Personalidades en conflicto. Demora en los proyectos. Decisiones sobre ingeniería discutibles. “Necesitamos su ayuda”, anunció mi jefe.
Ese trabajo era un desafío. En nuestro departamento, dos grupos distintos de compañeros estaban realizando análisis dinámicos de un sistema de transporte. Cuando uno de los grupos adquiría un papel predominante en el análisis, el resentimiento y la discordia se infiltraban. El ingeniero de uno de los grupos se negaba a comunicarse con el otro.
Un colega me preguntó si me agradaba haber sido designado como “árbitro”. Me reí y contesté: “Creo que lo que realmente necesitamos es un ‘mediador’ ”.
Como estudiante de Ciencia Cristiana, acepté con agrado esta oportunidad de probar que el único mediador verdadero es el Cristo, la Verdad. Sabía que la armonía prevalecería en la medida en que yo renunciara a la voluntad humana y dejara que el Cristo — la idea verdadera de Dios que Jesús ejemplificó— señalara el camino y hablara a cada corazón.
La vida de Jesús fue el modelo del Cristo en acción. El verdaderamente tenía la Mente de Cristo, la Mente que es Dios Mismo. La humanidad había esperado por largo tiempo a este Mesías prometido, quien indicaría el camino hacia la gracia sanadora de Dios y demostraría la filiación del hombre con Dios. Aun así, Cristo Jesús encontró sólo unos pocos seguidores que fueron capaces de percibir el espíritu, aunque no comprendieran totalmente la ley divina que fundamentaba sus enseñanzas. Siglos después, la Sra. Eddy descubrió esta Ciencia, o ley divina — la esencia sanadora de la idea-Cristo — la cual, desde los primeros tiempos de la era cristiana, se había perdido, es decir, estaba escondida. El Cristo se reveló como el vínculo espiritual universal a través del cual la Mente divina habla a la consciencia humana, guiándola, redimiéndola y sanándola. Mediante el Cristo, la Mente llega a los corazones receptivos de manera imparcial y constante, y revela la existencia del hombre como la imagen espiritual de Dios. La Sra. Eddy da este mensaje alentador en sus escritos: “El Cristo está aquí, ha venido a la consciencia individual; y el discípulo fiel se regocija en la profecía cumplida: ‘He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo’ ”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 44.
Durante el desafío que tuve en mi trabajo, oraba diariamente para dar testimonio del Cristo, para expresar las cualidades propias del Cristo: integridad, inteligencia, humildad. Mi gran deseo era seguir el ejemplo de Jesús: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Juan 5:19.
Un día, fui invitado a una reunión con los dos grupos para idear un modelo matemático simple, pero exacto, de un sistema de suspensión. Después de una larga discusión, durante la cual estallaron acusaciones verbales, tuvimos que suspender la reunión porque ésta estaba en un atolladero. Aquella tarde, en mi casa, me sentí muy desalentado. Me reproché por mi pobre actuación técnica, así como “mediadora”. Era claro que, a pesar de mis buenas intenciones, había permitido que predominara un sentido de responsabilidad personal.
Entonces, simplemente pedí a Dios que me ayudara. Este humilde deseo de escuchar a la Mente divina fue el catalizador que se necesitaba para quitar la niebla de confusión y condenación propia. Me volví receptivo a la voz del Cristo, la Verdad, y a la presencia guiadora y mediadora del Cristo. Me sentí en calma cuando me di cuenta de que ninguna equivocación o inhabilidad humana podría borrar la presencia de la Mente única. La Mente divina estaba funcionando continua y perfectamente. Si no había reconocido la presencia de la Mente durante la reunión, eso no era impedimento para que la reconociera ahora.
Al día siguiente, en el trabajo, inspirado por un renovado sentido de Dios como Mente y de Cristo como el mediador, tuve una intuición, una solución posible para el atolladero técnico en el que habíamos estado. Era un modelo matemático que parecía responder a las exigencias de diseño necesarias para ambos grupos.
Pedí a los ingenieros de ambos grupos que dieran su opinión. Las reacciones fueron variadas: tanto de sorpresa como de admiración por lo sencillo y práctico del concepto. Los ingenieros de ambos grupos aprobaron de inmediato la solución, la que pronto fue incorporada al modelo matemático de transporte. Simulaciones dinámicas en la computadora dieron resultados muy satisfactorios. Un individuo preguntó: “¿Realmente ideó usted esto?” Sonreí y pensé para mí mismo: “No, Dios ‘lo ideó’, y, a través de Su Cristo, El lo reveló”. Por supuesto, esto no quiere decir que Dios “idea” modelos matemáticos. Lo que yo estaba reconociendo era la Mente como la fuente de toda inteligencia, y mi habilidad como Su idea para reflejarla. Este reconocimiento libera el pensamiento humano y fomenta la intuición y la inspiración.
Todo esto tuvo un efecto complementario aún más gratificador. Los miembros de cada grupo comenzaron a cooperar mutuamente. Personas que antes habían permitido que el orgullo y el mal genio predominaran, comenzaron a valorar las necesidades del grupo “opuesto” e introdujeron mejoras útiles para el análisis. Los problemas disminuyeron; el conflicto se disipó. Cristo, el mediador, había triunfado.
En realidad, el Cristo, la Verdad, está presente en todo momento y en toda circunstancia. Este mediador universal trae a esferas globales en conflicto un toque sanador. El Cristo habla a los corazones inocentes y guía las manos que se extienden para ayudar. Conduce las acciones humanas por senderos de paciencia, dominio propio, sabiduría, afecto. El Cristo no conoce barreras de raza, color o credo. Llegará el día en que todos honrarán sólo la Mente de Cristo. Podemos hacer mucho para apresurar la llegada de ese día escuchando y respondiendo fielmente al Cristo, el mediador de Dios para la humanidad.