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Religión y política

Del número de septiembre de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana

The Christian Science Monitor


Sabemos en nuestros corazones que la religión es fundamentalmente un asunto personal e individual; no es algo que un grupo de personas, ni aun la mayoría, nos puede a la larga imponer; tampoco es algo que hizo el hombre. La religión es de Dios. Proviene de nuestro interior, no de fuera de nosotros. Y toma una forma colectiva sólo cuando aquellos que tienen una convicción similar se reúnen voluntariamente para adorar a Dios.

Es por eso que la gente sospecha instintivamente de las autoridades civiles que están dominadas por una iglesia así como de una iglesia que el estado impone. La idea de que a uno le impongan la religión, simplemente no está en armonía con la libertad, la justicia y el amor que son la esencia misma de la verdadera adoración. La imposición se opone al progreso de la humanidad, progreso que el gobierno y la religión se supone que deben promover. Por supuesto, el gobierno y la religión auténticos no sólo tienen como propósito el progreso, lo tienen por obra. Y no hacen esto tratando de dominarse mutuamente, sino sobre la base de su fuente común y real, que es Dios.

En los tiempos bíblicos, Dios era percibido tanto como el único legislador, quien “regirá las naciones”, así como el Dios altísimo, el más santo, el Santo de Israel. El Salmista aludió a esta naturaleza y coincidencia espirituales de religión y gobierno cuando escribió: “Nuestro rey es el Santo de Israel”. Salmo 89:18.

La manifestación ideal de la santidad y majestad de Dios vino en la persona de Cristo Jesús. El demostró de una manera tangible la naturaleza deífica de la religión y el gobierno verdaderos. Su política no era partidaria ni basada en la opinión humana, sino divinamente imparcial. Su religión no era personal ni sectaria, sino universalmente espiritual. Para Jesús, la base del gobierno y la religión no eran diferentes, sino una, pues tanto la santidad como la autoridad se hallan sólo en Dios.

Jesús trajo al mundo esta perspectiva divina, honrando todo lo que era bueno y correcto tanto en la adoración religiosa como en el gobierno civil. El celebró los días festivos, estudió las Escrituras y enseño en la sinagoga. También obedeció la ley romana, pagó impuestos, y aconsejó a discípulos y detractores por igual a dar “a César lo que es de César”. Mateo 22:21. Pero reprendió todo lo que no estaba de acuerdo con la ley de Dios. Echó del templo a los mercaderes materialistas y ofendió lo que se percibía como tradición religiosa al sanar en el día de reposo. Cuando lo acusaron falsamente, y lo trajeron ante el gobernador civil, Pilato, respondió al desafío de Pilato “¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte?”, declarando: “Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba”. Juan 19:10,11. Su resurrección comprobó que el gobierno de Dios es supremo.

Quizás lo más interesante de todo fue que Jesús rehusó que lo hicieran rey. Sin embargo, también insistió en que nadie podía entrar en el reino de Dios sino por medio de él: “el camino, y la verdad, y la vida”. Juan 14:6.

Jesús indicó que el gobierno justo y la verdadera religión no vendrían por medio de la destrucción, sino por medio de la regeneración individual; por medio de vidas más puras, santas y sanas. La manera de hacerlo debía ser espiritual y sanadora, no anárquica, fraccionaria o humanamente obstinada, ni tampoco debía provenir de afuera, sino de adentro. Y la manera debía ser progresiva; debe ocurrir día a día, persona por persona, como lo ilustran las curaciones realizadas por Jesús.

La Ciencia Cristiana enseña que el gobierno justo empieza con el gobierno de sí mismo. La Sra. Eddy dice: “El hombre se gobierna a sí mismo debidamente sólo cuando está dirigido correctamente y gobernado por su Hacedor, la Verdad y el Amor divinos”.Ciencia y Salud, pág. 106. Y la religión pura se halla siendo justos ante los ojos de Dios y, por lo tanto, actuando correctamente con nuestro prójimo; se halla honrando a Dios como creador, Padre, Amor perfecto, Espíritu infinito, el verdadero Hacedor del hombre. También se halla en la comprensión de que nuestra verdadera naturaleza es el hombre hecho por Dios, o sea, la expresión individual de Dios, totalmente espiritual y del todo amada. “Se aproxima la época”, escribe la Sra. Eddy, “en que la comprensión de la verdad del ser será la base de la religión verdadera”.Ibid., págs. 67–68.

No tenemos que dejarnos desanimar ni por la religión ni por la política. Tenemos que comprenderlas en su significado espiritual. Nuestra demostración individual de autogobierno y de religión genuina, permitirá que mantengamos el equilibrio y el orden en todos los aspectos por medio de los cuales las administraciones civiles y las iglesias funcionan y se interrelacionan. Y será una ayuda eficaz para mejorar estas instituciones — cualquiera que sea la forma que tomen en la actualidad — hasta que llegue el momento en que las estructuras humanas no sean más necesarias, y Dios llegue a ser la única autoridad verdadera en toda la tierra.

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