En una época en que necesitaba urgentemente sanar de una discordancia perniciosa y persistente, estas palabras de la Sra. Eddy venían constantemente a mi pensamiento: “una obra sanadora que no es casual”. Son parte de un artículo titulado, “El camino”, en su obra Escritos Misceláneos. La declaración completa dice: “Menos enseñanza y una buena obra sanadora es hoy el súmmum que merece un ‘¡bien hecho!’, una obra sanadora que no es casual — recuperación crónica, menguando y fluyendo — sino curación instantánea”.Esc. Mis., pág. 355.
Esto era precisamente lo que estaba buscando. Hasta ese entonces mi progreso podría haber sido descrito como “menguando y fluyendo”. Había días en que me sentía liberada; pero luego, los síntomas desalentadores volvían. ¿Cómo podría elevarme por sobre lo casual, o conjetural, a la certeza de la curación en la Ciencia Cristiana?
Durante años había aceptado esta Ciencia como el único método de curación en que deseaba confiar. Cuando me hice miembro de La Iglesia Madre, me había dedicado a apoyarme en la curación espiritual en toda situación. Esto significaba que tenía que ser sincera conmigo misma y estar totalmente dispuesta a practicar lo que comprendía y sabía que era verdad acerca de Dios y del hombre que El creó.
En el artículo, “El camino”, se presentan tres etapas de crecimiento necesarias para alcanzar el ideal completo de la curación espiritual. Son etapas progresivas que nos alejan de la fijeza egocéntrica en los problemas de los sentidos y dirigen nuestro pensamiento hacia la realidad espiritual del hombre creado a imagen y semejanza de Dios.
La primera etapa es el conocimiento de sí mismo. La segunda es la humildad. La tercera es el amor. Las tres etapas son necesarias para el crecimiento espiritual. A medida que las estudiaba, aprendí que se requiere humildad para sondear las profundidades de nuestra consciencia, para reconocer y estar dispuestos a desprendernos de valores falsos relacionados con un sentido personal de mérito y de bienestar.
Las características de la mentalidad material, tales como los temores ocultos y los odios enervantes, no son elementos de una vida espiritual. Por esta razón, debemos deponerlos si queremos ser sanados. Tenemos que esforzarnos por seguir la declaración de Pablo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”. Filip. 2:5. Este sentir es la Mente divina, Dios, la Vida, la Verdad y el Amor que todo lo saben. Es el Espíritu divino. Y mediante las enseñanzas de la Ciencia Cristiana aprendemos que nuestros esfuerzos implican orden, razón, confianza en la certeza de la ley divina, en vez de cualquier elemento de lo casual o conjetural. En Ciencia y Salud la Sra. Eddy se refiere al Principio, Dios, diciendo: “No admite error, sino que se basa en la comprensión”.Ciencia y Salud, pág. 283.
Si nos entregamos a conjeturas tal vez dudemos de la eficacia de la curación en la Ciencia Cristiana o de nuestra capacidad para demostrarla. Aceptar un estado mental como éste, ciertamente no es dejar que haya en nosotros la Mente “que hubo también en Cristo Jesús”. Tal estado mental es lo opuesto de lo que Jesús representó.
Comenzamos a dejar de lado las conjeturas a medida que tratamos honestamente de emular al Maestro y de comprender y obedecer la ley de Dios. En la Ciencia Cristiana se reconoce que la ley de Dios, el bien, es la única ley. Siendo totalmente divina, esta ley se autoimpone porque Dios es Todo-en-todo e incluye todo ser real. De esto se deduce que todo lo que se oponga a Su ley sólo puede existir en creencia.
La curación deja de ser casual, o conjetural, cuando comprendemos que el Principio es supremo, que la Mente sabe, que el Amor gobierna, y que el temor, la duda, la casualidad y la suerte no pueden de ninguna manera afectar el triunfo final de la Verdad. Las conclusiones erróneas derivadas del razonamiento que parte de un punto de vista material, no forman parte de la práctica de la Ciencia Cristiana, la cual reconoce sólo a la Mente omnipotente, Dios, como la Verdad que todo lo abarca.
En cierta ocasión, los discípulos de Jesús no pudieron sanar a un niño, quien sanó instantáneamente cuando Jesús oró. Ver Mateo 17:14–21. La Biblia dice: “Reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora”. Cuando los discípulos preguntaron a Jesús por qué ellos no habían podido sanarlo, el Maestro les señaló su incredulidad. No podemos explicar totalmente lo que él quiso decir con esto. A veces creo que no era que los discípulos descreían, sino que creían con reservas. Quizás había un elemento conjetural en su pensamiento que impedía que sus oraciones fueran eficaces. Después de decirles que si tenían fe como un grano de mostaza podrían mover montañas, Jesús volvió al caso específico que los discípulos no habían podido sanar, y les dijo: “Este género no sale sino con oración y ayuno”.
El Maestro se sentía seguro en la comprensión de su unidad con el Padre. Jesús sabía que el hombre es la imagen perfecta de su Padre-Madre Dios y que es inseparable de la perfección divina. Es un paso muy importante para tener la Mente que está en Cristo Jesús mantener esta perspectiva correcta acerca del hombre y apartarse de la entidad material. A medida que progresamos espiritualmente, vemos con mayor claridad cuánto más se requiere de nosotros si hemos de demostrar nuestra unidad actual con la Mente en nuestra experiencia humana.
El pensar y razonar son funciones humanas, son los pasos que llevan a la comprensión espiritual que sana instantáneamente al enfermo. Cuando obtengamos esta claridad de pensamiento y no necesitemos argumentar más por la verdad, nuestras curaciones serán instantáneas.
En mi caso, me di cuenta de que tenía, y que podía, remover de mi pensamiento el elemento conjetural sobre el desafío que estaba experimentando. La curación se manifestó cuando dejé de tratar de adivinar qué podría estar obstruyendo la curación; cuando dejé de buscar un paralelo entre el progreso físico y la evidencia de curación; cuando ninguna evidencia de malestar pudo sacudir mi grano de fe en la Palabra de Dios, según nos la revela la Ciencia Cristiana. Esto me sostuvo hasta que pude percibir la irrealidad de la enfermedad — que no tiene lugar en la Mente divina — y pude sentir el poder de la Verdad.
Al obtener la prueba de la curación no pueden quedar dudas acerca de la declaración de la Sra. Eddy, que dice: “La curación en la Ciencia Cristiana es ‘el Espíritu y la Esposa’, — la Palabra y la unión de esta Palabra a todo pensamiento y acción humanos,— que dice: Venid, y os daré descanso, paz, salud, santidad”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 153. Esta es una garantía incondicional. Nuestra confianza en que puede ser cumplida en nuestra experiencia depende de nuestra disposición para aceptar sin reservas la totalidad del Espíritu y del ser espiritual como la única realidad de la Vida.