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Igual que Daniel

Del número de octubre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Un sábado, Pedro dejó de jugar y entró en su casa.

— No me siento bien — dijo. Estaba muy afiebrado y le dolía la cabeza.

Su mamá deseaba cuidarlo de la mejor manera. Pensó que debían orar juntos. La mamá sabía que el amor de Dios estaba allí mismo, y sabía que la oración nos ayuda a sentir Su amor. Pedro se acostó en el sofá, y su mamá se sentó a su lado.

— Pedro, Dios no hace la enfermedad. El te ama, y El te ha hecho perfecto y te mantiene así. Tú eres Su hijo, espiritual y sano; no material y dolorido.

Pedro escuchaba. Conocía esas verdades porque las había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana.

—¿Recuerdas la historia de Daniel en el foso de los leones? — le preguntó la mamá, y Pedro asintió. Eso también lo había aprendido en la Escuela Dominical.

— Daniel no sintió temor de los leones. El sabía que era inocente y bueno, y no iba a dejar de creer en Dios. El estaba seguro de que Dios lo salvaría, hasta de un foso lleno de leones. Bueno, Pedro, tú puedes ser igual que Daniel. Eres bueno e inocente y amas a Dios. De modo que puedes estar seguro de que los “leones” del dolor de cabeza y de la fiebre no pueden dañarte.

Luego la mamá tuvo otra idea. —¿Sabes una cosa? Imaginemos que tu nombre fuese cambiado por el de Daniel.

Pedro pensó que era una buena idea.

— Y ahora Daniel — dijo la mamá— dime ¿qué sucedió en el foso?

— Bueno, primero el rey se sintió apenado, porque él quería a Daniel; quiero decir, porque él me quería. El esperaba que Dios me mantuviese a salvo. Y cuando yo estaba en el foso, Dios envió a Su ángel y cerró la boca de los leones. Ellos no tuvieron ningún poder. De modo que no hay ningún león que se me pueda acercar o lastimarme.

Luego Daniel, que en realidad era Pedro, saltó del sofá. Se sentía completamente bien y salió a jugar. Lo que había visto acerca del amor y cuidado de Dios lo había sanado.

Nota a los padres:

Lo que Pedro y yo vimos fue cómo la obediencia a Dios puede traer armonía allí mismo donde parece haber temor y dolor. Cuando estaba orando tuve la certeza de la inocencia de nuestro hijo como el hijo de Dios. Ambos aceptamos el hecho de que el hombre no está nunca separado de Dios, o el bien, sea cual sea la situación. Dios es realmente Todo-en-todo, y esta verdad es más poderosa que cualquier clase de temor.

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