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Cuando conocí la Ciencia Cristiana, estaba sola, apartada y pobremente...

Del número de octubre de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Cuando conocí la Ciencia Cristiana, estaba sola, apartada y pobremente educada. Los privilegios, oportunidades, amor y alegría que parecían venir tan naturalmente a otros me habían esquivado completamente desde mi temprana niñez.

Sin embargo, al empezar el estudio de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, logré sentir paz. Descubrí muchas cosas. Una de ellas fue que hay un Dios, y que El en realidad me conoce y me ama. También descubrí que El necesita de sus hijos, tanto como nosotros necesitamos de El. Esto fue un gran consuelo.

Mientras yo estudiaba afanosamente, esforzándome por practicar lo que había aprendido, poco a poco me di cuenta de que mi vida se iba transformando. Mi apariencia, mi perspectiva de las cosas de la vida, mi carácter y calificaciones mejoraron notablemente. Las imposiciones del pasado dejaron de reclamar mi atención. Estaba demasiado ocupada aprendiendo acerca de mi verdadera identidad espiritual y los buenos efectos resultantes.

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