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Liberándonos de las fobias

Del número de febrero de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La entrevista había transcurrido bien. Había solicitado el cargo de redactor de una revista, y mi nueva jefa me había dicho que el cargo era mío. Al acompañarme al ascensor, de pronto cambió de dirección y dijo: “Antes de irse, permítame mostrarle su oficina”. Atravesamos una puerta, y me guió hacia un antiguo ventanal que iba del piso al techo. Allí, junto al ventanal abierto con un alféizar muy bajo y en el octavo piso, estaba mi escritorio.

Sentí pánico. Desde hacía tiempo había tenido terror a las alturas, pero nunca pensé que me presentaría problemas en el tranquilo mundo de la redacción. Aquí estaba, con este nuevo empleo que tanto necesitaba, y ahora esto.

Logré retirarme cuanto antes, con estas últimas alegres palabras de mi jefa sonando en mis oídos: “¡Nos vemos el lunes a primera hora!” Camino a casa me sentí en un estado terrible. Por supuesto, me dije a mí mismo, este trabajo se acabó. De ninguna manera podría trabajar en un escritorio junto a una ventana abierta en el octavo piso y, además, con un alféizar tan bajo. El miedo sería tan grande que jamás podría concentrarme en mi trabajo.

Cuando llegué a casa estaba más tranquilo, porque había tomado una decisión. Lo único que tenía que hacer ahora era dar esta absurda noticia a dos personas: a la nueva jefa, por supuesto, y a mi esposa (quien no tenía la menor idea acerca de mi miedo). Lo lamento, pero no puedo aceptar el empleo.

Mientras ensayaba en silencio lo que les diría, por más que me esforzaba, mis explicaciones no tenían ningún sentido. ¿Cómo? ¿No vas a aceptar el trabajo que deseabas, y para el cual eres la persona adecuada, por una fobia? La fobia y mi dignidad estaban luchando entre sí por la supremacía.

Durante el fin de semana — por fin — enfoqué la cuestión como debía haberlo hecho desde el principio. Comencé a estudiar las verdades expuestas en la Biblia y en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy. No sólo deseaba conservar mi nuevo trabajo, sino también sanar de ese viejo temor. Al elevar mi pensamiento a Dios en oración, me di cuenta de la naturaleza hipnótica de este temor; de cualquier temor. “¡Por supuesto!”, pensé. “El pensamiento mortal — en su ignorancia de Dios como el bien omnipotente — es con frecuencia controlado en gran parte por sus temores”.

Reflexioné sobre la naturaleza sugestiva del hipnotismo, sobre cómo éste pretende atraer el pensamiento por medio del magnetismo hacia algo que la víctima aborrece, pero que se siente impotente para defenderse. Así, el hipnotismo pretende tener poder para controlar el proceso total del pensamiento de un individuo. Vi muy claramente que tenía que saber que hay una sola Mente, Dios, y que mi naturaleza verdadera es la expresión de esta Mente. Vi que podía insistir en que la Mente divina es la única fuente real del pensamiento, y que podía negarme firmemente a consentir cualquier sugestión agresiva de una mente aparte de Dios.

La curación se produjo en muy poco tiempo, cuando vislumbré por qué Ciencia y Salud afirma que el magnetismo animal y el hipnotismo no tienen existencia o poder reales: “El magnetismo animal no tiene base científica, puesto que Dios gobierna todo lo que es real, armonioso y eterno, y Su poder no es ni animal ni humano. Siendo la base del magnetismo animal una creencia y ésta una creencia animal, en la Ciencia el magnetismo animal, mesmerismo o hipnotismo es una mera negación que no posee inteligencia, poder ni realidad, y para los sentidos es un concepto irreal de la llamada mente mortal”.Ciencia y Salud, pág. 102.

El supuesto magnetismo de la animalidad se ve en la atracción del temor, el cual pierde de vista la bondad de Dios y la perfección espiritual del hombre como la expresión de Dios. El hombre parece ser un animal desamparado, vulnerable y acobardado ante toda clase de peligros. Esta sugestión hipnótica quisiera hacernos pensar que el error es verdad, que la enfermedad es una realidad concreta, que nuestros problemas no tienen solución, que las dificultades son normales, que nosotros y los demás somos menos que perfectos, etc. Para escapar de este sueño de sueños, debemos despertar. Con la luz del Cristo, la Verdad, vemos más allá del hipnotismo y no nos dejamos hipnotizar. Debemos reconocer y expresar nuestra integridad y dominio espirituales. Lo logramos cuando cedemos a la realidad de la unidad del hombre con Dios, porque Dios es causa divina, y el hombre es efecto.

Durante mi estudio, descubrí otra declaración en Ciencia y Salud: “Nadie se beneficia al entregar su mentalidad a algún despotismo o malapráctica mental”.Ibid., pág. 375. Después pensé que Dios me había otorgado jurisdicción sobre mis propios pensamientos; que tenía que insistir firmemente en que ningún pensamiento perverso, autodenominado fobia, podía revocar el dominio que Dios me había otorgado. La ley espiritual de Dios excluyó el control despótico del temor.

Me mantuve en esto con un nuevo y alegre vigor, sabiendo que Dios, la Mente divina, era mi única causa, la única fuente de mi pensamiento, y que tenía Su autoridad para negarme a someter mi mentalidad a cualquier influencia que no emanara de El. Comprendí claramente que el magnetismo animal, que sugería que yo tenía esta fobia, era totalmente falso. Me di cuenta de que podía resistir eficaz y firmemente la influencia de la tentación, para rechazar aquello que pretendía apartar mi pensamiento del camino verdadero y saludable que glorifica a Dios.

El lunes, temprano por la mañana, fui a trabajar totalmente liberado. Me senté en ese escritorio y miré despreocupado el bajo alféizar del ventanal. No sentí la menor aprensión, ni la menor sombra del temor anterior. Trabajé todo el día sin pensar en la ventana. Sabía que la curación era completa. Durante el largo período que trabajé allí, ni el temor ni la preocupación por las alturas volvieron a presentarse. La curación fue un punto importante en mi progreso espiritual, una inspiración que desde entonces me ha ayudado en incontables ocasiones. ¡Qué agradecido me sentía de ser libre!

“Resistid al diablo,” nos dice la Biblia, “y huirá de vosotros”. Sant. 4:7. El “diablo” no es un legislador, sólo un simulador. Sutilmente pretende ser nuestro propio pensamiento; pero nunca es una voz, sólo una sugestión. El magnetismo animal no es un algo, sino una nada. Cuando lo desenmascaramos con la verdad científica, probamos que sólo es un charlatán y un jactancioso. Usted y yo lo desenmascaramos sobre la base de la autoridad que Dios otorgó al hombre. Pero debemos ejercer esta autoridad basados en la fortaleza espiritual, no con indecisión o por medio de la fuerza de voluntad. Ante cualquier adversidad, por muy intimidante que parezca, debemos insistir en que poseemos una estabilidad mental perfecta porque Dios, la Mente que todo lo sabe, es realmente nuestra Mente.

Debemos defender siempre nuestros derechos, no con la voluntad humana, sino con la Ciencia del Cristo. Ciencia y Salud nos asegura: “Ni e magnetismo animal ni el hipnotismo entran en la práctica de la Ciencia Cristiana, en la cual la verdad no puede ser invertida, mas el inverso del error es verdad”.Ciencia y Salud, pág. 442. La liberación de las fobias y de otras sugestiones agresivas, en realidad, jamás se logra ejerciendo la fuerza de voluntad, la cual es en sí misma una forma de magnetismo animal. Las curaciones de las fobias, como todas las curaciones en la Ciencia Cristiana, son el resultado de apoyarnos firmemente en la verdad espiritual y vivir cada vez más en estrecha conformidad con el ejemplo que Cristo Jesús nos dio. Cuando obedecemos sólo aquellos pensamientos que están de acuerdo con la Mente divina, la fuente de todo pensamiento real, encontramos nuestra libertad del temor y de otras falsas influencias.

El hecho espiritual es que tenemos jurisdicción divinamente otorgada sobre nuestro propio pensamiento. Tenemos autoridad divina para invertir todo aquello que pretenda negar el poder de Dios y la semejanza del hombre con El. Reemplazamos estas mentiras con verdades espirituales sanadoras. Ya sea que una sugestión se autodenomine física, mental, moral, adictiva, financiera o personal; ya sea que susurre temor, dolor, aflicción, ansiedad, pesar o fobia; ya sea que se denomine a sí misma crónica o recién adquirida, el hecho es que sólo es una fase más del mismo antiguo magnetismo. Se puede dominar — hacer inofensiva — al invertirla con el poder de la Verdad.

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