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Cuando tenía alrededor de veinte años, quería conocer más acerca...

Del número de octubre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando tenía alrededor de veinte años, quería conocer más acerca de Dios. Mi padre no podía contestar todas mis preguntas, pero hizo arreglos para que un profesor de religión me instruyera. Eso no me llevó a encontrar las respuestas espirituales que yo buscaba. Pasaron muchos años, y yo aún buscaba comprender a Dios.

Hasta que un día alguien me habló acerca de la Ciencia Cristiana y mencionó que cerca de mi casa había una iglesia filial. Al día siguiente fui a la Sala de Lectura de la Ciencia Cristiana. Las dos personas que allí trabajaban eran muy amables. Compré un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy.

Tenía muchos deseos de leer este libro. Al principio no lo entendía mucho. Había muchas declaraciones que requerían ser meditadas profundamente, así que estudié el libro a fondo. Al poco tiempo me hice miembro de La Iglesia Madre. Me sentía muy feliz de tener por fin una creciente comprensión espiritual de Dios.

Mediante el estudio y la práctica de la Ciencia Cristiana he tenido muchas curaciones. Se han solucionado problemas económicos, relaciones humanas se han armonizado, y he superado la soledad.

Hace varios años apareció un bulto en mi cuello. Se fue haciendo más grande y doloroso y me asusté. El siguiente versículo de Isaías me ayudó a vencer el temor: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”.

Un día reflexioné acerca del tema de la causalidad espiritual, reconociendo que Dios, el Espíritu, es el creador, y que todo lo que es desemejante al bien, Dios no lo creó. De modo que la enfermedad no tiene origen real ni jamás ha tocado a la idea espiritual de Dios, el hombre. Continué meditando con perseverancia acerca de estas verdades espirituales.

Cuando la situación pareció empeorar, sentí la tentación de darme por vencida. Pero entonces leí en Ciencia y Salud la siguiente frase que me fortaleció: “Se necesita valor para declarar la verdad; porque cuanto más levante su voz la Verdad, tanto más alto gritará el error, hasta que su sonido inarticulado se pierda para siempre en el olvido". Pronto el bulto empezó a achicarse, y poco tiempo después desapareció sin dejar ninguna cicatriz. Estoy profundamente agradecida por esta maravillosa curación.

Estoy verdaderamente agradecida a Dios por Cristo Jesús que nos mostró la manera en que debemos vivir, y por el legado que nos dejó la Sra. Eddy al compartir la Ciencia Cristiana con el mundo.


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