¿Se ha visto usted alguna vez en un dilema al tratar de decidir por quién votar o a quién seleccionar en una elección? Tal vez haya usted luchado con los pros y contras de varias campañas electorales. Quizás el haberse enterado de los puntos de vista de los candidatos haya confundido en lugar de iluminado su elección.
Hay una manera de deshacerse de la necesidad de sentir confusión, carga y responsabilidad, podemos orar. Mediante la oración podemos empezar a ver las cualidades morales y espirituales que se necesitan en el cargo oficial por el cual estamos votando, y quién es el candidato que mejor expresa esas cualidades. La Biblia nos dice que cuando Moisés fue elegido por Dios para guiar a los hijos de Israel, sus cualidades de liderazgo no eran muy evidentes. Moisés habló de su propia renuencia y falta de mérito. Sin embargo, no fue una personalidad humanamente carismática, sino la comprensión, en cierto grado, de su individualidad espiritual, lo que hizo a Moisés aceptable para la misión designada por Dios. Fueron las cualidades derivadas de Dios, entre las cuales estaban la mansedumbre, humildad y una reverencia por Dios y Su ley, las que hicieron a Moisés digno de guiar a los hijos de Israel.
Cuando Samuel estaba mirando a uno de los hijos de Isaí para ver si éste era el que había de ungir como rey, Dios dijo al profeta: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón”. 1 Sam. 16:7.
Al hacer nuestra elección, necesitamos mirar el corazón para ver todo aquello que indique las cualidades espirituales del hombre que Dios ha creado. El hombre no es un mortal, sujeto a la materialidad. El hombre es totalmente espiritual, la semejanza de Dios. En consecuencia, podemos expresar cualidades y virtudes morales que son ejemplo de espiritualidad. También procuramos discernir esas cualidades en los demás.
Por ejemplo, la Ciencia Cristiana enseña que Dios es la Mente única y que, como hijos de la Mente, expresamos su inteligencia y sabiduría. Al afirmar que este hecho espiritual es la ley de nuestra vida, también estamos rechazando con firmeza la creencia de que podemos ser influidos por algo que no sea la Mente única. Este enfoque nos capacita para descartar opiniones mortales y esa tendencia a actuar puramente sobre la base de planes humanos, opiniones personales o preferencias políticas.
El estar dispuestos a recurrir primero a Dios en procura de dirección y nuestra obediencia a El, hace que el poder espiritual guíe nuestras decisiones y actividades diarias. Cristo Jesús nos encaminó a esto mediante el Padre Nuestro. “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” Mateo 6:10., es muy importante. Esta, desde luego, puede ser nuestra oración diaria, dejar que la Mente, Dios, nos dirija. Podemos esforzarnos conscientemente por dejar que la voluntad de Dios, y no la obstinación, nos influya. En la medida en que lo hagamos, nuestro pensamiento estará en consciente unión con el orden divino de Dios.
Ahora bien, supongamos que oramos y después actuamos de acuerdo con nuestro sentido más elevado de lo que es correcto. Tal vez, la persona por la cual votamos no gane, o bien, si gana su desempeño no sea satisfactorio. ¿Qué hacemos, entonces? ¿Rendirnos? ¿Culpar a Dios? ¡Por cierto que no! Tales aparentes fracasos nos dan la oportunidad para elevarnos más alto en nuestra comprensión del poder de la Mente divina única. Necesitamos continuar con nuestras oraciones.
Podemos orar específicamente, afirmando que la Mente única, Dios, no sólo es nuestra Mente, sino la Mente de todas Sus ideas. El hombre que Dios creó a Su imagen jamás puede ser ímprobo, falaz, indiferente o egoísta. Si tenemos la impresión de que alguien está actuando de mala manera al no comportarse de acuerdo con la ley y el orden, nuestras oraciones pueden ayudar a que se corrija la situación o que se opere un cambio en nuestra manera de pensar acerca de esa persona.
La oración sincera y humilde, mediante la cual afirmamos el gobierno y poder absolutos de Dios sobre Su entera creación, produce un impacto sobre la situación humana. Con frecuencia, la oración, por sí sola, resuelve los problemas sin necesidad de que tomemos ninguna acción específica. Nuestra afirmación de la unicidad de la Mente, Dios, y nuestro conocimiento de que sólo El gobierna, guiando a cada una de Sus ideas, produce un impacto profundamente sanador. Cualesquiera que sean los pasos que se requieran para corregir cualquier situación, podemos confiar en que Dios nos dirigirá para esos pasos.
La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Debiera entenderse a fondo que todos los hombres tienen una sola Mente, un solo Dios y Padre, una sola Vida, Verdad y Amor. El género humano se perfeccionará en la medida en que se evidencie ese hecho, cesarán las guerras y se establecerá la verdadera hermandad del hombre. No teniendo otros dioses, no recurriendo a ninguna otra sino a la única Mente perfecta para que le guíe, el hombre es la semejanza de Dios, puro y eterno, y tiene esa Mente que estaba también en Cristo”.Ciencia y Salud, pág. 467.
Es importante no pasar por alto las palabras entenderse a fondo en esa declaración. Ciertamente, tenemos que orar para comprender que todos los hijos de Dios expresamos la Mente única. A pesar de lo que la condición humana nos diga, podemos negarnos a aceptar el alegato de que existe una mente separada, o una mente obstinada o engañosa. Podemos orar para comprender con mayor firmeza la naturaleza única de la Mente. La afirmación acerca de un Dios omnímodo y que el hombre es la idea espiritual de Dios, libre de las tentaciones de la materia, sirve para leudar el pensamiento y crear, a nivel humano, una atmósfera de propósito y dirección ética que nos eleva.
La Primera Epístola de Timoteo nos instruye para que ofrezcamos oraciones en bien de todos los hombres, y específicamente agrega: “por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad”. 1 Tim. 2:2 Nuestras oraciones incluyen el hecho de que todo el linaje de Dios incorpora integridad y está en conformidad con la ley y el orden. Los representantes de Dios son inseparables de la Verdad; por lo tanto, son rectos y honestos. Las ideas de Dios manifiestan las tiernas y protectoras cualidades del Amor. Los hijos de Dios expresan activamente la inteligencia de la Mente.
En uno de sus mensajes a La Iglesia Madre, la Sra. Eddy instruye: “Orad para que la divina presencia continúe guiando y bendiciendo a nuestro primer magistrado, a aquellos asociados con su cargo ejecutivo y a nuestro poder judicial; que dé a nuestro congreso sabiduría, y que sostenga a nuestra nación con la diestra de Su justicia”.La Ciencia Cristiana en contraste con el panteísmo, pág. 14. Este llamado a la oración es tan importante ahora como cuando fue escrito. Dios es el poder supremo y la máxima autoridad. Nuestra participación es mirar en el corazón, buscar y apoyar todo lo que exprese la naturaleza verdadera del hombre como hijo de Dios, y saber que Dios ciertamente guía y dirige todo.