Cuando conocí la Ciencia Cristiana, estaba sola, apartada y pobremente educada. Los privilegios, oportunidades, amor y alegría que parecían venir tan naturalmente a otros me habían esquivado completamente desde mi temprana niñez.
Sin embargo, al empezar el estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, logré sentir paz. Descubrí muchas cosas. Una de ellas fue que hay un Dios, y que El en realidad me conoce y me ama. También descubrí que El necesita de sus hijos, tanto como nosotros necesitamos de El. Esto fue un gran consuelo.
Mientras yo estudiaba afanosamente, esforzándome por practicar lo que había aprendido, poco a poco me di cuenta de que mi vida se iba transformando. Mi apariencia, mi perspectiva de las cosas de la vida, mi carácter y calificaciones mejoraron notablemente. Las imposiciones del pasado dejaron de reclamar mi atención. Estaba demasiado ocupada aprendiendo acerca de mi verdadera identidad espiritual y los buenos efectos resultantes.
Algunas de las grandes pruebas que me demostraron que “para Dios todo es posible” (Mateo), incluyen haber conseguido un empleo seguro con alojamiento, en las muchas oportunidades en que nos mudamos mientras trabajábamos en la agricultura. Una vez en particular se destaca. Teníamos solamente dos semanas para encontrar empleo. Hacía tiempo que había pasado la temporada del año que generalmente se considera como el mejor momento para conseguir empleo ya sea como administrador de fincas o para compartir las ganancias del ordeño de las vacas, además de buen alojamiento para una familia de seis personas. Después de haber escudriñado en los periódicos, mi esposo y yo salimos, con cierta desesperación, a buscar dentro del distrito.
Después de una semana de muchas entrevistas y de viajar incontable número de kilómetros, nos dimos cuenta de que no había nada disponible. Fue entonces que decidí quedarme en casa y dedicar más tiempo al estudio de la Ciencia Cristiana. Esto demostró ser de gran consuelo y calmó mis temores. A los pocos días nos ofrecieron una posición, la que nos proveyó de empleo y alojamiento más allá de lo que esperábamos y estaba casi a nuestras puertas.
Hemos tenido muchas curaciones físicas. En una oportunidad, me encontré en una posición similar a la mujer a la que se hace referencia en Lucas, la que “andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar”. Nos cuentan que esta mujer, después de dieciocho años de estar enferma, fue inmediatamente sanada por Cristo Jesús.
Durante varios días mi hija más joven vino y con muy buena voluntad se hizo cargo de las labores de la casa, mientras yo oraba por mí misma. Recordé que Jesús había comprendido la verdadera naturaleza de la vida, que es espiritual y la perfecta expresión de Dios, el bien, y que, por lo tanto, no puede enfermarse. Con motivo de esta comprensión, él pudo sanar lo que parecía ser materia discordante. El dijo a aquellos que le seguían: “El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también”. Ahora yo tenía la oportunidad de demostrar esto por mí misma.
En ese momento me di cuenta de que me estaba apoyando demasiado en mi hija; así que decidí hacer un esfuerzo y hacer cosas yo misma. Esta declaración de Ciencia y Salud fue de mucha ayuda: “Elevaos en la consciente fortaleza del espíritu de la Verdad para trastornar los argumentos de la mente mortal, alias materia, dispuesta a batallar contra la supremacía del Espíritu”. Pronto sané y la curación ha sido permanente.
En otra oportunidad, me despertaba por la noche con terribles pesadillas. En estas pesadillas yo estaba siempre en peligro porque alguien me perseguía. Esos sueños me confundían porque no estaba pasando por ninguna dificultad, y cada vez que me iba a la cama me dormía pacíficamente. Después de varias noches de disturbio, me di cuenta de que necesitaba orar.
Me sentí guiada a reflexionar sobre estas dos afirmaciones de Ciencia y Salud: “Científicos Cristianos, sed una ley para con vosotros mismos que la malapráctica mental no puede dañaros, ni dormidos ni despiertos”. “Dios nunca duerme, y Su semejanza nunca sueña”. También fue muy útil este versículo de Salmos: “En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú Jehová, me haces vivir confiado”. No pasó mucho tiempo para que estas afirmaciones de curación demostraran ser verdaderas, ya que las pesadillas terminaron por completo.
Cada momento que he dedicado a servir a Dios en el transcurso de los años ha sido de gran placer. Estoy muy agradecida por cada una de las pruebas que me forzaron a acudir a El. Mi corazón desborda de regocijo por todo lo que la Ciencia Cristiana y su Descubridora, la Sra. Eddy, significan para mí, y por lo que ellos, con el tiempo, significarán para la humanidad.
Otaki, Nueva Zelanda