Nadie hay abandonado en el desierto del mundo.
El Padre llama: Toma la vara del dominio,
Hijo mío, las aguas aguardan; y de la plenitud
De la Roca viviente brotará un flujo sanador,
Donde hombres sedientos beban del Cristo y vean,
Bajo el cuidado de Dios, el desierto reverdecer.
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