Cuando habla el corazón, por sencillas que sean las palabras, su lenguaje es siempre aceptable para quienes tienen corazón.
Mary Baker Eddy
Escritos Misceláneos, pág. 262.
De una guía en La Iglesia Madre
“Un grupo de niños de la escuela primaria vinieron de visita a la Iglesia hoy, y al explicarles acerca de nuestros cultos religiosos, mencioné que estudiábamos y orábamos. Una niñita me preguntó muy seriamente: ‘¿Cómo ora usted?’
“[La pregunta] fue tan directa y sincera que se me hizo un nudo en la garganta. Empecé diciendo (y todos en ese grupo numeroso estaban escuchando atentamente) que cada uno de nosotros tiene, probablemente, una manera distinta de orar. Algunos se arrodillan, algunos se sientan y oran en silencio, y otros puede que cierren los ojos y entrelacen las manos. Pero lo importante es recurrir a Dios, saber que está cerca y que cuida de nosotros, y darle las gracias por las cosas buenas que ya nos ha dado. Y es importante hacerlo todos los días, no sólo los domingos. Breve como fue la respuesta, sentí que respondió a una necesidad”.
Reflexionando
“Pido disculpas por no haber escrito esta carta antes. Mi padre... falleció en diciembre...
“Me llevó casi un año hacerme cargo de todos sus papeles y pertenencias, pero al hacerlo encontré varias cartas que el Secretario de La Iglesia Madre le escribió a fines de los años 1940 y a principios de los años 1950. Parece que, incluso, aun en esa época él se había descuidado en dar parte a La Iglesia Madre sobre dónde se encontraba.
“Estas queridas cartas que el Secretario le escribió, fueron respuestas a las que él había escrito periódicamente para notificar a La Iglesia Madre sobre su situación humana y dirección postal. Las cartas eran afectuosas, personales y llenas de aliento para que continuara esforzándose en la Ciencia Cristiana; jamás lo reprendieron. Me sentí muy conmovido cuando leí esas cartas casi cuarenta años después, y pude sentir el amor palpable que La Iglesia Madre expresaba aun entonces por cada uno de sus miembros. Estoy seguro de que las cartas tuvieron que haber significado muchísimo para él...
“Gracias, querida Iglesia Madre, por todo el bien que has hecho y estás haciendo...
“Puedes contar con el continuo amor y apoyo de este miembro”.
De un nuevo miembro
“Poco tiempo después de afiliarme a La Iglesia Madre, percibí que experimentaba un número mayor de curaciones, pero no me sentía mucho en mi medio. Por supuesto que me suscribí a las publicaciones periódicas y empecé a concurrir a más conferencias y finalmente hallé tiempo para ir los miércoles [a las reuniones de testimonios], e incluso tomé parte en ellas. Pero el sentido genuino de amor y apoyo tanto para La Iglesia Madre como de parte de La Iglesia Madre, se ha ido desarrollando con gran rapidez durante los últimos tres años, y este año brilla más que todos los demás.
“Cuando habla el corazón no hay palabras que puedan expresar lo que dice; no hay un ‘gracias’ lo suficientemente grande para darle cabida. Así que mi gratitud tiene que venir de un renovado esfuerzo por ser fiel, por ser más obediente, y por mantenerme firme. !Quiero hacerlo! !Puedo hacerlo! ¡Y lo haré! Como se escucha en la cinta en video de la Asamblea Anual de 1986: ‘No lo estás haciendo para Dios. Dios lo está haciendo para ti’ ”.
A la deriva... y despertando
“Gracias por vuestra amable carta respecto a mi afiliación a La Iglesia Madre. No tengo palabras para decirles lo que significó para mí, pues dejé que mi afiliación a una iglesia filial se fuera a la deriva y finalmente expirara. Por varias razones relacionadas con la ruptura de mi matrimonio, había abandonado mi estudio y dejado de ir a la iglesia. No obstante, he ‘despertado’ al hecho de que esto me estaba robando de mucho bien, y he empezado a ir a la iglesia y a estudiar en serio para comprender más claramente mi relación con Dios.
“En el momento mismo en que vuestra carta fue puesta en el correo, yo estaba comunicándome mentalmente con La Iglesia Madre, y percibiendo con gratitud que mi familia verdadera jamás había dejado de amarme, ni yo a ella. Estoy deseoso de hallar maneras de comprometerme más sinceramente con esta familia verdadera.
“Experiencias [como las que yo he tenido] no nos dejan donde nos encontraron. Estoy agradecido porque comprendo que he continuado creciendo espiritualmente durante este período, y mi afiliación a cualquier iglesia filial a la que me una será el resultado de mi propio sentido de compromiso, y no de los esfuerzos indirectos de otra persona...
“Ayer mismo, mi hija, que está por cumplir trece años de edad, preguntó acerca de la afiliación a La Iglesia Madre. Estoy muy, muy complacido por esto, pues surgió totalmente de su propia iniciativa. Parece que está bastante decidida a hacerlo, y yo la alentaré en todo para que siga adelante, pues sé que esto será siempre un buen apoyo.
“Gracias nuevamente por la certeza que tienen del perpetuo amor de mi familia espiritual”.
De un miembro que vive donde no hay iglesias filiales
“Vivo en un país muy pequeño... en el Mar Arábigo. No hay otras iglesias aquí, no hay Científicos Cristianos, nadie con [quien] hablar o [con quien] sentirme parte del movimiento de la Ciencia Cristiana. Las publicaciones periódicas son el único contacto disponible con la Ciencia Cristiana. The Christian Science Monitor, en especial, ha demostrado ser una gran fuente de algo que es bastante escaso aquí, y, eso es, esperanza.
“En una parte del mundo que parece estar tan rodeada de conflictos, las noticias que recibimos... están llenas de prejuicios, llenas de toda esa confusión y lucha que nos rodea. Mucho de ello parece que no tiene esperanza; que no tiene esperanza de solución. Al leer el Monitor siempre hay una nota de esperanza. El grupo de gente con el que nos asociamos aquí es muy cosmopolita, pues vienen de todo el mundo, y con frecuencia hablan de esta [sensación de desesperanza]. Agradezco poder decir que como leo el Monitor siempre puedo agregar una nota de esperanza a la conversación: que todas las fuerzas negativas que parecen estar rodeándonos se están venciendo por el verdadero progreso que está ocurriendo en el mundo...
“Y eso es lo que las publicaciones periódicas están haciendo por mí personalmente. Me están dando una sensación de que puedo agregar esa preciosa esperanza en un mundo que realmente parece necesitarla”.
Informe de la reunión que celebró una iglesia filial sobre el tema de los niños
“Estimados Redactores:
“Nuestra filial tuvo una junta de trabajo sobre el tema de los niños...
“[Puesto que vimos] que no podíamos dirigirnos a los niños en nuestra comunidad, nuestra nación, o nuestro mundo hasta que conociéramos al niño en nosotros, esta reunión se enfocó en nuestra acogida a ese ‘niño’. Si hemos lavado nuestra propia ropa y estamos libres de cuidados nosotros mismos, entonces seremos valiosos en nuestro trabajo de ayudar a otros.
“Procuramos cuidar de nosotros mismos al estar espiritualmente consolados, vigilados, escogidos y amados. Tiernamente amados. [Queríamos] ver qué tan valiosos éramos, qué tan útiles éramos.
“Había entre cuarenta y cincuenta personas, incluyendo entre ellos alrededor de diez a quince niños que sabían leer.
“Mientras me preparaba para la reunión, empecé a notar en The Christian Science Journal los testimonios sobre curaciones de niños. En resumidas cuentas, decidimos recortar cada curación de un niño publicada en las publicaciones periódicas durante el año 1985. (Estas incluían el Heraldo.) Después que las recortamos, las ampliamos y colocamos cada una en un cartel de vivos colores. En los primeros nueve meses (de enero a septiembre de 1985), había ciento diez testimonios [que tenían que ver con niños]. Los colocamos en todas las paredes del auditorio de la iglesia; casi toda una pared se trataba solamente de adolescentes.
“Dejamos una pequeña sección para que la gente dijera cuál testimonio le gustaba más después de leerlos durante media hora. Una señora, visitante de otra iglesia filial, se refirió al testimonio en el cual una mujer decía que sus hijos habían sido arrastrados en una alcantarilla inundada y salvados después [ver el Heraldo de noviembre de 1986, pág. 532]. Al hablar, empezó a sollozar. Dijo que durante toda su vida adulta como Científica Cristiana, se había preguntado qué haría si fuera separada de sus hijos en una emergencia. Dijo que ese testimonio había acallado muy bien ese temor...
“Cuando regresé a casa después de esa junta de trabajo en la iglesia, me senté y escribí a la testificante diciéndole qué contribución ella y otros como ella habían hecho a nuestra reunión sobre niños. Tenía la seguridad de que a ella le gustaría saber el alcance que habían tenido sus comentarios. Recibí su carta de respuesta expresándome su inmensa gratitud por haberse enterado de todo lo ocurrido. Es una coincidencia que las dos vivimos en poblaciones pequeñas.
“Me gustaría dar las gracias a los otros ciento y nueve, pero hasta ahora no he podido ver la manera de hacerlo.
“Acabo de leer el Christian Science Sentinel del 16 de diciembre, y los testimonios que hay en él me hacen ir a mi máquina de escribir para agradecerles vuestra determinación en ver que estas curaciones se impriman. Desearía que ustedes hubieran visto lo que esos carteles — todos sobre el tema de niños — dijeron al mundo acerca de nuestro amor, cuidado e interés por los niños...”
Nota del Redactor: De todas partes del mundo llegan a La Iglesia Madre una amplia variedad de comentarios sinceros. “Entre líneas” es una columna ocasional designada para compartir porciones de estas cartas y comentarios con los lectores del Heraldo en un espíritu de camaradería.