Cristo Jesús enseñó verdades universales mediante parábolas relacionadas con el diario vivir. Una de mis favoritas se encuentra en el Evangelio de Lucas. Jesús hace la pregunta: “¿Qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla?” Lucas 15:8.
Esta pequeña historia, que ilustra el tierno y escrupuloso cuidado de Dios para con el hombre y, por lo tanto, como yo la entiendo, ilustra la inspirada persistencia que podemos aprender de Dios, me recuerda la experiencia de Mary Baker Eddy. Cuando joven y recién casada, se fue a vivir al estado de Carolina del Sur, E.U.A., pero su esposo falleció poco después de su matrimonio. La Sra. Eddy regresó al norte, a la casa de sus padres, donde dio a luz a su hijo pocos meses después. Más tarde, debido a su falta de dinero y a su precaria salud, no pudo cuidar a su hijo. Se lo quitaron de su cuidado y lo mandaron al oeste de los Estados Unidos, y no volvieron a encontrarse hasta que él ya era un hombre y tenía su propia familia.
En pocos años la Sra. Eddy había perdido mucho de lo que le era querido, pero como devota cristiana jamás perdió su confianza en Dios. Durante la agonía de esos años recurrió a Dios más completamente en busca de consuelo. Podríamos decir, en términos de la parábola de Jesús, que encendió su lámpara. Su amor por Dios la atrajo hacia el resplandor de Su amor por ella.
En 1866, sufriendo de heridas internas que amenazaban su existencia, en su extrema necesidad la Sra. Eddy se volvió intuitivamente a la Biblia. Acerca de esta experiencia escribe: “Tres días después, pedí mi Biblia y la abrí en Mateo 9:2. Mientras leía, la Verdad curativa alboreó en mi pensamiento; y el resultado fue que me levanté, me vestí, y de ahí en adelante gocé de mejor salud que antes. Esa breve experiencia llevaba en sí una vislumbre de la gran realidad que desde entonces he tratado de explicar a los demás, es decir, la Vida en el Espíritu y del Espíritu; siendo esta Vida la única realidad de la existencia”.Escritos Misceláneos, pág. 24.
Esta curación mostró a la Sra. Eddy que la vida no depende de condiciones materiales, sino que depende enteramente de Dios, como el Maestro lo demostró en sus obras sanadoras. Un mundo nuevo creado por el Espíritu gradualmente se transformó en una realidad tangible para ella.
Investigó la Biblia como el libro básico para descubrir el método y las reglas de las obras sanadoras de Cristo Jesús. Descubrió la realidad divina del reino de Dios con nosotros aquí en la tierra, y también obtuvo profundas percepciones acerca de la naturaleza del pecado. Su búsqueda la llevó a la conclusión de que el hombre de la creación de Dios no es material, sino totalmente espiritual, una idea que existe por siempre en el reino de la Mente. ¡Había hallado un precioso tesoro: la Ciencia de la curación cristiana!
A medida que este nuevo sentido espiritual comenzó a barrer las telarañas de la falsa teología, creencias supersticiosas y métodos de curación inventados por el hombre, la Sra. Eddy percibió que los métodos sanadores de Cristo Jesús no eran sobrenaturales, sino bellamente naturales. Eran el resultado de su obediencia a la ley del amor procedente de Dios. A medida que la Sra. Eddy comprendió el sentido práctico de Dios y Sus leyes espirituales, descubrió que era capaz de sanar con la Palabra de Dios, como los discípulos lo hicieron en la época de Jesús.
Leemos en la parábola antes citada que la mujer no se quedó simplemente en su casa después de la buena barrida, sino que llamó a todos sus amigos y vecinos para que se regocijaran con ella por haber encontrado la moneda que había perdido. La Sra. Eddy también hizo lo mismo. Predicó, disertó y dio clases sobre curación. Escribió Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras para elucidar su método sanador y compartir su descubrimiento de la Ciencia Cristiana a fin de que otros pudieran experimentar por sí mismos el amor sanador de Dios. Y, para proteger su descubrimiento, estableció los fundamentos de la Iglesia de Cristo, Científico, en el Manual de La Iglesia Madre.
Nosotros también podemos ser como la mujer de la parábola si sentimos que hemos perdido parte de nuestra integridad y perfección espiritual como hijos de Dios. Podemos dejar que la oración “encienda nuestra lámpara” y nos conduzca a la tierna presencia del Cristo. Podemos purificar nuestros pensamientos diligentemente barriendo las creencias pecaminosas de temor, desconfianza en sí mismo, voluntad humana y dependencia en medios materiales para la curación. A medida que busquemos sinceramente, encontraremos la verdad del ser, “la Vida en el Espíritu y del Espíritu”. En realidad, nuestro ser inmortal nunca se ha perdido en el polvo del sueño de Adán, abandonado en una repisa de negligencia, u oculto a la vista. Nuestro ser inmortal es siempre intacto y completo como la reflexión perfecta de Dios.
A medida que espiritualizamos nuestro pensamiento y tratamos de emular al Cristiano por excelencia en nuestro diario vivir, somos guiados, paso a paso, hacia adelante. De esta forma encontramos regeneración y curación. Entonces podemos decir a nuestros amigos: “Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido”. Así tomaremos parte en el mensaje salvador de Cristo Jesús: “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”. Lucas 15:9, 10.
Cada vez que compartimos las buenas nuevas de curación, celebramos el hecho de que la Ciencia del cristianismo jamás se ha perdido. ¡Todavía es un poder viviente en esta época!