Después de la Segunda Guerra Mundial, fui prisionero político bajo el régimen totalitario que estaba entonces en el poder en mi país natal. Yo había sido el jefe de un grupo de oposición. Cinco años después me arrestaron nuevamente, y esta vez recibí una sentencia final: veinte años en prisión. (La pena de muerte había sido abolida.)
Había estado en la cárcel varios años cuando se otorgó la amnistía a todos los prisioneros políticos. Durante todo ese tiempo oraba todas las noches; deseaba que se me mostrara el camino correcto. Cuando fui puesto en libertad me di cuenta de que mis oraciones habían sido escuchadas. Un día, mi esposa me llevó a la casa de una familia donde se reunían frecuentemente estudiantes de Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), a pesar de ser perseguidos por la policía secreta.
La nueva comprensión que adquirí del Amor divino durante esas reuniones, me ayudó gradualmente a purificar mi consciencia de los muchos pensamientos de odio y de venganza que durante el transcurso de los años se habían arraigado en mí. Fue una batalla muy difícil de librar porque durante mucho tiempo había sufrido maltratos y humillaciones como prisionero político. Comencé a darme cuenta de que tenía que perdonar a todos los que me habían torturado. Aún más, tenía que amarlos en su verdadera naturaleza, como hijos de Dios.
Después de la visita de un experimentado Científico Cristiano a varios lugares de nuestro país, nuestra casa fue allanada por la policía secreta y nos confiscaron toda la literatura de la Ciencia Cristiana. Con la ayuda de Dios, mi esposa y yo, igual que los otros Científicos Cristianos, no recibimos ningún daño. Pero después de esto, no pudimos seguir reuniéndonos como antes con nuestros amigos Científicos Cristianos. De modo que continuamos con nuestro estudio espiritual en forma independiente.
Un tiempo después, nuevamente me investigaron con relación a asuntos políticos. Los funcionarios también me preguntaron si todavía estaba vinculado con la Ciencia Cristiana. Les contesté: “Sí. Y gracias a la Ciencia Cristiana, en vez de odiarlos por el sufrimiento que pasé en las cárceles políticas, hoy puedo decirles sinceramente que siento amor por ustedes”. Las caras de los funcionarios se iluminaron cuando escucharon esto. Entonces, simplemente me estrecharon la mano y se fueron. Después de esto, no recibimos más visitas de la policía.
Durante los siguientes años continuamos creciendo en este amor, confiando en Dios. Finalmente, pudimos salir del país fácilmente; algo que habíamos anhelado durante mucho tiempo.
Solamente la Ciencia Cristiana pudo lograr una transformación en mí, de modo que sigo en el camino que nuestro gran Maestro, Cristo Jesús, nos señaló. Estoy inmensamente agradecido por todas las bendiciones que esto me ha aportado.
Verifico el testimonio de mi esposo.
Al mismo tiempo, quisiera expresar mi gratitud por ser miembro de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico. Cuando vivía en mi país natal, mi deseo era el de algún día poder ser miembro de una iglesia filial, y, a menudo, oraba sobre esto. Puesto que no había iglesias filiales en mi país, ser miembro parecía un sueño imposible. Sin embargo, Mary Baker Eddy dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (pág. 1): “El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes que tomen forma en palabras y en acciones”.
Durante muchos años la Ciencia Cristiana me ha guiado en el camino. A pesar que, de cuando en cuando, dejaba este estudio de lado porque creía que no tenía tiempo durante el día, siempre volvía a estudiar la Ciencia Cristiana. Así es como ocurrió hasta que mi esposo fue arrestado nuevamente bajo cargos políticos.
Nuestros hijos eran muy pequeños en ese entonces, y yo no tenía ningún recurso ni trabajo. Recurrí a la Biblia y a Ciencia y Salud en busca de consuelo y dirección. Este estudio me guió bellamente de modo que pronto encontré empleo, y los niños fueron bien cuidados mientras yo trabajaba.
Las circunstancias me habían forzado a aferrarme solamente a Dios. El Padre Nuestro, con su interpretación espiritual dada en Ciencia y Salud (ver págs. 16–17), me ayudó a no temer lo que estaba ocurriendo exteriormente, sino a confiar en lo que Dios estaba haciendo en nosotros ¡y por nosotros! Durante cinco años no supe dónde estaba mi esposo; no recibí noticias de él y ni siquiera sabía si estaba vivo o no. Pero Dios sostuvo a todos los miembros de nuestra familia durante ese tiempo, hasta que nos reunimos nuevamente.
Entonces, hace más de siete años, gracias a la Ciencia Cristiana logramos emigrar. Después de haber estado aproximadamente dos años en nuestro nuevo hogar, mi hermano solicitó un permiso para visitarnos. (Todavía estaba viviendo en nuestro país natal.) El funcionario que revisó sus papeles quedó atónito cuando supo que nosotros habíamos salido del país, ¡y que lo habíamos hecho legalmente! De este modo vimos claramente lo extraordinario que había sido que nos hubieran permitido salir del país. Esto fue otra prueba del cuidado y del amor de Dios, y del hecho que ni la burocracia ni planes humanos pueden interferir con la voluntad de Dios y Su camino de salvación.
Estoy inmensamente agradecida a la Ciencia Cristiana y le atribuyo a Dios toda la gloria.