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Comparto este testimonio con la esperanza de que el mismo pueda...

Del número de octubre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Comparto este testimonio con la esperanza de que el mismo pueda ofrecer algún consuelo y curación a otro que esté luchando como lo hice yo. Similares testimonios y artículos de las publicaciones periódicas de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) me han dado valor en tiempos de necesidad.

Comencé a salir con un joven cuando yo era estudiante del cuarto año de la escuela secundaria. Salimos regularmente por un lapso de cuatro años, y durante ese tiempo tuvimos relaciones sexuales. Yo había sido criada en la Ciencia Cristiana y me habían enseñado de que las relaciones sexuales antes del matrimonio no eran correctas. Sin embargo, me sentía muy atraída por mi novio, y todo me parecía tan excitante, romántico y placentero, que yo no quería parar. Durante nuestra relación, siempre estuve temerosa de quedar embarazada. En una oportunidad, cuando aún estaba en la escuela secundaria, creí por error que había quedado embarazada y me sentí miserable y temerosa. Más tarde, durante mi primer año en la universidad, me involucré con otro hombre, además del que acabo de mencionar, y comencé a tener relaciones sexuales con él.

Poco a poco, comencé a sentirme culpable y avergonzada, pero sentía que quería y necesitaba la actividad sexual. A pesar de ello, sentía temor de lo que pasaría si alguien se enteraba de todo esto.

Empecé a estudiar la Biblia, junto con Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, en busca de una respuesta. Rápidamente aprendí cuál era el primer paso que tenía que dar para obtener mi libertad. Cristo Jesús dijo a la mujer que fue sorprendida en el acto mismo de adulterio: “... vete, y no peques más”. Ciencia y Salud dice: “El camino para escapar de las miserias del pecado es cesar de pecar. No hay otro camino”. Me di cuenta de que tenía que poner fin a todo esto, pero no sabía cómo hacerlo.

En Ciencia y Salud leemos: “Todo supuesto placer en el pecado proporcionará más de su equivalente en dolor, hasta que la creencia en la vida material y en el pecado sea destruida”. Sabía por mi experiencia que esto era verdad. Siempre eran mayores los problemas que me causaba el pecar que el placer que sentía mientras pecaba. Entonces me pregunté a mí misma: “Si esta clase de placer causa tanto dolor y miseria, ¿es realmente placer?”

La respuesta a esta pregunta se encuentra en Ciencia y Salud: “Los dolores de los sentidos no tardan en informarnos que los placeres de los sentidos son mortales y que el gozo es espiritual”. Y tambien leemos: “Esta convicción, de que no hay placer real en el pecado, es uno de los puntos más importantes en la teología de la Ciencia Cristiana. Despertad al pecador a ese nuevo y verdadero punto de vista acerca del pecado, mostradle que el pecado no da ningún placer, y ese conocimiento fortalece su valor moral y aumenta su habilidad para vencer el mal y amar el bien”.

Reconocer “que no hay placer en el pecado” fue el primer gran paso en el camino hacia mi curación. Me dio el suficiente valor como para dejar de tener relaciones sexuales. Sin embargo, no calmó mi deseo sexual, ni el temor de que yo pudiera ceder otra vez a tal tentación.

Es un gran consuelo saber que sea cual fuere nuestra lucha, nuestras respuestas y libertad se pueden encontrar estudiando la Biblia y Ciencia y Salud, que nos dan una mejor comprensión de Dios y el hombre, una comprensión espiritual que sana. Yo encontré la respuesta a mi problema en el Sermón del Monte cuando Jesús dijo: “Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón”. Me di cuenta de que para obedecer los Diez Mandamientos, que significa vivir en obediencia con Dios, no debo mirar a ningún hombre, con el pensamiento de tener relaciones sexuales con él, porque esto también sería inmoral.

Darme cuenta de esto me ayudó en gran manera, pero había más obstáculos que superar. A veces me sentía enfadada, porque no parecía estar completamente libre del descontento y el temor. Seguía recordando el largo tiempo en que había estado envuelta en esta actividad inmoral. Al pensar en estas cosas, también comencé a culpar a mi abuelo, quien acostumbraba abusar de mí sexualmente cuando yo era joven.

Al parecer no podía superar este punto, y luché mucho mentalmente. En este tiempo yo estaba comprometida con un joven diferente (un Científico Cristiano) con el que había tenido una buena amistad. El conocía mis luchas y trató de ayudarme. Nos casamos, pero al principio nuestra relación fue un poco tambaleante. Sabía que por la estabilidad de nuestro matrimonio, tenía que sobreponerme al temor de volver a pecar otra vez.

Un día fui a visitar a una practicista de la Ciencia Cristiana, y le conté mis dificultades. Ella me aseguró que ninguna de las actividades inmorales había sido parte de mi verdadero ser, como hija perfecta y espiritual de Dios. Me recordó que yo nunca podía haber estado verdaderamente fuera del gobierno y cuidado de Dios, el que no incluye pecado de ninguna clase. Oramos juntas, y entonces me fui a casa sintiéndome más libre. Después de esto, como resultado de orar y estudiar, poco a poco superé todo mi temor.

Han pasado varios años desde que estuve involucrada en actividades inmorales. Tengo una relación admirable y cálida con mi esposo. También estoy libre del temor de serle infiel, una libertad de la que estoy muy agradecida.

Desde esta curación, paz, pureza y felicidad se encuentran entre mis alegrías recién descubiertas. Por esto estoy sumamente agradecida. Oro porque otros que están luchando como yo lo hice, puedan darse cuenta de que ellos también pueden ser sanados si confían en Dios y lo comprenden espiritualmente.

Me siento muy feliz de haber sido testigo de la curación experimentada por mi esposa. Los hechos sucedieron como ella los ha relatado en su testimonio. Ella es una estudiante activa de Ciencia Cristiana. Esta curación definitivamente le ha proporcionado un sólido fundamento espiritual y ha enriquecido nuestro matrimonio.

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