, instruía con la verdad espiritual. Mucho antes de fundar su Iglesia, ella enseñaba. Proveyó un libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras. Llegado el momento, estableció un colegio metafísico público, el primero en su clase en el mundo. Tiempo después, este trabajo fue puesto bajo los auspicios de una Junta de Educación a fin de preparar a maestros de Ciencia Cristiana, quienes a su vez darían clases y llevarían a cabo asociaciones.
Necesitamos tener un concepto claro y firme de la naturaleza educativa de la Ciencia Cristiana si hemos de interpretar correctamente aquello de lo que somos parte. La educación espiritual no es una placentera opción extra en la Ciencia Cristiana que refuerce el asistir a la iglesia, si es que optamos por esa educación. La Ciencia Cristiana es en sí misma una educación continua. Nuestros cultos religiosos dominicales, que nos unen para adorar a Dios, constituyen un repaso de lo que hemos estudiado individualmente en las Lecciones Bíblicas Se encuentra en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. durante la semana. Los cultos religiosos son parte de la liberación y educación activas del pensamiento que ocurre en la Ciencia Cristiana.
No elegimos la Ciencia Cristiana como si fuera un compartimiento de un coche dormitorio en el cual esperamos viajar cómodamente por un tiempo. Es más como una universidad. Esperamos como resultado aprender mucho y que se produzca un activo cambio de perspectiva. Pero no hay nada académico o teórico acerca de este procedimiento de aprendizaje espiritual. Es la manera práctica de liberarse totalmente de la esclavitud y angustia de la existencia mortal.
El pensamiento humano se confina a sí mismo a la ilusión de que hay vida y sustancia en la materia, hasta que nuestra reacción a la Ciencia del Cristo produce una grieta en el sueño de los sentidos materiales. La mente mortal cree, por ejemplo, que la enfermedad es una entidad sólida y real cuando, de hecho, la materia y sus enfermedades sólo tienen la sustancia que la creencia mortal les concede. Por ejemplo, obtenemos una percepción más aguda de la necesidad de educarnos espiritualmente cuando leemos esta explicación en Ciencia y Salud: “Toda enfermedad es el resultado de educación, y la enfermedad no puede llevar sus nocivos efectos más allá del camino trazado por la mente mortal”.Ciencia y Salud, pág. 176.
Con frecuencia, nuestros ojos son abiertos a la naturaleza verdadera de la existencia humana mediante las experiencias de curación. Sólo entonces empezamos a comprender lo subjetiva que es la experiencia material. Lo que parecen circunstancias externas son, de hecho, las circunstancias que está soñando una mentalidad que se cree independiente de Dios. Mediante el sufrimiento debido a esta equivocación y mediante la educación espiritual de la Ciencia, comenzamos a tratar de separarnos del error (y vemos que podemos hacerlo). Entonces oímos más claramente la voz del Cristo, la Verdad, hablándonos de la Vida que es Dios y de nuestro nuevo ser espiritual creado por el Espíritu.
En este proceso de educación espiritual no hay lugar para un enfoque formalizado e intelectual. Los seres humanos no pueden acelerar el crecimiento espiritual mediante métodos y técnicas meramente humanos o incluso mediante innovación humana. De hecho, tal esfuerzo tendría un efecto opuesto a su intención. Nos retrasaría y perderíamos la espiritualización y profunda corrección de nuestra vida y pensamiento que son tan fundamentales. La Sra. Eddy escribe: “Las teorías humanas, pesadas en la balanza de Dios, son halladas faltas; y sus mejores esfuerzos son para la Ciencia lo que es para la pintura el amor de un niño por las estampas. La escuela cuyo ayo no es Cristo, interpreta mal las cosas sin saberlo”.Esc. Mis., pág. 365.
No es de extrañarse que la educación espiritual no termine después de unos pocos años de Escuela Dominical. En la Ciencia Cristiana, todos continúan su autoenseñanza mediante la lectura diaria de la Lección-Sermón (como también el estudio, a nuestra manera y a nuestro paso, de los libros de texto: la Biblia y Ciencia y Salud). También hay la instrucción en clase con un maestro de Ciencia Cristiana. Y luego las reuniones de asociación anuales para los alumnos de maestros de Ciencia Cristiana.
Esta continua educación espiritual para todos los miembros de la Iglesia es una de sus fortalezas más grandes. Pero ¡qué equivocadamente concibe la mente carnal ese proceso! Contrariamente a lo que se supone humanamente, la educación espiritual no es laboriosa, tampoco nos aparta de la vida y del gozo.
El hecho es que, cuando se nos enseña la verdad de nuestro ser espiritual como hijos de Dios, lo reconocemos fácilmente. Lo reconocemos con gozo porque es la realidad en que ya estamos incluidos. Por lo tanto, no tenemos que pensar que continuamente debemos tratar de comprender algo que está fuera de nuestro alcance. Este es un concepto totalmente equivocado. La realidad espiritual no está fuera de nuestro alcance. Debido a que el hombre coexiste con Dios, nuestra individualidad verdadera coexiste con todo lo que es real. Por lo tanto, debemos saber que la realidad espiritual es natural, sustancial y comprensible. Mediante el progreso espiritual, llegamos a ver exactamente lo que es, magnífica, concreta y familiar.
Hay una maravillosa paradoja sobre la educación espiritual que ocurre en la Ciencia Cristiana. Y es aprendemos que la idea de Dios, el hombre, no necesita educarse; ya sabe debido a su naturaleza como reflejo divino. Todo lo que Dios sabe, también el hombre da testimonio de ello. Y ser testigo es más que afirmar y repetir automáticamente y sin reflexionar. Es conocernos literalmente como hijos de Dios; descubrir nuestro ser individual que ya existe como la exacta expresión de Dios.
El efecto es cambiar totalmente nuestro concepto de la educación, acerca de que ésta consiste en llenar con esfuerzo una mente mortal con la verdad espiritual, al concepto de que consiste en liberar al pensamiento del falso sentido de que puede haber mentes vacías separadas de Dios. La Mente única, o inteligencia divina, la cual es nuestra, está expresada plena, infinita y activamente.
Esta es una clase diferente de educación. Es educación para la era espiritual, la era que está en marcha ahora.
Cercano estás tú, oh Jehová,
y todos tus mandamientos son verdad.
Salmo 119:151