Mi auto se descompuso. Era muy noche y estaba solo. Sentía lo mismo que seguramente usted se estará imaginando ahora. ¡Qué alegría me dio ver las luces rojas y azules del auto policial cuando se detuvo detrás del mío! El policía se quedó y me ayudó hasta que la pequeña falla fue arreglada.
Mientras iba manejando de regreso a casa, pensaba cómo me había sentido cuando vi acercarse el auto policial. ¡La sensación de alivio fue completamente diferente a lo que generalmente uno siente cuando ve esas luces centelleando en el espejo retrovisor! Esa experiencia me hizo pensar que las circunstancias en que nos encontramos — desde nuestro punto de vista — pueden tener un importante efecto en la manera en que interpretamos y sentimos las cosas.
De acuerdo con el punto de vista individual, cuando Cristo Jesús desapareció del sepulcro después de su crucifixión, las “buenas nuevas” pudieron haber sido prometedoras o alarmantes. Estamos acostumbrados a leer sobre los acontecimientos desde el punto de vista de aquellos primeros seguidores que, en retrospección, vieron la resurrección como algo maravilloso. La tragedia de la traición, el juicio, la crucifixión y el entierro por los que pasó Jesús fueron menos intensos, y el vocablo alivio no parece lo suficientemente adecuado para describir lo que deben de haber sentido sus seguidores.
Sin embargo, la reacción inmediata entre los enemigos de Jesús debe de haber sido de considerable consternación y preocupación cuando se enteraron que Jesús no estaba en el sepulcro. Y para sus discípulos — batallando en las penumbras de la tristeza y la desesperación debido a todo lo que habían presenciado — las primeras noticias pueden haberles parecido increíbles. En cierto modo, es posible que al principio hayan tenido un punto de vista tan confuso como el de los enemigos de Jesús. Probablemente tanto sus amigos como sus enemigos hayan tenido la misma duda, confusión y culpabilidad. Pero el Cuarto Evangelio nos dice que Pedro y el otro discípulo, “aquel al que amaba Jesús”, corrieron al sepulcro cuando María les informó que Jesús no estaba en la tumba. Al leer el evangelio, vemos que muchas experiencias en la vida de Pedro y de Juan los prepararon para recibir esta noticia y actuar con prontitud.
El estar preparado también se relaciona con la manera en que respondemos a la Ciencia Cristiana. La Ciencia Cristiana es una buena nueva para quienes han comenzado a comprender algo de la profunda regeneración espiritual que fue la base del mensaje original de Cristo Jesús. Es también una buena nueva para los que han comenzado a ver la insustancialidad de la materia, es decir, incapacidad de la materia para calmar los anhelos que tiene el corazón de sentir la total presencia y poder del Amor infinito y eterno.
Recientemente, volví a leer las cien páginas de testimonios de curaciones que aparecen en el último capítulo del libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Nuevamente comencé a sentir algo de ese estado mental que había sido preparado para dar la bienvenida a la curación mediante el Cristo, y a la salvación mediante el Cristo de las creencias materiales que quisieran agobiar el espíritu humano y oscurecer la esperanza humana. Las palabras sencillas y directas de aquellos hombres y mujeres que narran las buenas nuevas de lo que la Ciencia Cristiana ha hecho en su vida, son eco de las palabras del primitivo saludo cristiano: “Ha resucitado”. Resucitó en sus vidas una promesa espiritual y la comprensión de la presencia y poder de Dios que les demostró la realidad del amor redentor del Cristo. Les fue revelado un concepto nuevo del hombre como la imagen de Dios.
Uno de los testificantes hace mención del prejuicio que tenía contra la Biblia y observa que su primera “demostración” en la Ciencia Cristiana, mediante la lectura de Ciencia y Salud, fue el deseo de leer los cuatro Evangelios en el Nuevo Testamento. Dice que su prejuicio desapareció en un instante, y explica: “Cuando leí las palabras del Maestro, comprendí su significado, y la lección que él trataba de transmitir. No me fue difícil aceptar toda la Biblia — no podía menos, pues estaba sencillamente cautivado”. Citado en Ciencia y Salud por Mary Baker Eddy, pág. 627.
Es interesante notar que este hombre continúa diciendo que una enfermedad de la que había padecido durante años lo hizo sufrir más que antes y durante los seis meses siguientes. Era, dice, “como si tratase de desviarme”. Pero declara que perdió todo temor a la enfermedad. Continuó su estudio de Ciencia y Salud, y la enfermedad desapareció.
La relación de un cambio que trae curación, seguido de un gran sufrimiento temporario, ofrece una lección elocuente para los que son atraídos por las enseñanzas espirituales de la Ciencia Cristiana. La mente humana, cansada de buscar vida y felicidad en la materia — de considerar que el placer y el dolor residen en el cuerpo, y de suponer que se encuentran allí— concluye que toda la vida emana de tal fenómeno. En este estado de consciencia, las enseñanzas espirituales de la Ciencia Cristiana tal vez causen una conmoción inicial, no siempre agradable, pero invariablemente lleva al progreso espiritual y a la salud.
A medida que el corazón continúa mirando más allá de la materia para encontrar la realidad espiritual que va aún más allá de la evidencia temporaria de los sentidos materiales y de la inteligencia pretenciosa de los nervios, las enseñanzas mismas que originalmente pueden haber causado consternación y aun temor, adquieren un nuevo significado y consuelo. Este cambio de punto de vista, es lo que el testificante describe, acerca de su vida, en las páginas de Ciencia y Salud.
Podemos apresurar este estado de preparación espiritual y moral donde el Cristo — el espíritu de Dios — viene a nuestro pensamiento y a nuestro corazón, y comienza a transformar todo el fenómeno de la existencia humana. Esas fueron las verdaderas buenas nuevas de la victoria de Jesús sobre la tumba: que lo que había sucedido tenía un significado universal para cada hombre y mujer. Esa clase de buenas nuevas atrajo la atención inicial a la Ciencia Cristiana: la promesa de que algo puede hacerse para acercar la vida humana más a Dios y que resulta en la curación del pecado y la enfermedad. La pregunta es: ¿Cómo podemos comenzar?
La respuesta tal vez sea menos complicada de lo que pensamos al principio. Porque comienza silenciosamente en los afectos, en lo que abrigamos en el corazón y aspiramos y deseamos. Comienza cuando dejamos de recurrir a la materia para encontrar satisfacción y curación y nos aferramos firmemente al hecho espiritual de que cada uno de nosotros posee la capacidad innata para amar a Dios, el Espíritu. La Sra. Eddy dice: “El propósito y el motivo de vivir rectamente pueden lograrse ahora. Una vez logrado ese punto, habréis comenzado como debíais. Habréis comenzado por la tabla de sumar de la Ciencia Cristiana, y nada, salvo una mala intención, puede impedir vuestro progreso. Si trabajáis y oráis con móviles sinceros, vuestro Padre os abrirá el camino”.Ciencia y Salud, pág. 326.
Este hecho espiritual no es complejo, sino que es el vínculo que se extiende desde el cristianismo del Nuevo Testamento hasta donde estamos en este mismo momento.
Las buenas nuevas que fueron presentadas cuando el Salvador fue visto fuera de la tumba proclaman la promesa espiritual y la realidad de encontrar lo que necesitamos fuera de la materia, fuera del materialismo de hoy en día. Una de las más grandes promesas de la Ciencia Cristiana es que esta curación y poder salvador de Dios está a nuestro alcance ahora; no necesitamos obtener conocimientos, aptitudes o cosas materiales para obtenerla. El valor moral, la fe, la comprensión científica de la ley divina que la Ciencia Cristiana revela, todo ello se hará evidente en nuestra vida a medida que comenzamos con “la tabla de sumar de la Ciencia Cristiana”, teniendo “el propósito y el motivo de vivir rectamente” hoy mismo.
Haga esto, y lea los Evangelios. El mensaje de buenas nuevas es para todos. No hay límite en el bien espiritual que Dios otorga a cada uno. A medida que lea los Evangelios, lea Ciencia y Salud, y pronto descubrirá el fundamento espiritual en que se basa la curación cristiana.
Las verdaderas buenas nuevas que finalmente se vieron en la resurrección de Cristo Jesús habían estado presentes desde el comienzo de su experiencia terrenal, aun cuando su advenimiento fue recibido con oposición, como ocurrió más tarde con su misión sanadora y regeneradora. Pero el saludo del ángel a quienes estaban dispuestos a recibir el mensaje divino pregona ahora su mensaje para los buscadores de la verdad en el siglo veinte. “El ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo”. Lucas 2:10.