Oí hablar de la Ciencia Cristiana hace muchos años. En ese tiempo asistí pocas veces a una iglesia filial y obtuve un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. La Ciencia Cristiana me parecía más lógica que cualquier otra religión, pero los placeres mundanos, tales como el beber y el fumar, se interponían entre el estudio de la Ciencia y yo. Puesto que me complacía en esos hábitos, no comencé a estudiar la Ciencia en ese entonces.
Hace unos años, tuve que hacer frente a un problema de alcoholismo, y deseando liberarme del hábito de largos años de fumar, al pasar frente a una iglesia de la Ciencia Cristiana pensé que si alguna cosa podía sanarme era esta Ciencia. Entonces comencé a asistir a una iglesia filial.
Al principio estos vicios parecían tener un gran dominio sobre mí, pero sentía que era un asunto de vida o muerte y, finalmente, le pedí a una practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara con sus oraciones. La practicista me ayudó a comprender que si algo no era bueno no era verdadero, y si no era verdadero, no tenía ningún poder. Después de varios meses, durante los cuales continué orando y estudiando la Ciencia Cristiana, un día, mientras estaba fumando, de pronto el cigarrillo me supo horrible. Lo apagué y, desde entonces, nunca he vuelto a querer fumar.
El hábito de la bebida fue vencido más tarde. Nos mudamos a otro lugar del país, y en mi nueva población asistí a los servicios religiosos de una Sociedad de la Ciencia Cristiana. Estoy agradecida por el apoyo y amistad que recibí. Entonces comencé a estudiar la Ciencia Cristiana más seriamente. Recibí inspiración del siguiente versículo bíblico en Santiago: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. También me ayudó mucho este pasaje de Ciencia y Salud: “El remordimiento por haber obrado mal no es sino un paso hacia la enmienda, y el más fácil de todos. El próximo y gran paso que exige la sabiduría es la prueba de sinceridad — a saber, la reforma”. Poco después todo deseo por las bebidas alcohólicas me dejó. La curación fue completa y permanente.
En esta época un ataque de bronquitis parecía inminente. Esta enfermedad me había atormentado anualmente desde mi niñez. En Ciencia y Salud leí: “La Ciencia Cristiana trae al cuerpo la luz solar de la Verdad, que vigoriza y purifica. La Ciencia Cristiana obra como un alterante, neutralizando el error con la Verdad. Cambia las secreciones, expulsa humores, disuelve tumores, relaja músculos rígidos y restaura la salud a huesos cariados. El efecto de esa Ciencia es incitar a la mente humana a un cambio de base, sobre la cual pueda dar lugar a la armonía de la Mente divina”. Mientras meditaba sobre este pasaje los síntomas de la bronquitis desaparecieron para siempre.
También quiero expresar gratitud por la curación de artritis. Hace más o menos veinticinco años recibí tratamiento médico para esta enfermedad que me había sido diagnosticada, pero poco después el médico me dijo que era incurable. Desde el momento en que recurrí a la Ciencia Cristiana no he tomado medicamentos. Sané de esta enfermedad por medio de la oración, y han pasado más de cuatro años sin que haya sufrido incapacidad a causa de esta dolorosa enfermedad. Encontré gran ayuda en Proverbios: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”.
La Ciencia Cristiana me ha probado con certeza el poder de la Verdad. La Ciencia cambia el pensamiento humano; así lo hizo en mi caso, sin que yo me diera cuenta al principio. La Ciencia Cristiana me está enseñando una mejor forma de vida, y me siento inmensamente agradecida a Dios por la Sra. Eddy, cuyos escritos me han abierto la Biblia.
York, North Yorkshire, Inglaterra