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La relación que hay entre la redención y la curación

Del número de septiembre de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Quienquiera que haya considerado seriamente el tema de la curación en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) — y quienquiera que haya dejado el orgullo de lado y haya orado sinceramente al enfrentar un desafío para obtener la curación — probablemente se haya dado cuenta de la relación fundamental que existe entre la redención individual y la curación misma. La regeneración espiritual, la transformación del pensamiento y del corazón, y el despojarse del viejo hombre [o mujer] y revestirse del nuevo, es la esencia de la verdadera curación cristiana. Ya sea que la necesidad específica en determinado caso sea la curación de una enfermedad física, de una ruptura de relaciones o de alguna flaqueza moral, la obra de regeneración muestra el camino.

Al reconocer la importancia primordial de este esfuerzo redentor, la gente a veces se pregunta si debe llegar a ser humanamente perfecta — o casi perfecta (algo así como llegar al umbral del cielo)— antes de poder ser sanada. Pero la naturaleza del amor de Dios jamás es la de un cruel y despiadado tirano que niega el bien, el consuelo y el cuidado cuando más se necesitan. El Amor divino ciertamente nos muestra el camino a seguir, señalando claramente el camino del progreso espiritual; pero el Amor también ofrece curación a lo largo de todo el camino.

Consideremos el ejemplo de Jesús como el sanador por excelencia. Si bien mucho de lo que enseñó fue para demostrar a sus seguidores las serias exigencias de ocuparse en la propia salvación, Jesús no requirió algo así como un “discípulo perfecto” antes de que alguien pudiera sanarse. La curación misma podía ser una consecuencia sagrada del crecimiento espiritual de la persona, un inspirado presagio de regeneración, o ambas cosas.

Cuando Cristo Jesús sanó, en el estanque de Betesda, al hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años, se restableció mucho más que el cuerpo físico. La luz y el poder de la Verdad divina ofrecieron una promesa de vida totalmente nueva. Así, Jesús amonestó al hombre para que se asegurase de que su vida atestiguara la obra que se había efectuado en él. “No peques más”, le dijo Jesús, “para que no te venga alguna cosa peor”. Juan 5:14.

Y cuando el Maestro sanó al gadareno que había estado demente por muchos años — tan demente que no podía sujetársele ni siquiera con cadenas — el hombre fue hallado sentado a los pies de Jesús “y en su juicio cabal”. Allí también la Verdad había ofrecido una promesa de vida totalmente nueva. Y Jesús aconsejó al hombre que diera testimonio de las obras que se habían manifestado en él. “Vete a tu casa, a los tuyos”, le dijo Jesús, “y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti”. Marcos 5:15, 19.

En cada una de estas ocasiones, ¿acaso no estaba el Maestro demostrando que la bendición de la curación — el don gratuito de la gracia de Dios — también requería pagar un precio? Un don gratuito con un precio tal vez parezca un contrasentido, pero en la verdadera curación cristiana, tarde o temprano se requiere algo como renovación espiritual y una vida dedicada a glorificar a Dios. Se requiere regeneración, transformación, un nuevo nacimiento. Pero también, como en el caso del hombre en el estanque de Betesda y el de la región de los gadarenos, no es necesario estar a un paso de la ascensión para poder ser sanado.

Es obvio que es necesario que los hombres y mujeres se transformen. Pero el realismo sincero del esfuerzo cristiano también nos revela que, aunque la regeneración aparente ser la labor de toda una vida, la curación es para que se lleve a cabo ahora. Es natural que el poder y la presencia inmediata del Amor divino llenen lo que parecieran ser espacios vacíos en nuestra vida, y entonces el efecto de ese Amor se desborda en nuestra vida diaria. Y este Amor desbordante trae curación cada vez que abrimos nuestro corazón lo suficiente como para recibirlo.

Cada vez que obtenemos una vislumbre de la realidad espiritual — de Dios como El es, Espíritu divino, Mente perfecta — y de lo que esto realmente significa acerca de quiénes somos, se efectúa una conmoción en nuestra manera de pensar. Ese es el efecto del Cristo, la Verdad. Con esa conmoción viene la curación, porque la historia de nuestra vida está trazada, fundamentalmente, por los pensamientos que abrigamos acerca de ella. Cuando el pensamiento responde a la verdad de que la identidad del hombre es creada a la semejanza del Espíritu, como la expresión espiritual de Dios, pura y perfecta, entonces estamos determinando que la perfección espiritual es nuestro mejor modelo. La historia falsa de enfermedad o debilidad se reemplaza con la consciencia de la verdadera salud. La esclavitud de la mortalidad se reemplaza con la libertad espiritual. La persona se renueva y se sana al mismo tiempo.

En su artículo “El nuevo nacimiento”, Mary Baker Eddy, la Descubridora de la Ciencia Cristiana, escribe: “Nada que no sea la espiritualización — sí, la cristianización más elevada — de pensamiento y deseo, puede dar la verdadera percepción de Dios y de la Ciencia divina, cuyo resultado es salud, felicidad y sanidad”.

Luego, la Sra. Eddy explica cómo ocurre esta espiritualización: “El nuevo nacimiento no es obra de un momento. Empieza con momentos y continúa con los años; momentos de sumisión a Dios, de confianza como la de un niño y de gozosa adopción del bien; momentos de abnegación, consagración, esperanza celestial y amor espiritual”.Escritos Misceláneos, pág. 15.

Esta es la manera de sanar en la Ciencia Cristiana. Pero no se trata de una “espera” prolongada para obtener la curación. Cada vez que dejamos de lado algo de la vieja manera materialista de pensar, somos transformados. Hay curación en ello. Cada vez que sentimos el poder presente — el Emanuel — del amor de Dios, somos transformados. Hay curación en ello. Cada vez que obtenemos una nueva perspectiva de la realidad espiritual, somos transformados. Y una vez más, hay curación.

Por cierto que estos cambios continuarán a medida que vayamos dejando lo viejo por lo nuevo, pero la curación puede manifestarse en cada paso que damos en la dirección correcta; y nos guía a dar el próximo paso.

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