Se dice que el futuro de países enteros y de algunos continentes está en peligro.
Las personas con un estilo de vida tanto “normal” como “anormal” parecieran estar amenazadas. La enfermedad llamada SIDA ya no está limitada a un pequeño “grupo vulnerable”; ahora son víctimas de ella tanto niños como adultos.
Muchas personas, incluso médicos, expresan el temor de que no se pueda encontrar una cura para ella.
La pregunta es: ¿Nos podemos permitir esperar hasta recibir mejores noticias sobre esto algún día? ¿Acaso no hay algo sumamente importante que debiéramos hacer ahora mismo; en realidad, algo crucial?
La verdad es que sería imposible que quienes se ocupan genuinamente en la curación cristiana permanezcan impasibles ante lo que está enfrentando algún ser humano. Tal actitud debilitaría en tal forma la comprensión espiritual, que la curación pronto sería algo impracticable, tanto para uno mismo como para otros. Las enseñanzas de Cristo Jesús son de esencial importancia para la curación mediante el Cristo; y la enseñanza de Jesús es: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Mateo 22:39.
¿Qué deberíamos hacer entonces para ayudar? Algo que podríamos hacer sería asegurarnos de que nuestro deseo de hablar acerca de la curación sea igual a nuestro deseo de efectuar curaciones. Necesitamos estar más y no menos ocupados en la curación espiritual, como individuos y como Iglesia. Francamente, sin tal curación práctica no hay mucho de qué hablar, y poco de importancia para compartir con el mundo.
Podemos ver que el mundo necesita desesperadamente aprender más, ahora mismo, acerca de la definitiva, legítima y poderosa naturaleza de la curación espiritual. Simplemente, no es verdad que un conocimiento médico basado en el materialismo tenga todas las respuestas que la humanidad pueda necesitar. Y, por cierto, que no es verdad que la curación espiritual es una idea que tuvo su tiempo pero que ya pasó, y que, por lo tanto, la curación física por medio de la oración ya no es algo de interés. La evidencia es totalmente opuesta.
Sorprendente número de personas de diferentes medios y estilo de vida están tratando de comprender, en cierta medida, cómo puede sanar el amor, cómo gobierna la mente al cuerpo, y miles de personas están considerando la posibilidad de la curación cristiana.
Es verdad que el esfuerzo es tentativo. Puede parecer bastante frágil frente a las afirmaciones masivas y autoritarias del materialismo. Pero por lo menos el interés ha comenzado. Y la Ciencia Cristiana
Christian Science (crischan sáiens) puede ayudar a sostener las intuiciones humanas y a fortalecer el sentido espiritual, aun en aquellos que no están dispuestos a considerarse a sí mismos Científicos Cristianos. La Ciencia del cristianismo es esencial para toda seria esperanza de establecer que la curación cristiana es práctica. No sólo se necesita un conocimiento teórico, sino muchas vidas realmente basadas en esta Ciencia.
Las explicaciones espiritualmente científicas que la Ciencia Cristiana presenta sobre la materia y el hecho de que sus tal llamadas leyes son un concepto humano que cambia mediante la luz de la comprensión espiritual son, hoy en día, de vital importancia. La Ciencia Cristiana puede promover la percepción de que ninguna enfermedad es lo que parece ser. Ciertamente puede parecer sumamente real para los que están sufriendo y para los que ven el sufrimiento. No obstante, si Dios es Todo, entonces la enfermedad tiene que ser algo totalmente diferente a la entidad y actividad que se presenta ante los sentidos materiales. Si una enfermedad parece resistir la curación más que otra, no es realmente la enfermedad la que se resiste, sino el concepto humano que causa la enfermedad. Y este concepto humano puede ser cambiado, especialmente mediante las oraciones y las experiencias espirituales concretas de quienes practican la curación cristianamente científica.
Es interesante observar que unos pocos investigadores en el campo de la medicina están comenzando a darse cuenta del poder con que las “funciones inmunizadoras” del cuerpo humano aumentan mediante la expresión del amor desinteresado. ¿Acaso no se está indicando aquí algo más amplio? ¿No será que cuanto más aprenda la humanidad acerca de lo tangible que es el amor espiritual y su fuente, que es el Amor divino, tanto más aprenderá acerca de la salud y la inmunidad? Es posible que en una época esto haya parecido idealismo insensato. Esto podría parecer todavía improbable para quienes no han experimentado curaciones mediante la oración, pero nuevas pruebas continúan evidenciándose, y el pensamiento humano continúa progresando. ¿Quién podría haberse imaginado hasta qué punto evolucionaría el pensamiento en los últimos veinte años?
Ya sea que hayamos estado vinculados o no en la curación espiritual de la enfermedad llamada SIDA, nuestra experiencia en la curación, grande o pequeña, es de extrema importancia para el mundo. Cada curación contribuye a destruir la mentira de que Dios, el Espíritu, el Amor, no está presente. Este Amor que es Dios, es muy significativo para la humanidad. Y se irá descubriendo más y más en los siglos venideros lo significativo que es.
No podría haber ningún factor más significativo en la disminución de la enfermedad que la clase de cambios que ocurren en el pensamiento humano bajo la disciplina de aprender sobre el Principio divino, el Amor. No obstante, este aprendizaje entraña la más profunda purificación moral y espiritual, tanto para los que ayudan como para los que necesitan ayuda. Las promesas y exigencias de Jesús todavía están en vigor: “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. Mateo 5:8.
Como lo explica la Ciencia Cristiana, el contagio y la enfermedad indican estados de pensamiento que se manifiestan exteriormente. Visto así, se puede comprender que ninguna enfermedad está verdaderamente excluida de la curación espiritual. Sintiendo en lo profundo la necesidad de curación que tiene el mundo, dejaremos de lado el aturdimiento y la complacencia propia. Nos resolveremos a seguir adelante como se supone que somos: seres que encuentran que el descubrimiento de la realidad divina es tan concluyente que conduce no a una paz íntima, exclusivista e inactiva, sino a la demostración de la curación física y a una libertad mayor en diferentes aspectos de nuestra vida.
¿Tendremos la experiencia y curación espirituales para compartir lo que tanto se necesita? Sí, y lo haremos, si somos sinceros y activos. “El Principio divino de la curación se comprueba en la experiencia personal de cualquier investigador sincero de la Verdad”,Ciencia y Salud, pág. x. promete Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Descubridora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy.
El mundo necesita esta experiencia espiritual. Clama por curaciones como nunca antes. Entonces, ¿no es éste el momento de vivir todo lo que hemos aprendido sobre cómo y por qué el Amor divino responde a las necesidades humanas? ¿No es acaso también el momento de hacer todo lo que sea necesario hacer para aprender más?