Una turba enfurecida había echado a Cristo Jesús fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre de un monte para despeñarle. En la sinagoga había compartido con ellos discernimientos espirituales, pero se ofendieron — quizás porque la falta de espiritualidad de ellos fue puesta al descubierto — e intentaron resolver su propia insuficiencia matándolo.
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