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Oí hablar de la Ciencia Cristiana hace muchos años.

Del número de octubre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Oí hablar de la Ciencia Cristiana hace muchos años. En ese tiempo asistí pocas veces a una iglesia filial y obtuve un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. La Ciencia Cristiana me parecía más lógica que cualquier otra religión, pero los placeres mundanos, tales como el beber y el fumar, se interponían entre el estudio de la Ciencia y yo. Puesto que me complacía en esos hábitos, no comencé a estudiar la Ciencia en ese entonces.

Hace unos años, tuve que hacer frente a un problema de alcoholismo, y deseando liberarme del hábito de largos años de fumar, al pasar frente a una iglesia de la Ciencia Cristiana pensé que si alguna cosa podía sanarme era esta Ciencia. Entonces comencé a asistir a una iglesia filial.

Al principio estos vicios parecían tener un gran dominio sobre mí, pero sentía que era un asunto de vida o muerte y, finalmente, le pedí a una practicista de la Ciencia Cristiana que me ayudara con sus oraciones. La practicista me ayudó a comprender que si algo no era bueno no era verdadero, y si no era verdadero, no tenía ningún poder. Después de varios meses, durante los cuales continué orando y estudiando la Ciencia Cristiana, un día, mientras estaba fumando, de pronto el cigarrillo me supo horrible. Lo apagué y, desde entonces, nunca he vuelto a querer fumar.

El hábito de la bebida fue vencido más tarde. Nos mudamos a otro lugar del país, y en mi nueva población asistí a los servicios religiosos de una Sociedad de la Ciencia Cristiana. Estoy agradecida por el apoyo y amistad que recibí. Entonces comencé a estudiar la Ciencia Cristiana más seriamente. Recibí inspiración del siguiente versículo bíblico en Santiago: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. También me ayudó mucho este pasaje de Ciencia y Salud: “El remordimiento por haber obrado mal no es sino un paso hacia la enmienda, y el más fácil de todos. El próximo y gran paso que exige la sabiduría es la prueba de sinceridad — a saber, la reforma”. Poco después todo deseo por las bebidas alcohólicas me dejó. La curación fue completa y permanente.

En esta época un ataque de bronquitis parecía inminente. Esta enfermedad me había atormentado anualmente desde mi niñez. En Ciencia y Salud leí: “La Ciencia Cristiana trae al cuerpo la luz solar de la Verdad, que vigoriza y purifica. La Ciencia Cristiana obra como un alterante, neutralizando el error con la Verdad. Cambia las secreciones, expulsa humores, disuelve tumores, relaja músculos rígidos y restaura la salud a huesos cariados. El efecto de esa Ciencia es incitar a la mente humana a un cambio de base, sobre la cual pueda dar lugar a la armonía de la Mente divina”. Mientras meditaba sobre este pasaje los síntomas de la bronquitis desaparecieron para siempre.

También quiero expresar gratitud por la curación de artritis. Hace más o menos veinticinco años recibí tratamiento médico para esta enfermedad que me había sido diagnosticada, pero poco después el médico me dijo que era incurable. Desde el momento en que recurrí a la Ciencia Cristiana no he tomado medicamentos. Sané de esta enfermedad por medio de la oración, y han pasado más de cuatro años sin que haya sufrido incapacidad a causa de esta dolorosa enfermedad. Encontré gran ayuda en Proverbios: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; teme a Jehová, y apártate del mal; porque será medicina a tu cuerpo, y refrigerio para tus huesos”.

La Ciencia Cristiana me ha probado con certeza el poder de la Verdad. La Ciencia cambia el pensamiento humano; así lo hizo en mi caso, sin que yo me diera cuenta al principio. La Ciencia Cristiana me está enseñando una mejor forma de vida, y me siento inmensamente agradecida a Dios por la Sra. Eddy, cuyos escritos me han abierto la Biblia.


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