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Cómo hallé a Dios

Del número de octubre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Antes de saber siquiera que existía una religión cristiana como la Ciencia Cristiana, estaba interesado en alcanzar una comprensión de la vida y de cómo vivirla mejor. Por lo tanto, entusiasmado, leía todos los periódicos que tuvieran artículos sobre el cristianismo y, ocasionalmente, asistía a varias iglesias ortodoxas. Encontré la enseñanza básica del cristianismo que expone a Dios y a Cristo Jesús crucificado, mas no parecía existir ninguna respuesta clara que explicara cómo aplicar la fe a los asuntos diarios.

Sin embargo, yo siempre tuve la convicción profunda de que, a pesar de que aún no había hallado una respuesta satisfactoria, esto no era culpa de Dios ni del Maestro. Sentía que, como lo dicen las Escrituras en Santiago: "Pedís, y no recibís, porque pedís mal". Así que seguí viviendo, trabajando y divirtiéndome como lo hacen algunos, a veces a sabiendas dejándome llevar por la corriente a algún lugar o, para ser más preciso, a ninguna parte.

Un día, mientras caminaba por el bosque, encontré un pequeño librito tirado en el suelo. Era el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Curioso por saber de qué se trataba, lo recogí y me senté a leerlo. Nunca había oído de esta religión, pero la próxima vez que visité el pueblo donde había una Sociedad de la Ciencia Cristiana (aproximadamente a veinticuatro kms de mi pueblo), visité la Sala de Lectura.

Me recibió una bibliotecaria, que se interesó en ayudarme. Por supuesto que siempre era cauteloso a fin de no interesarme en algo hasta no comprometerme conmigo mismo. Aclaré que no quería afiliarme; sólo quería saber más sobre la Ciencia Cristiana. La bibliotecaria me dio dos ejemplares del Christian Science Sentinel. Después de leerlos, debido a mi comprensión inmadura, sentí que dos o tres declaraciones parecían ser revolucionarias y un poco exageradas. Esto, sin embargo, no detuvo mi curiosidad.

Luego, como es el caso para quien no está completamente convencido, me dejé llevar otra vez por la corriente. Resultó que, sin quererlo, una semilla había sido plantada, porque comencé a llevar en el bolsillo un pequeño libro de comunión de otra religión siempre que iba a caminar por el campo.

La siguiente experiencia fue mi primer despertar espiritual. Mientras caminaba con mi perro y el perro de un vecino que nos siguió, me senté a leer el pequeño libro de comunión con la intención de conscientemente "leer entre líneas" y hallar un significado espiritual. Poco a poco, mi pensamiento se inundó de quietud y paz.

Cuando levanté la vista del libro, miré a través del campo hacia el bosque y, a pesar de que el bosque era el mismo, sentí en ese momento paz y bondad a mi alrededor. Miré a los perros que me acompañaban y hallé tolerancia y paciencia, lo que ofrecía un contraste al acostumbrado ladrido de mi ovejero mientras correteaba con la esperanza de rescatar un palo para traérmelo. Esa actividad frenética no se presenciaba allí. Reinaba la quietud, y no quería perder ese maravilloso sentido de la presencia que sólo la puedo describir como "la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento" (Filipenses). Me sentí así por un largo rato.

Cuando regresé a casa, me fui a la cama y me levanté a la una de la mañana para prepararme para ir a trabajar en una mina de carbón. Mas aun en la profundidad de la misma, permaneció esa paz espiritual, y las tareas mundanas del trabajo se hicieron sin esfuerzo y en armonía de tal manera que no me atrevía a relatar mi experiencia a nadie en caso de que creyeran que me había trastornado. Esto me recordó otro versículo de la Biblia: "El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura".

Más tarde parece que permití que en mi pensamiento prevalecieran, en cierta medida, la perturbación y la desarmonía, y la experiencia pacífica y espontánea se dispersó. Mas nunca perdí el sentimiento de que había algo bueno y válido en la vida de todos, algo a la espera de ser aplicado, probado y vivido.

En otra oportunidad, mientras caminaba por el campo con mi perro, tenía un Christian Science Sentinel en mi bolsillo. Era un hermoso día de verano y me senté bajo un árbol a leer. Absorto en las verdades espirituales compartidas en el artículo, miré hacia las ramas alrededor, meciéndose con la suave brisa; en ese momento, una vez más, sentí esa maravillosa atmósfera de paz y armonía. Describir esta experiencia no es fácil, quizás la mejor manera de explicarlo es que era como el deseo de estar consciente de Dios. Como lo explica la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: "El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes que tomen forma en palabras y en acciones".

Claro que sabía que aún me faltaba madurar al respecto. A pesar de estas experiencias maravillosas no estaba completamente convencido, ni preparado para comprometer mi pensamiento a que aceptara cualquier clase de religión. Por un período largo continué como antes, oscilando entre lo material y lo espiritual, sin saber qué era lo real y qué lo irreal.

Tuve la tercera experiencia de paz y armonía el día de mi casamiento, mientras estaba parado ante el altar esperando a mi novia. Esta paz y bondad se sentía por todo el interior de la iglesia. Mientras el padrino y los demás estaban inquietos y sudando, yo permanecía en calma, como si otro fuera el que se casaba. Si bien en ese época no era abstemio, no había tomado nada, así que no era el efecto del alcohol lo que me había dado esta paz. Justamente había alcanzado el punto en que, deliberadamente, me oponía a tales hábitos mundanos. Lo hacía con discreción, con paso cuidadoso a medida que en mi interior sentía un cambio gradual.

No se imaginen que toda esta transformación ocurrió en un plazo corto. Me llevó años progresar de esta manera y este crecimiento espiritual aún continúa desarrollándose. Una comprensión de Dios es un tema infinito, y por mucho que pretendamos saber, dado que la vida es eterna no hay límite ni fin al progreso espiritual. Uno jamás puede descansar en los laureles y cómodamente decir: "He llegado".

Sí, habrá escépticos que traten de exponer dudas y argumentos en contra de cualquiera que declare positivamente que Dios, el Espíritu, es la única realidad. Siempre pareciera que quisieran justificar la imperfección que ven en la creación; justificar la existencia mundana. Mas, a partir de ese primer despertar, he vivido muchas experiencias e incidentes que demuestran la guía y protección divinas e ilustran que jamás podemos estar separados de nuestro Padre-Madre Dios.

Para mí, el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana que encontré fue otro ejemplo de la mano guiadora de Dios encauzándome en mi camino hacia el Espíritu. Me doy cuenta ahora de que el camino comienza aquí mismo y ahora para cada uno de nosotros, en el momento en que comenzamos a reconocer la totalidad y bondad de Dios.

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