Hace poco, estuve hablando con un adolescente que hasta ese momento no había mostrado mucho interés en la religión. Me dijo: “La Ciencia Cristiana es una religión que me gustaría tener. Da la impresión de que lo ayuda a uno en las cosas que tiene que hacer”.
En ese momento él tenía que rendir exámenes, y le parecían difíciles. Su anhelo era ser piloto, pero eso implicaba rendir más exámenes en los años siguientes. Y eso le parecía una perspectiva poco alentadora. Le aseguré que la Ciencia Cristiana podría ser de gran ayuda para él, tanto en eso como en cualquier otra cosa que tuviera que hacer. Pero, ¿cómo explicarle, para que él pudiera comprender, la manera en que se obtiene esa ayuda?
La religión consiste primordialmente en adorar a Dios. Pero es necesario que esta adoración sea algo más que la observancia de un ritual, por más sincera que sea. La adoración, en su sentido más elevado, es una respuesta espiritual a Dios dentro de la consciencia individual, una respuesta que cambia radicalmente el pensamiento. Entonces, la experiencia también cambia. ¿Qué hace que la gente sienta la necesidad de adorar? Tal vez sea un sentido de reverencia y admiración, un reconocimiento de un poder mayor que el propio, una vislumbre de lo que la palabra infinito realmente significa, algo semejante a lo que a veces sentimos en un paraje solitario de gran belleza natural, pero en mayor grado.
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